Al calor del nuevo y merecido reconocimiento al trabajo literario de la escritora hispano-argentina Clara Obligado (nacida en Buenos Aires, residente en Madrid desde 1976 a consecuencia de la dictadura militar), éxito y reconocimiento que se extiende tanto a sus celebrados últimos libros de relatos (como El libro de los viajes equivocados, premio Setenil 2012 al mejor volumen de cuentos del año) como a sus dos últimos libros de ensayo: Una casa lejos de casa (Contrabando, 2020) y Todo lo que crece (Páginas de espuma, 2021), la editorial Lumen ha tomado la acertada decisión de sacar a la calle una reedición de la novela a la que en 1996 le otorgó el tercer Premio Femenino, y cuyo solo título ya encierra varias de las “provocaciones” que al lector le esperan en un texto que ahora puede revisitarse para corroborar su plena actualidad. O lo que sería más justo: para corroborar que Clara Obligado ya era una “adelantada” en 1996 de muchos de los temas que ahora se viven y plantean como si fueran enteramente nuevos.
El título de “La hija de Marx” no está, desde luego, exento de intencionalidad. Sabido es que el padre del marxismo puso mucho más empeño, rigor y consistencia en fundamentar una teoría que debía servir para acabar con el dominio burgués sobre el mundo, que a solventar los problemas que le dejaba una paternidad bastante generosa y promiscua. Carlos Marx no solo dejó una larga progenie “legal”, sino que tuvo también un hijo de la criada de la casa (que acabaría adoptando su compañero de fatigas, Engels). Y se habla también de otra hija bastarda, fruto de una relación con una aristócrata rusa. Y este es justamente el hilo del que va a tirar Clara Obligado, combinando su fulgurante imaginación con un arduo y metódico trabajo de documentación, para levantar el relato en el que se asienta la novela: la historia de tres mujeres, vinculadas por lazos de sangre, tres emigradas rusas a través de las cuales vamos a recorrer la historia apasionante que rodeó la revolución rusa y la también apasionante historia de la educación sentimental y sexual de tres mujeres que en el exilio vivieron experiencias de emancipación en todos los ámbitos.
La novela, entretenida, divertida y sabia, combina ingredientes de muchos géneros: es erótica, aventurera, existencial, feminista, histórica… sin que ninguno de esos calificativos la monopolice. Lo que sí es común a todos esos aspectos es el cuidado de una escritura que no desfallece y tiene momentos de una gran intensidad. En una época en que la escritura vive un contexto de pobreza léxica muy grande, la novela de Clara Obligado nos sorprende con una riqueza y variedad de vocabulario propia de una gran novela “clásica”, aunque el relato es absolutamente moderno y se atreve a desafiar muchas reglas y convenciones.
La novela, entretenida, divertida y sabia, combina muchos géneros
Las mujeres que Clara describe son mujeres libres en un mundo que todavía no lo es, ni siquiera en los ambientes revolucionarios en que se desenvuelven. Sus mayores ataduras, en todo caso, son sus propios deseos, a los que siempre se manifiestan dispuestas a servir, incluso a sacrificarlo todo, también la vida.
La novela es audaz en todos los campos, incluida la estructura narrativa, que se aleja del relato lineal decimonónico y ensaya otros caminos, para evitar la rutina y los mecanismos causales a que conduce seguir el hilo temporal. También hay cambios de punto de vista y de narradores. Lo que ofrece una visión más completa y compleja de las vidas.
Siendo una novela que aborda temas eróticos de alto voltaje y relaciones sentimentales hasta hace nada prohibidas o mal vistas, Clara Obligado no cae nunca en la obscenidad ni en un tono vulgar, la escritora siempre encuentra el lenguaje adecuado para mostrarlo todo con una fascinante naturalidad.
Aunque un destino trágico sobrevuela siempre el destino de sus heroínas, lo que sobrevuela toda la novela es su vitalidad desbordante, su determinación frente a las adversidades, incluso su humor y su extraordinaria generosidad.
Siendo una novela de hace casi treinta años, parece escrita ayer.
¿Y cuál es el papel de Carlos Marx en todo esto? Pues, amén de su papel como padre distante y desinteresado, ninguno. Apenas se le menciona media docena de veces, y solo para corroborar su extraña paternidad. Aunque no deja de plantear sugerencias, que el lector puede llevar hasta donde le lleve su imaginación.
En todo caso, la autora parece estar preguntándose de algún modo cómo se habría escrito la historia si se hubiera contado en femenino. Y la novela es, en gran medida, un ejercicio práctico de ello.