La llegada a las instituciones de un partido de ultraderecha ha vuelto a trastocar el tablero político español. Para explicarlo se ha recurrido a múltiples interpretaciones: el conflicto catalán, los “descontentos de derechas”, el auge xenófobo en Europa… Pero estos días diversas informaciones nos han dado una pista clave: el rastro del dinero. Según El País, un oscuro grupo de oposición iraní financió con 800.000 euros la campaña de Vox en las europeas del 2014. Se ha hurgado en la paradoja de que un partido que ha hecho del ataque a la inmigración su bandera se nutra de “dinero islámico”. Pero la realidad es todavía más inquietante. La “conexión iraní” no es más que una estación de tránsito, que esconde la intervención de grandes potencias insuflando respiración artificial a una ultraderecha que viene a desestabilizar la política española.
La pista del dinero
España era, junto a Portugal, uno de los pocos países europeos donde la ultraderecha estaba limitada a un papel político irrelevante. Esta situación ha cambiado rápidamente. Y en esta aceleración han influido poderosos factores. Podemos empezar a desvelarlos si seguimos la pista del dinero que lo ha financiado.
Hay cosas que no encajan. Una información de El Mundo desvela que “Vox ha recibido desde el año 2014 más donaciones que PP y PSOE”. Según esta noticia, la formación de ultraderecha “ha recibido 1.834.064 euros, frente a los 1.274.242 euros que ingresaron los populares o los 1.247.510 euros consignados por los socialistas”.
¿Quiénes son los donantes de la ultraderecha en España? Se puede pensar en pequeños o medianos empresarios españoles, o incluso en grandes bancos y monopolios nacionales. Pero la verdad que empezamos a conocer vuelve a ser más turbia.
En 2014, Vox hacía su presentación pública en las elecciones europeas. Presentó como cabeza de lista a Alejo Vidal-Quadras, procedente del PP, y a pesar de ser un partido de nueva creación se gastó un millón de euros en la campaña.
Una información de El País nos ofrece una sorprendente revelación: “Los seguidores de un grupo opositor iraní financiaron el 80% de la campaña de las elecciones europeas de Vox de 2014”. Desvelando que, “desde más de una quincena de países —entre los que destacan Alemania, Italia, Suiza, EE.UU. y Canadá— partidarios del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (CNRI), enviaron durante tres meses 146 donativos a una cuenta de la formación de extrema derecha en España por valor de 800.000 euros”. Estos hechos han sido reconocidos por los mismos protagonistas. Vidal-Quadras ha declarado a eldiario.es que “Santiago Abascal conocía el apoyo económico de opositores iraníes y le parecía bien”.
Nada más darse a conocer la noticia, el secretario general del partido de ultraderecha, Javier Ortega Smith, afirmó que “inmediatamente presentamos toda la documentación en el Tribunal de Cuentas. La respuesta fue clara y evidente: todos los donativos habían sido legales y totalmente transparentes”. Pero El País desmiente estas declaraciones, afirmando que “Vox no entregó al Tribunal de Cuentas la lista de sus 146 donantes iraníes”. Y para ello cita las palabras de un representante del órgano fiscalizador: “No consta en el registro del Tribunal de Cuentas entrada alguna que tuviera por remitente o asunto la formación Vox en 2014, en relación con las citadas elecciones”. No estaba obligado a hacerlo, puesto que la ley solo insta al escrutinio de las aportaciones de los partidos que obtienen representación, y la formación de ultraderecha no parece que presentara voluntariamente los datos sobre su financiación en aquellos comicios.
Estos hechos deben investigarse y aclararse inmediatamente. La Ley Orgánica del Régimen Electoral General prohíbe explícitamente la aportación a cuentas electorales de “fondos procedentes de entidades o personas extranjeras”. La formación de ultraderecha se cobija bajo una circular de la Junta Electoral Central en la que se precisa que esa prohibición opera únicamente en los periodos electorales. Pero, exista o no delito electoral, la financiación desde el extranjero a partidos políticos constituye una intromisión inadmisible.
¿Pero quiénes son estos extraños iraníes?
