Varias noticias han puesto sobre la mesa la presencia de potencias extranjeras actuando sobre la convulsa situación catalana. Desde el plan de uno de los más cercanos colaboradores de Puigdemont para encargar la formación del ejército de la Cataluña independiente a uno de los grandes contratistas del complejo militar industrial norteamericano, a la detección de varios miembros del servicio de inteligencia ruso intensificando su actividad en Barcelona.
Los grandes medios han tratado estas noticias pero tangencialmente. ¿No es motivo de escándalo la injerencia extranjera hurgando en la “herida catalana”? ¿Son “casos aislados”… o expresan cómo sobre España, uno de los enclaves más importantes del mundo, existe una tan habitual como oculta intervención de los grandes centros de poder mundiales?
Lo que siempre acaba apareciendo
No se ha buscado, se ha encontrado. La presencia de centros de poder internacionales actuando en los momentos más agudos de la crisis catalana ha aparecido en el curso de investigaciones judiciales.
La primera de ellas la llevada a cabo por el Juzgado Central 6 de la Audiencia Nacional. Varias páginas web activas durante el referéndum del 1-O condujeron a hackers rusos vinculados con los servicios de inteligencia de Moscú.
Estas investigaciones condujeron a la detención de dos espías rusos interceptados en la frontera con Francia, y que transportaban una granada M-75. La Audiencia Nacional investiga su papel dentro de las actividades del espionaje ruso destinadas a la desestabilización política de España aprovechando el conflicto catalán.
A eso se une la detección en Barcelona, durante los días previos al 1-O, de Denis Serguèyev, alias Serguéi Fedótov, general del GRU, un grupo de élite de la inteligencia militar rusa, implicado en operaciones como el envenenamiento de un ex agente ruso en Reino Unido o un intento de golpe de Estado en Montenegro.
La pista ruso-catalana no termina aquí. Otra causa judicial, la seguida por corrupción contra Víctor Terradellas, el influyente ex secretario de relaciones internacionales de Convergencia, y del círculo más cercano a Puigdemont. Está documentado que se reunió en Moscú con Serguei Markov, ex diputado de Rusia Unida, el partido de Putin. El propio Markov reconoció que Terradellas buscó el apoyo ruso a la independencia Catalana a cambio del reconocimiento de la anexión de Crimea por parte de la Generalitat.
Pero no todos los caminos llevan a Rusia, algunos -más transitados- conducen también desde Barcelona hasta Washington.
Cuando se registraba el despacho de Terradellas, por la causa del desvio de subvenciones para financiar a Puigdemont en Waterloo, se encontró un esquema sobre la creación del “nuevo ejército catalán”. Que se encargaría a Dyncorp, uno de los principales contratistas privados del Pentágono, especialista en formar equipos de mercenarios, y propiedad de Cerberus, uno de los grandes fondos de inversión norteamericanos.
El ejército de una Cataluña independiente no sería obra de círculos exaltados de los CDR… sino de uno de los nódulos más poderosos del complejo militar industrial de la superpotencia norteamericana.
Cuando se investiga algún acontecimiento importante en España, siempre acaban apareciendo conexiones internacionales con grandes centros de poder foráneos. No es evidentemente una casualidad.
No son espías, es intervención
Una visión superficial puede valorar estos acontecimientos como una “película de espías” con todos sus ingredientes, incluida la detención de herederos del antiguo KGB. No, el asunto es menos llamativo… y mucho más grave.
En una entrevista con RTVE sobre sus reuniones con Terradellas, Seguei Markov reconocía que “por supuesto Rusia tiene espías en todos los países (…) esos agentes están para recabar información, para informar al presidente ruso, que es el líder de un país grande y debe saberlo todo, más todavía que el primer ministro español”.
La información es poder, porque permite intervenir con ventaja sobre la realidad. Sobre todo cuando se trata de un país tan importante como España.
Todos los grandes centros de poder mundiales están presentes e intervienen en nuestro país. Especialmente en terrenos sensibles como es la crisis catalana. Lo hace Rusia, en la medida que puede, y en mucha mayor medida una superpotencia como EEUU.
No es una “película de espías”. Es el abc de la geopolítica mundial. Donde España es una pieza muy codiciada.
Somos la 14º economía mundial por volumen de PIB, y la cuarta de una de las áreas de mayor concentración de riqueza del mundo como es la zona euro. El PIB español casi triplica el de Bélgica y sextuplica el de Portugal. Para las principales burguesías del planeta, España es uno de los bocados donde mayores ganancias pueden obtenerse.
Políticamente, España es también un eslabón clave. Lo que suceda en España afecta de lleno a la estabilidad de la UE, es frontera con un Norte de África cada vez más convulso, y somos un puente hacia Hispanoamérica y en menos medida hacia el mundo árabe.
Pero también militarmente, España es una pieza de caza mayor. Por su privilegiada posición geoestratégica y por ser una de las principales plataformas del despliegue militar global norteamericano.
Lo que suceda en España -la evolución de la situación en Cataluña o la formación del nuevo gobierno- es importante para las grandes potencias mundiales, porque se juegan mucho, en todos los terrenos, en nuestro país. Lo anormal sería que no intervinieran permanentemente en España.
El factor oculto y negado
Pero hay que ocultar y negar esa intervención. Y cuando aparece, porque es imposible hacerla desaparecer, hay que minimizarla, convertirla en un “cuento de espías” o en “iniciativas individuales” de exaltados como Terradellas.
Claro que Rusia interviene en Cataluña, y en el conjunto de España. A Moscú le interesa desestabilizar Europa, para poder hacer avanzar su influencia. Y evidentemente, abrir heridas contra la unidad en un país como España, hurgando en la “grieta catalana”, es un factor demasiado importante como para despreciarlo.
Pero la capacidad de Moscú para intervenir en España es muy limitada. Debe contentarse con “tener presencia”, y son otros los que sí disponen de una influencia decisiva en nuestro país.
España es un país bajo la órbita norteamericana. Y esa realidad aparece de forma rotunda ante cada acontecimiento. También en Cataluña.
A quienes entregan el “nuevo ejército catalán” las élites del procés es a EEUU y no a Rusia. Y las relaciones de Puigdemont y cia con Washington son mucho más profusas que con Moscú.
En EEUU hay un importante “lobby” pro-procés, que ha recibido a Mas o a Puigdemont. En él se incluye Mario Díaz-Balart, uno de los congresistas más ultras y cercanos a Trump -que está jugando un papel importante en la ofensiva yanqui en Hispanoamérica, apostando por una intervención militar en Venezuela. O el influyente ex secretario del subcomité para Europa del Congreso, Danna Rohrabarcher, especialista en “disgregación”, que apoyó la independencia de Kosovo o la formación de movimientos separatistas en Irán.
EEUU extiende sus tentáculos sobre España en numerosos terrenos. Desde la propiedad de los principales bancos y monopolios españoles -donde fondos de inversión yanquis ocupan un papel clave-, a los grandes partidos -a derecha y a izquierda, el PP, pero también el PSOE-, y aparatos de Estado claves como el ejército o los servicios de inteligencia.
Poner demasiado énfasis en la “intervención rusa en Cataluña” es ocultar la intervención norteamericana, en Cataluña y en el resto de España, mucho más amplia y profunda, y mucho más grave y efectiva que la actuación de un grupo de espías.