Mientras EEUU afronta la peor crisis sanitaria de su historia, la administración Trump intenta colocar a China como chivo expiatorio ante la opinión pública. El «virus chino» es el casus belli perfecto para retomar, en un plano de mayor antagonismo, la confrontación comercial, económica y política con Pekín.
«EEUU se ha impuesto al virus»; «Los números están bajando mucho en todo el país» ha dicho Donald Trump en rueda de prensa, en una semana en la que EEUU ha superado las 83.000 muertes -más que en toda la guerra de Vietnam- y tiene más de un millón de casos activos (y 1,4 millones de casos en total).
Mientras EEUU es el país que lidera las cifras de muertes y contagios del mundo, mientras que las estimaciones arrojan que la pandemia se saldará con entre 100.000 y 130.000 muertes y no cesará hasta agosto, mientras que la curva dista mucho de estar aplanada… 38 de los 50 estados de EEUU han iniciado el desconfinamiento, según el Washington Post, y la Casa Blanca presiona para que la reapertura se lleve a cabo más deprisa.
Poco después, en otra rueda de prensa cuyas imágenes ya se han hecho virales, una reportera de la CBS de origen chino, Weijia Jiang, preguntaba al presidente: “Ha dicho muchas veces que a Estados Unidos le está yendo mucho mejor que a cualquier otro país en lo que respecta a las pruebas. ¿Por qué importa eso? ¿Por qué es una competencia global para usted si todos los días los estadounidenses siguen perdiendo la vida y estamos viendo más casos todos los días?”. La respuesta de Trump no pudo ser más cortante: «Tal vez esa sea una pregunta que deberían hacerle a China, no me pregunten, haga esa pregunta a China, ¿vale?».
Podría tomarse como la enésima muestra de grosería, racismo y xenofobia de Trump. Pero es mucho más que eso. Donald Trump llevaba semanas sacando de quicio al gobierno de Pekín, llamando «virus chino» al Covid19. Pero el Secretario de Estado -y exjefe de la CIA- Mike Pompeo decidió echar toda la carne en el asador al decir, en una entrevista a la cadena ABC que «hay una cantidad importante de pruebas de que esto vino de ese laboratorio de Wuhan”.
Por supuesto, no han presentado pruebas, y hasta la inteligencia norteamericana ha recordado en un comunicado que el consenso de los científicos es que el virus no es fruto de la manipulación humana. En marzo, un riguroso artículo de científicos norteamericanos publicado en Nature Medicine aportaba pruebas contundentes de su origen natural, en un proceso bien conocido, la zoonosis. Pero no importa: el clima de opinión ha sido lanzado por todo lo alto.
Estas declaraciones y gestos, junto a otros muchos, revelan hasta qué punto la pandemia tiene un efecto drástico en la contradicción entre EEUU y su principal rival geoestratégico, China. Un gigante asiático que Donald Trump, y detrás de él la clase dominante norteamericana, están empeñados en colocar como el «chivo expiatorio», el gran culpable ante la opinión pública, de las gravísimas consecuencias -sanitarias, económicas y sociales- que la pandemia está teniendo y va a tener sobre amplias capas del pueblo estadounidense.
La pandemia acentúa el desarrollo desigual
China fué el epicentro de la enfermedad (casi 83.000 casos y más de 4.600 muertos), pero ha logrado domeñarla en un corto espacio de tiempo, y contenerla fundamentalmente en la provincia de Hubei. Tras aplicar medidas drásticas y lograr controlar la infección, su economía se ha vuelto a poner en marcha a toda máquina, poniéndose a producir material sanitario para el mundo entero y acentuándose su papel de «fábrica del mundo».
Por contra, la epidemia en EEUU está lejos de haber sido controlada, y previsiblemente -dadas las características del sistema casi totalmente privado de salud norteamericano, y de la orientación de muchos Estados de primar la economía antes que la salud- está lejos de concluir y tendrá un impacto mucho más dramático, tanto sobre la salud de la población y sus condiciones de vida y trabajo, como sobre la economía norteamericana en general.
Según las previsiones del FMI, este año la economía mundial caerá un 3% por el impacto del virus, lastrada por la contracción del PIB de EEUU del 5,9%. Pero sin embargo, esas mismas previsiones prevén que China crezca “solo”… un 1,2%.
El gigante asiático venía de crecer un 6,4% en 2019, y EEUU un 2,3%. Pero mientras que el dragón chino se ralentizará, y tiene un gigantesco mercado interno para recuperarse, la de EEUU puede entrar en números rojos.
