10 años después, Argentina es el país que más ha crecido en toda Iberoamérica en esta década. Su PIB ha aumentado en un 360% desde el corralito, reduciendo la pobreza en un 80% y el desempleo en un 72%. Y lo ha hecho aplicando exactamente las recetas contrarias que nos aplican a nosotros el FMI y Bruselas.
Tomando como base la defensa de la soberanía nacional y como guía la redistribución de la riqueza, los gobiernos de los Kichner han elevado un 900% el salario mínimo, han multiplicado las ayudas sociales a los más necesitados, han subido un 500% las pensiones mínimas, han cancelado la práctica totalidad de la deuda externa y hoy Argentina destina tres veces más recursos y dinero a la educación y a la I+D+i que al pago de la deuda pública.Al infiernoEn diciembre de 2001, Argentina fue enviada, literalmente, al infierno de la pobreza, la ruina y la desesperación por el saqueo a gran escala practicado por EEUU junto las grandes oligarquías financieras del planeta, y ejecutado por el FMI y el Banco Mundial. Tras una década de haber encadenado el peso argentino al dólar con un tipo de cambio fijo (1 peso por 1 dólar yanqui, como si fueran la misma moneda, o una moneda única), el excesivo valor de la moneda de un país eminentemente exportador como Argentina lo condujo a un endeudamiento descomunal (la deuda externa se multiplicó por más 20 en dos décadas, pasando de 7.000 a 143.000 millones de dólares) y a una recesión desbocada a finales de los años 90. Sin capacidad de reacción, puesto que siguiendo las directrices de Washington el gobierno había vendido a precio de saldo las empresas estatales más rentables a los grandes capitales extranjeros (se privatizó desde la telefonía y las comunicaciones, hasta compañías aéreas, pasando por industrias petroquímicas, el petróleo, los ferrocarriles, la distribución del gas natural, de la electricidad, del agua, la siderurgia, el carbón, las industrias de defensa,…), Argentina se ve forzada a endeudarse con el FMI, de una forma similar a lo que se está haciendo ahora con los planes de rescate de Grecia, Irlanda o Portugal. «Millones de familias argentinas vieron desaparecer la mitad de sus ahorros de toda la vida» A cambio del dinero del rescate, el FMI exige un programa de ajuste que contempla rebajas salariales, nuevas privatizaciones (entre ellas las pensiones), flexibilización del mercado de trabajo, grandes recortes en el gasto público y social y fuertes subidas de impuestos. Exactamente las mismas recetas que ahora nos aplican a nosotros y que tuvieron como consecuencia que la recesión y el empobrecimiento se aceleraran hasta llegar, en el plazo de 3 años, a unos niveles nunca vistos en su historia. El PIB se hunde en sólo un año. A comienzos de 2001 estaba en 268 mil millones de dólares, a lo largo de 2002 había caído a 102 mil millones. El paro y el subempleo se extienden al 25,2% de la población. El 52% de los argentinos pasan a vivir bajo el umbral de la pobreza, la mitad de ellos caen en la más completa indigencia. La economía se estanca. Sólo en el mes previo al corralito, la producción industrial cae un 11,6%, la construcción un 18,1%, la industria automovilística un 27,7%. «La primera medida de Kichner: romper con el FMI» Pero lo peor estaba todavía por llegar. En diciembre de 2001, el gobierno emite un decreto (que se conocerá como “el corralito”) que limita la retirada de dinero en efectivo de las cuentas corrientes, hasta un máximo de 250 pesos a la semana. No importa el dinero que tuvieras en tu cuenta o tus necesidades: nadie podía sacar más de 250 pesos/dólares a la semana. Poco después, el gobierno decreta la devaluación del peso con respecto al dólar en un 40%. Como consecuencia, millones de familias argentinas ven desaparecer de un plumazo casi la mitad de sus ahorros de toda la vida. Cosa que no les ocurre a bancos y multinacionales, puesto que avisados previamente por el gobierno, retiran del país, sacándolo de los bancos, una cifra cercana a los 70.000 millones de dólares. Argentina se colapsa, los empresarios no pueden pagar ni a proveedores ni a empleados, los comerciantes no pueden reponer sus mercancías, el dinero no circula, la gente se echa a las calles, los más necesitados se ven obligados a asaltar los comercios para dar de comer a sus hijos, las caceroladas se multiplican, el 90% del país se une al grito de “¡Que se vayan todos!” y en poco más de dos años echan a tres presidentes. La ruptura10 años después de aquello, Argentina es el país que más ha crecido de toda Iberoamérica, con ritmos anuales de crecimiento del PIB de entre el 8 y el 10%, algo que sólo está a alcance de algunos países asiáticos. En apenas una década, Argentina ha pasado del infierno al cielo. ¿Cómo y por qué?En 2003, Nestor Kichner, representante del ala izquierda del peronismo –un movimiento que nació justamente como un proyecto de librar a Argentina de los lazos de dependencia del imperialismo en los años 40–, gana las elecciones y ocupa la Casa Rosada. Su primera medida es renegociar con sus acreedores el pago de la deuda externa. Pero previamente, Kichner ha firmado con el presidente brasileño Lula una alianza estratégica, cuyo objetivo es mantener una posición común de rechazo ante las presiones y exigencias del FMI. Cancela la totalidad de la deuda con el fondo (9.500 millones de dólares), logra la independencia de él y deja de recibir sus “recetas”. Desde esa posición de fuerza, y con una clara voluntad y determinación de ganar autonomía frente a Washington y poner freno a su intervención en Argentina, los Kichner consiguen, en dos etapas, que los acreedores externos, la gran banca mundial, acepten (voluntariamente o a la fuerza, accionistas del Banco Mundial siguen todavía hoy reclamándole pagos) una quita de conjunto de la deuda del 70%. La mayor de la historia desde la de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. En 2003, la deuda externa representaba el 79,2% del PIB. Ocho años después, apenas llega al 16%. Entonces, el pago de los intereses de la deuda eran una auténtica sangría para el país (el riesgo país llegó a alcanzar los 5.000 puntos básicos, el de España actualmente está en torno a los 350), hoy son irrelevantes.Tomando como clave la defensa de la soberanía nacional y como guía la redistribución de la riqueza, entre el segundo trimestre de 2003 y el mismo período de 2010, Argentina consigue un increíble crecimiento acumulado del 285%.del PIB. «Entre 2003 y 2009, el saario mínimos ha subido un 900%» Con fuertes inversiones en obra pública, impulsando la producción interna para ampliar y diversificar los intercambios comerciales con el resto mundo hasta conseguir un superávit comercial y financiero, acumulando reservas de divisas en el Banco Central, manejando adecuadamente el tipo de cambio de su moneda y aplicando una política de redistribución de la riqueza para aumentar el poder adquisitivo de la mayoría y el consumo interno, el país casi ha triplicado su capacidad de crear nueva riqueza en apenas 7 años. Para ello, la primera medida de Kichner en el interior fue una elevación general de los salarios. El primer mes de su gobierno decreta que el salario mínimo pase de 200 a 500 pesos mensuales, una elevación del 150%. Ocho años después, el salario mínimo está establecido en 1.740 pesos, casi un 900% superior al de 2003. Mientras que el salario medio está situado actualmente en los 2.890 pesos.Mediante el establecimiento de la Asignación Universal por Hijo, el plan de asistencia más importante y ambicioso de toda Iberoamérica, los índices de pobreza han descendido del 52,3% en 2002 al 10% en 2011. Gracias a él, 10 millones de argentinos (el 25% de una población de 40 millones de habitantes) han salido de la indigencia y 4 millones de niños tienen asegurado por el Estado la alimentación básica y la educación. «Las pensiones mínimas han aumentado en un 500%» En 2008, se produce la recuperación por el Estado de los fondos de pensiones, que debido a los mandatos del FMI habían sido privatizadas. 10 bancos argentinos y extranjeros gestionaban ese año 90.000 millones de pesos de los trabajadores, cobrándoles un 33% de sus aportaciones por gastos de gestión. Ese mismo año, los fondos privados de pensiones tenían una rentabilidad negativa del 2,5%. Desde que el Estado ha recuperado la gestión de los fondos de pensiones, las inversiones en proyectos productivos, obras públicas, energía y créditos para la vivienda se han cuadruplicado. Hoy, el Fondo público de pensiones posee activos por más de 150.000 millones de pesos. Lo que ha permitido que las pensiones mínimas hayan pasado de los 200 pesos de 2002, a los 1.000 pesos en 2011, una subida del 500%. Y se actualizan dos veces al año de acuerdo con el aumento de la inflación. En 2002, Argentina destinaba el 5% de su PIB al pago de la deuda externa y el 2% a la educación. Hoy sucede exactamente al contrario. Sólo entre 2010 y 2011, el presupuesto para Educación se incrementó en un 38%. Mientras que el presupuesto destinado a I+D+i creció en 2011 un 13%.La experiencia de Argentina pone sobre la mesa una verdad incontestable: los países que crecen económicamente son aquellos en los que la independencia o la autonomía política conquistadas frente al hegemonismo les permite aplicar políticas económicas de redistribución de la riqueza y elevación del nivel de vida de las clases populares, fortaleciendo su mercado interno que actúa como motor del crecimiento. La conclusión es sencilla: a mayor intervención norteamericana, mayor grado de saqueo; a más autonomía e independencia respecto a EEUU, más crecimiento. Esta es la clave de todo.