El anuncio convocando para el 1 de octubre el Referéndum, con la pregunta “¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma República?”, no hace sino confirmar que Puigdemont no prepara la celebración de un referéndum sino las condiciones para ejecutar la fragmentación de Cataluña. La situación es grave y la amenaza real. Pero hay una izquierda que dice no a la independencia y que defender la unidad del pueblo trabajador es revolucionario.
Los dirigentes del procés independentista han puesto fecha al ultimátum dado al Estado, o un referéndum imposible de aceptar o declaración de independencia unilateral. Un paso que agudiza el peligro de ruptura.
El anuncio viene acompañado de nuevos hechos que demuestran una hoja de ruta diseñada para dar pasos hacia una declaración unilateral de independencia.
Ni siquiera es una convocatoria democrática.
Han habilitado el mes de agosto (una vieja tradición franquista) para aprobar, por el método de urgencia y sin debate en el Parlament, el decreto de convocatoria y las leyes de desconexión que han estado elaborando en secreto durante los últimos meses.
Preparan una Asamblea de Cargos Electos para que sustituyan a las instituciones que puedan ser inhabilitadas por el Tribunal Constitucional. Lo que significa de hecho preparar una administración paralela. Y anuncian que la Generalitat formará a 4.000 “agentes electorales” para que suplan a los funcionarios que actúan en los procesos electorales normales.
Y sobre todo han abierto una nueva fase de “ofensiva social”, en la que las organizaciones independentistas y personajes con influencia social de diferentes sectores pasan a tener un papel de agitación y tensión social.
La burguesía burocrática, con Puigdemont y Junqueras al frente, están dispuestos a utilizar todo el poder y recursos del aparato institucional que controlan, más propaganda y mayor protagonismo a las organizaciones soberanistas financiadas desde la Generalitat.
La ofensiva social
El acto del domingo 11 de junio, en un escenario emblemático como las Fonts de Montjuic, convocado por las plataformas soberanistas, Omnium, ANC y AMI, en las que se ha leído un manifiesto llamando a la movilización y reclamando el apoyo internacional, ha sido el primer acto de esta “ofensiva social”.
Una ofensiva que ya ha iniciado el proceso de tensión social con las declaraciones de los dirigentes de esas plataformas: “las urnas no se negocian”, “no hay suficientes cárceles para encerrar a todo un país, ni jueces para llevarlo ante los tribunales, ni fuerzas de orden público para impedir que se abran las urnas el 1 de octubre”.
El objetivo de esta “ofensiva social” es doble. Por un lado lograr que en la movilización del 1 de octubre participen tres millones de personas, entre ellas la totalidad de esos dos millones de independentistas que estarían por el Si . Ya veremos de qué forma.
Y por otro, provocar la reacción más dura posible del Estado, que legitime sus tesis de que “las libertades de expresión y voto” están en peligro en Cataluña por un “Estado autoritario”, y por lo tanto lograr la legitimación de su declaración unilateral y el apoyo internacional a sus posiciones.
Ese es el escenario que recoge el Financial Times: lograr “una reacción de mano dura de Madrid que se traduzca en una victoria política que obligue a los actores europeos a posicionarse”. También el inquietante informe de Stratfor Agency -la conocida como la “CIA en la sombra”- que no descarta ninguna opción, incluida la declaración de independencia unilateral “que provocaría “el caos y obligaría a la comunidad internacional a pedir negociaciones”.
Y especialmente significativas son las declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, recogidas en un artículo de Enric Juliana, declarando que la cuestión de Catalunya es un “asunto interno” de España.
Aunque explícitamente no hay un pronunciamiento de las grandes potencias de apoyo a una declaración unilateral de independencia, el nuevo marco de la situación internacional con la administración Trump apoyando el “bretxi” e interviniendo en las costuras de Europa, junto a Rusia, es un factor más que preocupante.
No a la independencia desde la izquierda
Evidentemente la oligarquía española -en la que hay integrados importantes sectores de la alta burguesía catalana- y su gobierno preparan una respuesta al desafío. No está dispuesta a que se le quite una parte de su mercado.
Pero sobre todo, Cataluña es de izquierdas y esa es principal dificultad de los independentistas.
Lo más decisivo es que los independentistas no han logrado atraer a sus posiciones de ruptura y declaración unilateral de independencia a la izquierda, ni a los socialistas ni a la mayoría de la izquierda alternativa, a pesar de sus vacilaciones.
Frente a la agitación y propaganda de que sólo la derecha y el franquismo están en contra de la independencia, hay una izquierda que dice no a la independencia y que defender la unidad del pueblo trabajador es revolucionario.
Una izquierda que reclama la unidad del pueblo trabajador para luchar contra los enemigos comunes: los ejecutores desde Madrid o Barcelona de los recortes y las políticas del FMI y Merkel; y para acabar con la corrupción política de corruptos y corruptores que saquean a los ciudadanos y al país.«Hay una izquierda que dice no a la independencia y que defender la unidad del pueblo trabajador es revolucionario»
Una izquierda que va con la bandera roja, y que hace suyas las convicciones de los comunistas, anarquistas, socialistas, sindicalistas, activistas sociales y librepensadores de que con la independencia lo único que conseguiríamos sería dividir y enfrentar al pueblo catalán consigo mismo y con el resto del pueblo español, con quien compartimos no sólo unos intereses comunes, sino también una misma tradición de lucha y multitud de lazos históricos y culturales, afectivos y familiares.
Una izquierda que defiende que sólo será posible una Cataluña mejor, más justa, con plenas libertades y reconocimiento de su identidad propia, en el marco de una España soberana y de progreso, plural, profundamente democrática y unida.
NO a la independencia. ¡No volem murs ni de Trump ni de Puigdemont!