Pero no es sino en fechas recientes cuando ha reconocido que «el desarrollo es el recurso principal para ganarse a esta gente». En 1967 una gran insurrección de obreros y campesinos de la región de Naxalbari (de ahí que se denomine naxalitas a los revolucionarios maoístas indios) se alzaba contra la opresión feudal de las castas aristocráticas de la región.
Empuñando armas rudimentarias, palos, hoces y machetes, se levantaban contra el gobierno indio, que respondió con una represión atroz que costó miles de vidas y el arrasamiento de pueblos y comarcas enteras, cuyos habitantes tuvieron que huir y esconderse en los bosques cercanos. El movimiento que parecía extinguido, reapareció sin embargo con fuerza en 2004, con la unificación de todas las fuerzas revolucionarias en el Partido Comunista de la India (Maoísta).
Desde entonces, su influencia ha sido creciente. Hasta el punto que hoy dominan un largo corredor –el llamado “corredor rojo”– que se extiende por mas de 60 distritos desde las fronteras del norte del Himalaya con Nepal hasta la costa occidental del Estado de Karnataka, en el mar de Arabia.
En las zonas liberadas bajo su control, los gobiernos locales maoístas se orientan y guían por conseguir el bienestar de la población, combatiendo la miseria, el atraso y la opresión a los que las comunidades locales han estado históricamente sometidos por parte de las castas superiores, la antigua nobleza feudal ahora reconvertida en la nueva clase política terrateniente de los gobiernos regionales indios. Construcción de hospitales, acercamiento de la medicina a las aldeas más remotas mediante el método ideado en la revolución china de los “médicos descalzos”, alfabetización en condiciones de igualdad para niños y niñas, el fomento de la organización popular y la participación democrática del pueblo en la vida política de barrios, distritos y aldeas, la organización de servicios de seguridad pública, reforma agraria,…
«Los pueblos tribales y los parias continúan siendo híper-explotados, oprimidos y expulsados de sus tierras»
A lo que en los últimos años se suma una acendrada concienciación en favor de la conservación de un medio ambiente, de unos recursos forestales y agrícolas que están siendo literalmente diezmados por las innumerables concesiones que los corruptos gobiernos regionales y locales –a cambio de jugosas comisiones y mordidas– están concediendo para la explotación minera de un subsuelo repleto de riquezas.
Aunque el gobierno central de Nueva Delhi –consciente de la magnitud de la extensión de la insurgencia y los apoyos nuevos que recibe año tras año– ha anunciado la aplicación del denominado Plan de Acción Integral (PAI), diseñado en torno a una política de “palo y zanahoria”, intentando dar un impulso económico y una mayor actuación de las fuerzas de seguridad para contener la propagación de la “amenaza roja”, la realidad es que la falta de un auténtico carácter social en su contenido ha obstaculizado su desarrollo desde el principio.
Los pueblos tribales y la casta de los parias continúan siendo híper-explotados, oprimidos y expulsados de sus tierras por la clase terrateniente feudal que pertenece a las castas superiores. Para hacerse una idea del avance la insurgencia naxalita, basta decir cómo sólo dos días después que el primer ministro Shing junto a la líder del Partido del Congreso (en el gobierno) Sonia Gandhi dieran una rueda de prensa anunciando como la violencia maoísta se había reducido debido a los programas de desarrollo específicos del PAI, un convoy de altos cargos de su partido de visita en una las regiones insurgentes en el Estado central de Chhatisgarm era emboscada por la guerrilla con el resultado de 17 cargos políticos muertos.
Al mismo tiempo que India busca una nueva colocación en el tablero mundial como potencia emergente miembro de los BRICS, las profundas desigualdades sociales, la miseria de un gran parte de la población y la atomización política defendida con uñas y dientes por las castas superiores regionales para mantener sus privilegios se levantan como el mayor obstáculo para cualquier avance sostenido y de conjunto para el país.