La disputa verbal entre el jefe del Ejecutivo y el capitán del PSOE tiene más de apariencia que de realidad, pues ambos políticos van asumiendo que pierden el favor de los españoles y que el agravamiento de la crisis económica y constitucional les situará ante el dilema de recapacitar sobre sus actos y dar un giro político o bien entenderse para frenar momentáneamente el descontento de la sociedad. A la vista de la experiencia de todos estos años, no tengo dudas de que sucederá lo segundo y que, más pronto que tarde, quizá después de mayo, nos desayunemos con la escena del acuerdo, con foto en el Palacio de la Zarzuela incluida. Sobre los contenidos del mismo podemos aventurar que, en lo político, se preocuparán de la Corona y de Cataluña, las dos C a las que se ha referido editorialmente Vozpópuli, y, en lo económico, se esforzarán en conjurar los problemas de la deuda, que pueden reverdecer a las primeras de cambio porque es claramente insostenible. No sé qué actitud adoptarán las restantes fuerzas parlamentarias, pero es claro que los protagonistas del pacto tratarán de conseguir oxígeno y tiempo a la espera de algún milagro, porque el final de esta película española resulta impredecible en un contexto convulso en lo nacional y en lo europeo.
Espectáculos amañados de fin de semana
Ya hay que hacerse a la idea de que cada fin de semana asistiremos a los ejercicios de precalentamiento electoral de los partidos, que empiezan por intentar suturar los desgarros o arañazos que surgen en los dos principales, como consecuencia de insatisfacciones personales o ideológicas. Desde su punto de vista es comprensible que les preocupen las fugas y las disidencias públicas, teniendo en cuenta que hablamos de un sistema partidario muy cerrado en el que la obediencia a los que mandan es el valor supremo para medrar. Pero desde la perspectiva de la gente común los espectáculos de autoafirmación y de propaganda carecen de interés hasta el punto de producir indiferencia, en el supuesto más benévolo, o enfado, que es lo que últimamente abunda. La brecha de los desencuentros entre los ciudadanos y los dos partidos principales se va ensanchando en la medida en que estos continúen haciendo oídos sordos a los problemas reales y se nieguen a hacer autocrítica o a dar explicaciones sobre las corrupciones que han dado tanto que hablar y que circulan en los procelosos mares de los juzgados. A lo más que llegan es a alabar la capacidad de sacrificio del sufrido pueblo y a decir que ahora empieza lo mejor del resto de nuestras vidas.
El valor de las imágenes es inestimable y por eso les propongo que contrasten las reuniones de los dos grandes partidos y los asuntos “debatidos” en ellas durante el fin de semana con las protestas de los empleados de Coca-Cola, fenómeno impensable e inexplicable, y de las mujeres que se sienten agredidas por la reforma del aborto. Son dos botones de muestra de que estamos inmersos en un diálogo para besugos entre dirigentes y ciudadanos que no conduce más que al desánimo o a la rebeldía de los segundos, que no se dejan seducir por las loas cínicas que se les lanzan. A ello se suma la convicción, cada vez más arraigada, de que el teatro político se ha transformado en un teatrillo en el que hay un reparto de papeles entre actores que se dan pellizcos de monja, amplificados con la sobreactuación, sin enfrentar en serio las causas de los males nacionales. La noria de las promesas vanas sigue girando sobre los barrizales del solar español.
España y la geopolítica europea
Los restantes grupos parlamentarios, exceptuados los nacionalistas vascos y catalanes que pugnan por salir del redil constitucional, se debaten entre mejorar sus posiciones dentro del establisment actual o explorar horizontes nuevos. En función de lo que decidan, estará su actitud sobre ese pacto PP-PSOE que vislumbro en los meses venideros. Cada cual deberá valorar las consecuencias de sus acciones sin perder de vista una realidad que se va imponiendo a todas las demás, que es que ni tirios ni troyanos confían en las capacidades del régimen del 78 para romper los maleficios que han caído sobre nosotros. De ahí que unos, los mandamases, opten por seguir ‘al tran tran’, mientras el cuerpo social aguante, y otros se mantengan en el cruce de caminos, oteando los vientos nacionales y los que puedan venir de allende los Pirineos, porque la Europa continental está en ebullición y la geopolítica vuelve a recuperar el primer plano en los intereses de las grandes potencias.
España forma parte de esa ebullición y de la geopolítica continental por dos razones: es una gran economía maltrecha y sobre endeudada, cuyo Estado vive bajo la amenaza cierta de la ruptura territorial, sin que a estas alturas se conozca cómo se van a enjaretar ambos asuntos por parte de quienes tienen la responsabilidad de hacerlo. En Múnich ¡qué casualidad! los grandes- EEUU, Rusia y Alemania- están tratando el destino de Ucrania y puede que después llegue nuestro turno, porque da la impresión de que la política oficial española basa todas sus expectativas en las decisiones y controles foráneos. Ya lo ha afirmado el jefe del Gobierno, el gran cambio español es que vamos traspasando rápidamente la soberanía y el mando a otros. Y éstos harán lo que les convenga a ellos, no a nosotros.