La relación de Vidal-Quadras con el Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI) no surge de la nada en 2014. Viene de lejos. Como vicepresidente del parlamento europeo formó parte de la plataforma llamada “Amigos del Irán Libre”, participó en los actos anuales del CNRI y visitó sus campamentos militares en Bagdad.
El CNRI es presentado como un grupo “marxista islámico”. Pero lo que nos dicen los hechos es otra cosa muy diferente. A su último acto -que repiten cada año en París- acudió Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York y, sobre todo, abogado de Trump. No es un hecho excepcional. A otros actos del CNRI acudieron el actual asesor de seguridad nacional de los EE.UU., John Bolton, dos ex directores de la CIA (James Woolsey y Porter Goss)… o dos ex presidentes españoles, Aznar en 2010 y Zapatero en 2013 y 2014.
Bajo la tapadera del CNRI se cobija en realidad otro grupo, los “ Moyahedin-e Jalq” o MeK (“Guerreros Santos del Pueblo”). Fundado en 1965, a partir de los años ochenta del siglo pasado se convierte en una de las más agresivas plataformas de oposición contra el régimen de los ayatolás. Sus actos terroristas han causado entre 12.000 y 17.000 muertos, y actuaron al servicio del Irak de Sadam Hussein en la guerra contra Irán. Cuando las tropas estadounidenses ocupan Irak en 2002, el MeK estaba en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado norteamericano. Pero, sorprendentemente, los EE.UU. les otorgan protección. En 2012, bajo la dirección de Hillary Clinton, el Departamento de Estado no solo los retira del listado de grupos terroristas, sino que sigue amparándolos, permitiendo el traslado de su sede central a Albania.
La cadena estadounidense NBC ha difundido, citando como fuente a dos altos funcionarios de inteligencia de EE.UU., que entre 2007 y 2012 Israel utilizó a miembros de los MeK para asesinar a media docena de científicos nucleares iraníes. En un documentado artículo publicado en El Confidencial se desvela que, “confinado en Albania, el grupo parecía relegado a la irrelevancia casi total… hasta que Bolton logró acceso a la Casa Blanca. Ahora, muchos halcones de Washington parecen haber puesto sus esperanzas en el CNRI para liderar una futura transición en Irán”.
Definitivamente ―y esto no son opiniones, son hechos―, la conexión iraní conduce directamente a Washington, concretamente a los sectores más agresivos de la superpotencia.
Persistentes presiones exteriores sobre la política española
En 2014 nadie hablaba de Vox. Acababa de fundarse y muy pocos conocían su existencia. Sin embargo, ese año, alguien puso mucho dinero encima de la mesa para facilitar la proyección de la ultraderecha en España. Vidal-Quadras no obtuvo el acta de eurodiputado, pero se quedó apenas a 2.600 votos de conseguirlo. Y la campaña desplegada entonces fue vital para que la ultraderecha naciera “arropada” y con posibilidades de crecimiento.
Sabíamos que la ultraderecha en España mantenía conexiones con grandes centros de poder mundiales. Steve Bannon, ex asesor de Trump e impulsor de la “internacional xenófoba” en Europa, dio apoyo al partido de Santiago Abascal, mucho antes de que irrumpieran en las instituciones. Ahora sabemos que la relación es más antigua y más sólida. Está sellada por una financiación más turbia incluso de lo que imaginábamos.
Lo que este episodio desvela son las persistentes presiones exteriores, desde las grandes potencias mundiales, para intervenir en el tablero político español. Sorprendentemente, este hilo que une, con absoluta claridad y documentado con hechos irrefutables, el ascenso de la ultraderecha con la intervención de potencias extranjeras en nuestro país, no se ha colocado en el centro de este escándalo… cuando constituye la principal amenaza.
La irrupción de un partido de ultraderecha es ajena a la realidad española. Para que sucediera ha necesitado respiración artificial, insuflada desde fuera de nuestras fronteras. Ya estamos comprobando el carácter tóxico de la presencia de una formación ultra en las instituciones españolas. Alguien ha invertido mucho dinero y esfuerzos en hacer posible esta vía de desestabilización.