Editorial

La elección de Trump, desafío para España

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca supone un giro en las relaciones internacionales y un reordenamiento de la cadena de países bajo hegemonía norteamericana, en la que España, como eslabón débil, va a sufrir especialmente las sacudidas del nuevo orden mundial.

El desplazameiento de los intereses geoestratégicos de Estados Unidos hacia Asia-Pacífico, relega a Europa a un papel más secundario. Y España, como país integrado en la UE, vamos a estar sometidos al aumento de las fracturas de desintegración europea en el terreno político y económico y a un nuevo papel de la OTAN en el terreno militar.

Pero que Europa vea degradada su categoría no quiere decir que se relaje el dominio sobre nuestro país, sino todo lo contrario, debemos prepararnos para mayores exigencias y más intervención de Washington en todos los terrenos. Lo más previsible es que la nueva Administración potencie las exigencias a través de la intervención directa y bilateral al margen de Bruselas.

En lo económico para que las reformas que garantizan los beneficios de las multinacionales norteamericanas se mantengan, incluso se profundicen. Y sobre todo para que las puertas de acceso a nuevos sectores de nuestra economía se abran aún más para los grandes capitales norteamericanos. Sin descartar repercusiones, ahora mismo imprevisibles de su vuelta al “nacionalismo económico”, en la actuación de sus multinacionales en nuestro país.

En el terreno militar Trump ya ha advertido que los “aliados europeos tienen que aumentar su contribución a su propia defensa y a la lucha contra el terrorismo”. Sobre nuestro país se van a redoblar las presiones para que aumente los “tributos de guerra”, duplicando ya los presupuestos de Defensa (otros 10.000 millones de euros), y para aumentar la presencia militar española en escenarios de guerra con tropas de combate sobre el terreno. Amén del nuevo papel que el Pentágono asigne a las bases norteamericanas.

Rajoy ya se ha ofrecido, en su mensaje de felicitación a Trump, a hacer frente juntos “a los desafíos y amenazas existentes en la escena internacional”, y a seguir “trabajando para reforzar la relación que nos une a EEUU, socio indispensable.”

El problema principal al que nos enfrentamos no es, como dice la mayoría de la izquierda, a un Trump “reaccionario”, que lo es. Sino a su línea para aumentar el dominio sobre nuestro país y sus proyectos de intervención y el saqueo.

La defensa de la soberanía nacional, relegada y silenciada también desde la izquierda en los últimos años (se han llegado a proponer generales de la OTAN como candidatos) pasa a estar cada vez más en primer plano. Afrontarla y avanzar en ella será imprescindible para hacer frente a los nuevos retos que nos plantea la era Trump y dar una salida favorable a las demandas de nuestro pueblo.

Estamos ante nuevos desafíos, pero también ante nuevas oportunidades para forjar una unidad amplia que haga frente a las imposiciones del Imperio.