En las últimas semanas, tras la recuperación de Jersón por parte de Kiev y la llegada de la nieve, la guerra en Ucrania aparentaba haber “hibernado”. Más allá del permanente bombardeo ruso sobre las infraestructuras energéticas ucranianas, todo parecía indicar que los grandes movimientos de tropas debían esperar a la primavera. Pero las apariencias engañan. Tanto desde Moscú como desde Kiev y la OTAN llegan señales que indican que el Kremlin prepara una nueva ofensiva desde diferentes direcciones, incluido un ataque desde el norte usando suelo bielorruso como lanzadera.
Cuando la invasión de Ucrania alcanza su décimo mes, casi no ha habido movimiento alguno en semanas a lo largo de los 1.000 kilómetros de frente de batalla. Parece calma invernal, pero es un espejismo. El ejército del Kremlin ha sufrido importantes e inesperados reveses en estos meses, pero, aunque magullado, nadie debería subestimar las zarpas del oso imperialista ruso.
Moscú está concentrando hombres y armas para una nueva ofensiva, quizá inminente. Es lógico pensar que el «general invierno» supone un serio obstáculo para los grandes movimientos de tropas, pero en lo más crudo de esta estación, el terreno totalmente duro y congelado puede incluso favorecer movimientos motorizados y de carros de combate que antes veían reducidos sus avances a las carreteras y caminos convencionales. Bastante antes de primavera -incluso este mismo enero- Rusia podría pasar a la ofensiva táctica, lanzando un gran ataque desde el Donbás, en el este, desde el sur o incluso desde Bielorrusia, por el norte.
Cierto que la apariencia de estancamiento ha alentado en las últimas semanas los intentos diplomáticos. El presidente francés Macron, así como Biden y (por razones muy diferentes) Putin se han referido en las últimas semanas a iniciar conversaciones de paz. Por eso, algunos achacan este alarmismo ucraniano sobre una supuesta nueva ofensiva rusa a una llamada de atención a sus aliados occidentales para que mantengan en alto el suministro de armamento a Kiev.
Pero lo cierto es que las señales de la ofensiva son claras, y también llegan desde Rusia, que se prepara para una guerra prolongada. Moscú podría anunciar el incremento del servicio militar obligatorio para sus jóvenes de uno a dos años, como en tiempos de la URSS.
Putin en Bielorrusia
Lo que más alarma causa es el viaje de Putin a Bielorrusia, la primera del ruso desde 2019, para reunirse con Lukashenko, cuya relación de subordinación hacia el Kremlin es de sobra conocida. Durante la visita, ambos mandatarios hablaron de estrechar «aún más» sus lazos, en torno a un «espacio común de defensa» y para hacer un frente común de cara a las sanciones occidentales.
Durante estos diez meses de guerra en Ucrania, Lukashenko ha tratado de nadar y tender la ropa. Cierto es que no ha participado «oficialmente» en la invasión, pero durante todo este tiempo el territorio bielorruso ha sido utilizado a conveniencia por Putin. La ofensiva del 24 de febrero contra Kiev arrancó desde allí; muchos de los nuevos reclutas movilizados para la guerra se entrenan y realizan maniobras en Bielorrusia; Moscú instaló hace meses misiles Iskander y S-400 en este país, y ahora entrena a la aviación bielorrusa en el manejo de aviones capaces de transportar ojivas nucleares. Y por supuesto este país es la lanzadera habitual de los misiles y drones que ahora están asolando las ciudades e instalaciones ucranianas.
Por eso, muchos alarman sobre la posibilidad de una ofensiva desde el norte que intente incluso de nuevo la captura de Kiev, la capital ucrania, aunque la mayoría de los expertos creen que -como hasta ahora- las tropas bielorrusas no participarán «oficialmente» en la invasión.
Muchos, como el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), un think tank con sede en Washington, sugieren que aunque «Putin puede estar tratando de establecer las condiciones para una ofensiva renovada, posiblemente contra el norte de Ucrania o sobre Kiev en el invierno de 2023», este frente no sería más que una típica «maskirovka» (ardid o mascarada, en español) rusa, una maniobra de distracción que buscaría inmovilizar gran cantidad de recursos en el norte del país, detrayéndolos de los frentes del Donbás en el este y de Jersón y Zaporiyia en el sur. Justamente ahora el Kremlin está centrando su ofensiva en Donbás, donde tratan de capturar la ciudad de Bajmut, asolada por las bombas y donde solo queda un 10% de sus habitantes.
Otros expertos militares piensan que una posible ofensiva rusa desde suelo bielorruso podría lanzarse sobre el noroeste, cerca de la frontera de Ucrania y Polonia, tratando de interrumpir u obstaculizar al máximo la principal línea de suministros -tanto de material bélico como humanitario- de los aliados de la OTAN al gobierno ucraniano.
Fuera tropas rusas de Ucrania
La criminal agresión imperialista rusa sigue destruyendo sistemáticamente Ucrania, y poniendo en peligro la estabilidad de Europa y la paz mundial.
Por eso, al mismo tiempo que mantiene su solidaridad con Ucrania y planta cara a Putin, la UE debe zafarse de ser una mera comparsa de la OTAN y Washington. Deben de explorarse todas las vías diplomáticas necesarias, sobre la base de la retirada de las tropas rusas de Ucrania de los territorios ilegítimamente anexionados.