Los jóvenes de España encabezan rankings europeos en los cuales lo mejor es no destacar: primeros en cifras de paro, primeros en empleo temporal, segundos en empleo parcial de forma involuntaria (jóvenes que no encuentran empleo a tiempo completo) y segundos con trabajadores de 25-29 años en riesgo de pobreza.
El escenario que se les presenta a los jóvenes es complicado; sin embargo, esto no ha conseguido impedir que destaquen en investigaciones científicas y en el mundo del arte, entre muchos otros ámbitos. Una juventud concienciada que está a la cabeza en numerosas luchas populares, inundando las calles de morado, denunciando la subida de la luz y reclamando un futuro mejor. El porcentaje de jóvenes españoles de izquierdas se ha duplicado en la última década. ¿Qué haría nuestra juventud si tuviese las condiciones y el apoyo para desarrollar todo su potencial?
Iniciamos con este artículo una reflexión sobre la juventud española, algunos de los problemas a los que se enfrenta y, también, el enorme potencial de una generación luchadora que destaca en diversos ámbitos y pelea por una alternativa a pesar de las dificultades.
Paro o Precariedad, las dos opciones de la juventud
En 2021, España sigue líder en paro juvenil en la Unión Europea, con un 39,9% de menores de 25 años sin empleo, más de ocho puntos por encima con respecto al año anterior y casi el doble de la tasa media europea. Cuatro de cada diez jóvenes menores de 25 años está en paro en nuestro país, y en algunas Comunidades Autónomas, como es el caso de Andalucía y Extremadura, más de la mitad. Esta tasa está muy lejos de la del país que ostenta los mejores datos de empleo juvenil: Alemania, con un 6,3% de paro. En el contexto de pandemia económica, uno de cada cuatro jóvenes menores de 25 años ha perdido su empleo, lo que les convierte en el colectivo más vulnerable a nivel laboral en España.
Los jóvenes que consiguen empleo lo hacen en términos de precariedad, la cual se sostiene sobre dos pilares: contratos (cuando los hay) que son mayoritariamente temporales y parciales. Dos de cada tres jóvenes tienen un empleo temporal (67,4%) frente al 14,3% de los mayores de 50. Es la cifra más alta de Europa, supera en 20 puntos la media europea y afecta más a mujeres que a hombres. Durante la primera ola de la pandemia, el 70% de los empleos destruidos correspondía a contratos temporales.
En ocasiones, los jóvenes buscan jornadas parciales para compatibilizarlo con los estudios, pero al terminar de estudiar, encontrar empleo a jornada completa es una odisea. Tenemos la mayor tasa de jóvenes trabajando de forma involuntaria en empleos a tiempo parcial de los países miembros de la OCDE, el 67%.
El trabajo tampoco asegura librarse de la pobreza. España es tercer país con más trabajadores de 16-24 años en riesgo de pobreza (20%) y el segundo con más riesgo para trabajadores de 25-29 años (16%).
La independencia, una quimera
La edad media de emancipación en Europa es de 26 años. En España, la media es de 29,5 años, muy lejos de la cifra de otros países como Noruega, donde la edad media a la que se independizan los jóvenes es a los 19 años. El paro y la precariedad impide a los jóvenes tener un proyecto de vida propio, pero ni siquiera un contrato les asegura ser independientes económicamente de sus padres. Los precios del alquiler son otra barrera a superar que se les presenta.
El precio medio de alquiler de una vivienda en España en mayo de 2021 fue de 973 euros, mientras que el salario del 64,5% de los jóvenes fue menor de 1.324,2 euros. La mayoría de los jóvenes de hasta 29 años tendrían que dedicar un 90,7% de su salario al alquiler. En Cataluña, Baleares y Madrid, el coste superaría el 100% de sueldo. Los precios varían mucho de la ciudad más cara a la más barata: 1445 euros cuesta un alquiler en Barcelona y 423 en Ciudad Real. Los datos nos demuestran que, para la mayoría de los jóvenes, independizarse en solitario es completamente imposible.
La opción más accesible para la juventud es alquilar una habitación y compartir piso. El precio medio del alquiler de una habitación en España se ha situado en los 319 euros al mes en agosto. Cataluña también es la comunidad más cara para compartir piso, con 395 euros al mes.
Muchos universitarios españoles trabajan para poder pagarse los estudios, además de para ayudar en casa, sin margen para ahorrar dinero para su independencia. El sistema universitario español es el cuarto más caro de los países de la Unión Europea y no existen suficientes ayudas. Los presupuestos españoles destinados a becas y ayudas universitarias están por debajo de la mitad de los que destinan el resto de países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Una de las consecuencias: el 30% de los jóvenes que abandona los estudios lo hacen porque no puede costearse su formación.
Muy diferente es la realidad de un joven estudiante en Noruega. Con una edad media de emancipación de 19 años, en el país nórdico lo raro es no independizarse cuando se empieza la universidad. Reciben una ayuda por valor de 2.200 euros al comienzo de cada semestre, en agosto y en enero, y 815 euros el día 15 de cada mes, permitiéndoles vivir sin apoyo económico paterno. Los dos requisitos que deben cumplir: vivir fuera del domicilio familiar y estar matriculados en la universidad.
La generación mejor preparada… y la que peor vive
Según un estudio de la Fundación SM, más de la mitad de los jóvenes (52%) ve bastante probable tener que emigrar para poder trabajar en el futuro. Además, el 70% de los jóvenes de 16 a 24 años no trabaja de lo que ha estudiado. La prueba es que el 51’3% de los que tiene empleo trabajan en el sector del comercio y la hostelería.
En 2020, aproximadamente la mitad (50,2%) de los jóvenes de entre 25 a 29 años había completado estudios de formación profesional, grados, másteres o programas de doctorado, siendo el séptimo país europeo con el porcentaje más alto. Es decir, el séptimo país con mayor cualificación profesional entre los jóvenes es el que tiene la mayor tasa de paro. Al mismo tiempo, el país lidera la tasa de abandono escolar temprano. Uno de cada tres jóvenes (30%) que ha dejado los estudios lo ha hecho por cuestiones económicas, por necesidad de trabajar para vivir y por no poder permitirse costearse la formación.
El engaño de la meritocracia es uno de los duros golpes que recibe la juventud. La promesa de que el esfuerzo es recompensado se rompe en pedazos cuando se intenta acceder por primera vez al mercado laboral. Una generación sobrecualificada a la que una promesa en el aire le mantiene atada a continuar formándose infinitamente, encadenando máster tras máster (quien puede permitírselo económicamente) y contratos de prácticas sin remunerar o por 300 euros mensuales una jornada completa, mientras van pasando los años y la esperanza de un proyecto de vida se difumina en el horizonte.
España es el país de Europa con más universitarios en trabajos sin cualificación. El 71% de los jóvenes que trabaja lo hace en empleos de baja cualificación y el 80 % de los jóvenes con estudios superiores están ocupados en empleos de baja cualificación, por lo que el excesivo esfuerzo en formarse no es garantía de lograr un buen empleo.
En definitiva, los jóvenes que consiguen un contrato resulta ser mayoritariamente temporal, parcial, mal pagado, de un sector diferente al deseado y para el que no se ha recibido formación, y no asegura una vida con las necesidades básicas cubiertas.
Fuentes del artículo: Europapress, El País, EnAlquiler, Newtral, Consejo de la Juventud en España, DatosMacro,Statista, El Salto,El Independiente, El Economista, Fundación SM.