Nadie ya puede dudar que el 1-O fue una estafa antidemocrática, en la que bajo el disfraz del “derecho a que Cataluña decida su futuro”, se quería imponer una independencia unilateral quebrando la voluntad de la mayoría. Ahora vivimos otra estafa, esta vez en “el relato” que nos presenta a las élites del procés como “´víctimas perseguidas por la venganza de la justicia española”. Buscan exonerar y proteger, no solo a quienes la sentencia ha condenado, sino también a quienes, como Puigdemont o Torra, se han beneficiado de la división generada por el procés.
Son patriotas panameños
Las élites del procés pretenden utilizar la respuesta a la sentencia para alentar la división y el enfrentamiento. Presentándonos la sentencia como “una agresión contra Cataluña” y “una causa general contra el independentismo”. Es mentira. No es que en España no se persiga al independentismo… es que son los partidos independentistas los que gobiernan la Generalitat.
Lo que se ha juzgado son las actuaciones de dirigentes que pretendieron imponer la independencia de forma unilateral, pulverizando la Constitución. Pero, más allá de la evidente ilegalidad en que incurrieron, las élites del procés son responsables de intentar dividir y enfrentar al país y al pueblo, al servicio de los intereses más reaccionarios.
El “procés” no arrancó, como algunos nos quieren hacer creer, cuando el Constitucional recortó el nuevo estatut catalán, agravando con ello “el conflicto entre Cataluña y España”. Fue impulsado en 2012, cuando España era sometida a un intenso acoso para imponerle un draconiano programa de recortes. Los Mas y Puigdemont vieron en la debilidad de una España acosada desde el exterior la “ventana de oportunidades” para blindar su poder y sus privilegios, mientras se presentaban ante el FMI y la Troika como los más avanzados ejecutores de los tijeretazos sociales.
Puigdemont y Torra no están hermanados, como ellos pretenden hacernos creer, con “luchadores por los derechos de naciones oprimidas”, sino con los falsos patriotas panameños. EEUU organizó un movimiento independentista para segregar Panamá de Colombia. Buscaban garantizarse la propiedad del canal, convirtiendo Panamá en una mera colonia, y profundizar su dominio sobre una Colombia mutilada. Es el camino que pretenden las élites del procés, para Cataluña y para el conjunto de España.
Esta es la gravedad de los acontecimientos que desembocaron en el 1-O y en la DUI.
Por eso su proyecto no puede ejecutarse sino a través de una imposición antidemocrática. Siguen proclamando que el 1-O es “legítimo”, pero, aún contando que careció de las más mínimas garantías democráticas, solo recibió el respaldo del 38% del censo. Utilizan el aval de como mucho un tercio de la población para imponer la fragmentación a una mayoría que la rechaza.
Se presentan como “campeones de la libertad”, pero las élites del procés son quienes más han atacado la democracia en Cataluña.
En retroceso pero muy peligrosos
Asistimos al espectáculo de un Torra que alienta las movilizaciones contra la sentencia, y se resiste a condenar expresamente la violencia de algunos grupos… y al mismo tiempo es el ´máximo responsable de unos mossos de esquadra que no han dudado en cargar cuando ha habido desórdenes.
Esta dicotomía, que algunos atribuyen al doble carácter de “president” y “activista” de Torra, es en realidad la prueba del retroceso de las élites del procés.
Necesitan elevar la tensión, para perpetuar una división de la que ellos obtienen réditos políticos. Pero ya no se pueden permitir lo sucedido en septiembre y octubre de 2017.
Algunos medios sitúan en una reunión en Waterloo, presidida por Puigdemont, el origen de “Tsunami democrátic”, la oscura marca que promociona algunas de las movilizaciones. Pero el govern de Torra se cuida mucho de no sobrepasar los límites legales que podrían poner en peligro su control sobre la Generalitat, base de todo su poder. Por eso, a diferencia de 2017, la conselleria de interior, ha dado orden a los mossos de “cumplir la ley”, y las agresivas declaraciones del govern no se traducen en ningún acto de ruptura.
La indecencia en el “relato” llega cuando Torra participa en la “marcha por la libertad” de la mano de Ibarretxe, el ex lehendakari que quiso segregar Euskadi aupado en el terror de ETA. Quien tiene problemas en condenar la violencia no son la mayoría de manifestantes independentistas, que ejercen pacíficamente su derecho a protestar. Son unas élites como Torra o Puigdemont, que ha recibido con honores en Waterloo a fundadores de Terra Lliure condenados por asesinato, como Carles Sastre o Frederic Bentanachs.
Están en retroceso pero siguen siendo muy peligrosos. Van a utilizar todo su poder, que sigue siendo mucho, en Cataluña para generar en los próximos días confrontación y división.
Pero el problema principal de los Torra y Puigdemont no está en Madrid sino en Barcelona, en el rechazo creciente de la mayoría social catalana a sus planes de ruptura. Y cuando más avancen en ellos, cuando más muestren su auténtico rostro, más rechazo recogerán.
¡Que respondan del daño causado!
No podemos seguir aguantando un president de la Generalitat como Torra, que desprecia y ataca a la mayoría de catalanes. La élite de la DUI, de los recortes y del 3% es incompatible con los intereses más básicos de la población, en Cataluña y en el conjunto de España.
Nadie que se llame de izquierdas, ningún progresista, puede apoyar a los Puigdemont y Torra. No son “´víctimas de la represión” con lo que hay que solidarizarse. Son una élite explotadora y depredadora, rancia y reaccionaria, que vive de devorar los presupuestos públicos mientras roba los recursos a sanidad o educación. No están en el lado de los “débiles” sino de los ricos y poderosos. No están “perseguidos por el poder”, ellos son el poder en Cataluña y lo utilizan para atacar a quien no piensa como ellos.
Calificar a los condenados de “presos políticos” es faltar el respeto a muchos luchadores antifranquistas, y respaldar a quienes dividen y enfrentan al pueblo. Y difundir la falsa idea de una “España fascista” donde no existen garantías democráticas es degradar a toda la sociedad española.
Dividirnos y degradarnos es un instrumento para saquear nuestros bolsillos. A un país y a un pueblo debilitado por fracturas internas se le puede imponer una mayor cuota de recortes. Cuando las élites del procés proclaman “contra la sentencia, reincidencia”, lejos de arrepentirse proclaman que están dispuestos a persistir en los ataques contra Cataluña y contra el pueblo trabajador.
Es el momento de que las élites del procés responsan del mucho daño que han causado, primero ante la sociedad catalana. Torra tiene que dimitir, y se deben abandonar las políticas del “procés”, que han dividido y enfrentado a la población.
Lo que nos interesa, en Barcelona y en Madrid, es fortalecer la unidad para revertir los recortes, impulsando una política de redistribución de la riqueza y ampliación de las libertades. Y quien nos divide lo hace con la intención de dominarnos.