EEUU tiene muchos y poderosos mecanismos para trasladar las pérdidas de la crisis a los países de su órbita de dominio. Pero un primer impacto es inevitable y ya se está produciendo. El PIB norteamericano ya se ha contraído un 4,8% en el primer trimestre de 2020 por la Covid-19.
La pandemia impacta en la carrera a la Casa Blanca
La pandemia está agudizando todas las contradicciones internas dentro de EEUU. Tensiona de forma directa el antagonismo entre la clase dominante norteamericana y el pueblo trabajador, en especial con los sectores más vulnerables y expuestos al virus de la clase obrera, marcados por su color de piel. En promedio, los afroamericanos e hispanos enferman y mueren el doble que los blancos. En ningún país del mundo la pandemia es tan “de clase” como en EEUU.
Pero las consecuencias económicas y sociales de esta pandemia también pueden acabar siendo decisivas en la aguda pugna que desde hace mucho sostienen dos fracciones dentro de la clase dominante norteamericana, enfrentados en torno a la línea de dirección de la superpotencia.
Una de las principales bazas de Trump a la hora de conservar su nicho electoral era la economía y el empleo. Con Trump, EEUU había logrado 121 meses de crecimiento, el periodo de expansión económica más largo de su historia. El año pasado el desempleo descendía hasta el 3,6%, el más bajo desde 1969.
La Covid-19 ha triturado esa racha. La cifra de desempleados en EEUU ha aumentado en 6,6 millones en una semana, pasando del 4,4% en marzo al 14,7% en abril. La degradación de las condiciones de vida de amplios sectores de la población, así como el parón en la economía puede tener efectos imprevisibles en la carrera presidencial norteamericana.
Con la vista en las elecciones de noviembre, el coronavirus ha provocado una caída de Trump en las encuestas y una subida de Biden, ahora ungido como su oponente demócrata. La encuestadora Gallup le da al presidente un 54% de desaprobación en general y un 43% de aprobación, seis puntos menos que la anterior encuesta, del 14 de abril.
A pesar de que Trump cuenta con un suelo electoral más que sólido, y que buena parte de sus votantes le son fieles de forma fanática, hay que tener en cuenta lo reñida de la disputa electoral, que puede acabar decantándose por un pequeño puñado de escaños decisivos. Y también que los Estados donde hay gobernadores republicanos, el mayor desprecio por las medidas de confinamiento y de poner por delante la vida a la economía pueden hacer que el impacto sanitario y económico sea mayor.
La frágil tregua comercial, a un paso de romperse
Tras casi dos años de guerra comercial, declarada desde la administración Trump a China, ambos países alcanzaron una tregua el verano pasado. En enero, antes de que la pandemia llegara a EEUU y cuando parecía que iba a quedar contenida en Wuhan, los negociadores norteamericanos y chinos firmaron la «fase uno» del acuerdo que mantiene la tregua.
En medio de la pandemia -incluso tras las incendiarias declaraciones de Trump o Pompeo sobre que el virus es producto de un laboratorio chino- China ha hecho gestos por cuidar y mantener la tregua. Ante las presiones de la Casa Blanca para que Pekín aumente las importaciones procedentes de EEUU, el gobierno chino ha suspendido los aranceles sobre 79 mercancías made in USA.
Nada de eso parece cambiar las intenciones de Trump, que ha descartado una renegociación del pacto firmado con China en enero para apaciguar la guerra comercial. «No estoy interesado en eso. Ni siquiera un poquito», dijo Trump a los periodistas.
Todo parece indicar que Washington, que no puede permitir que Pekín le tome la delantera, está a punto de reanudar el conflicto comercial.
El dragón también tiene garras
Dentro de la pugna entre EEUU y China,el gobierno de Pekín ha tomado una decisión que supone un duro golpe a la superpotencia.
China está comenzando a probar su propia moneda digital, el e-RMB (e-reminbi). Algo que tiene una gran trascendencia a nivel geopolítico, no solo porque es un importante paso para que la segunda economía mundial deje de utilizar el dólar, sino porque en su desarrollo lleva a que el verde estadounidense deje de ser la moneda franca en las transacciones internacionales.
«Una moneda digital soberana proporciona una alternativa funcional al sistema de liquidación en dólares y mitiga el impacto de cualquier sanción o amenaza de exclusión tanto a nivel de país como de empresa», dice el China Daily. «También puede facilitar la integración en los mercados de divisas que se comercializan a nivel mundial con un riesgo reducido de interrupciones de inspiración política».
China, la segunda economía mundial, es la principal tenedora de dólares fuera de EEUU. Si se deshiciera de todos ellos -o de gran cantidad- inundaría los mercados internacionales, haciendo caer bruscamente su valor. El dragón aún no ha enseñado todas sus garras.