En vísperas del 8-M, la huelga feminista aún no se ha producido. Y sin embargo -de forma patente- ya es un completo y rotundo éxito. Un antes y un después.
La huelga feminista y sus reivindicaciones se han colocado en el centro de la opinión pública, del debate parlamentario, de los editoriales y las tertulias. Ha llegado a toda la sociedad. Ha sacudido las conciencias y ha comenzado a remover cimientos. Ha obligado a todas las fuerzas políticas a tomar posición, y a poner a la defensiva a un PP defensor del patriarcado.
Todo ello, gracias a la lucha de decenas de miles de mujeres organizadas en una enorme variedad de colectivos y plataformas feministas a lo largo de toda España. No hay ciudad ni pueblo que no haya organizado asambleas o actos de preparación de la huelga feminista, en la que no se prepare una concentración, una pegada de carteles o algún acto reivindicativo.
En los tajos, en las grandes empresas o en el pequeño comercio, en las universidades o en los centros de enseñanza media, este 8-M es un acontecimiento. Pararán cientos de miles de trabajadoras, de profesionales, de estudiantes, de cuidadoras, de consumidoras, de pequeñas empresarias y de autónomas. Serán las protagonistas de su propia emancipación.
Este 8-M no es un día más. La Huelga marca un camino en la conquista de la igualdad, de la exigencia de la equiparación salarial, de la eliminación de la discriminación laboral o de los techos de cristal, de la abolición del machismo, el maltrato y de toda forma de opresión patriarcal, del avance de las ideas de respeto entre géneros y a las distintas identidades y orientaciones sexuales. Todos esos objetivos y exigencias irrenunciables forman parte de la irresistible corriente de la historia de la humanidad, y nada va a poder detenerlas.
La huelga feminista del 8-M ya es un éxito -una batalla ganada antes de fecha- y desde estas páginas la saludamos calurosamente, y hacemos propios sus colores y aspiraciones.