«Los datos del Banco de España muestran además que desde el año 1995, el endeudamiento de las regiones no ha parado de crecer, batiendo en cada ejercicio récords históricos, a pesar del compromiso de estabilidad presupuestaria adquirido en los últimos años. La comunidad autónoma con mayor volumen de deuda en el tercer trimestre fue otra vez Cataluña, con 24.054 millones de euros, superando el 28,6% del total de la deuda acumulada en el conjunto de las comunidades.» (EXPANSIÓN)
ABC.- Ni siquiera el regreso anoche de Haidar a El Aaiún one fin a un problema del que quedan muchas ramificaciones oscuras acerca de lo que ha pasado estos días, de lo que debe suceder en el futuro y de sus consecuencias para la política exterior española en Marruecos y en el conflicto del Sahara. Al final, ha sido Francia la que se cobrará el precio de resolver este desastre, precisamente el país que más interés tiene en neutralizar la influencia de España en el Norte de África. El coste de la impericia del ministro de Exteriores, que desde el primer momento se negó a valorar la trascendencia de la situación de Haidar y de su expulsión por parte de las autoridades marroquíes, ha sido enorme. EL PAÍS.- En realidad, la nueva estrategia está construida sobre una simulación, un espejismo: que las tropas estadounidenses están en Afganistán apoyando a un Gobierno afgano. En esto reside la simulación porque, aunque Karzai sea originario de aquellas tierras, la verdad es que era un emigrante que vino en los furgones del Ejército norteamericano y que su Gobierno fue instalado por Estados Unidos. EE UU acusa a Karzai y a sus auxiliares de ser corruptos. Pero, ¿de qué extrañarse? El ciudadano de un país ocupado que se pone al servicio del invasor no lo hace nunca por patriotismo, lo hace por dinero y cuanto más, mejor. La corrupción está en la naturaleza de ese tipo de gobierno, que no es afgano sino impuesto por EE UU. Es ese Gobierno de mercenarios el que está apoyando a EE UU aunque lo haga mal. La pantomima de elecciones representada en ese país bajo la ocupación, es parte del simulacro. Economía. Expansión La deuda de las autonomías alcanza su máximo histórico La deuda de las comunidades autónomas aumentó un 33,2% en el tercer trimestre del año en comparación con el mismo periodo del año anterior, hasta registrar 83.843 millones de euros (el 7,9% del PIB), la cifra más alta de toda la serie histórica, según datos del Banco de España. El endeudamiento autonómico se ha acentuado como consecuencia de la crisis económica, que está provocando un incremento de los gastos y una caída muy importante de la recaudación. En comparación con el último trimestre de 2008, la deuda de los gobiernos autonómicos creció un 22,6%. Los datos del Banco de España muestran además que desde el año 1995, el endeudamiento de las regiones no ha parado de crecer, batiendo en cada ejercicio récords históricos, a pesar del compromiso de estabilidad presupuestaria adquirido en los últimos años. La comunidad autónoma con mayor volumen de deuda en el tercer trimestre fue otra vez Cataluña, con 24.054 millones de euros, superando el 28,6% del total de la deuda acumulada en el conjunto de las comunidades. Después de Cataluña, se situó Valencia (14.533 millones de euros), que vuelve a ocupar el segundo lugar por delante de Madrid, cuya deuda ascendió a 11.173 millones de euros en el tercer trimestre. Entre las tres, acumulan el 59,3% del total del endeudamiento regional. A continuación, figuran Andalucía (9.580 millones de euros), Galicia (4.394 millones), Baleares (3.273 millones), Castilla-La Mancha (3.154 millones), Castilla y León (2.738 millones de euros), Canarias (2.081 millones), Aragón (1.833 millones), País Vasco (1.684 millones), Murcia (1.335 millones) y Navarra (1.008 millones). Por debajo de la barrera de los 1.000 millones de euros, se encuentran Extremadura (998 millones), Asturias (958 millones, Cantabria (530 millones) y La Rioja (516 millones). Ninguna comunidad autónoma ha conseguido reducir su endeudamiento respecto al mismo periodo de 2008, y destaca el incremento del 262,9% en el caso del País Vasco, el 81,1% de Murcia o el 64,8% de Canarias. Valencia, la más deudora Tomando el ratio deuda/PIB, Valencia vuelve un trimestre más a situarse a la cabeza de la deuda autonómica, con un volumen que alcanza el 14,1% de su PIB, seguida de Baleares (12,3%), Cataluña (12,1%), Castilla-La Mancha (8,8%) y Galicia (8%), todas ellas por encima de la media (7,9%). Los porcentajes son menores en Andalucía (6,6%), La Rioja (6,5%), Madrid (5,9%), Extremadura (5,7%), Navarra (5,6%), Aragón (5,5%), Canarias (4,9%), Murcia (4,9%), Castilla y León (4,8%), Asturias (4,1%), Cantabria (3,9%) y País Vasco (2,5%). Los ayuntamientos deben casi un 13% más que hace un año Por su parte, las corporaciones locales arrojaron una deuda de 34.546 millones de euros en el tercer trimestre de 2009, el 3,3% del PIB, lo que representa un aumento del 13,2% sobre el mismo periodo del ejercicio precedente. Del total de la deuda de las corporaciones locales, la mayor parte (28.297 millones) corresponde a los ayuntamientos, con un incremento del 12,9%, y de esta cifra, 14.627 millones pertenecen a capitales de provincia (incluidas las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla). La deuda de los ayuntamientos de más de 500.000 habitantes (Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla, Valencia y Zaragoza) alcanzó los 10.730 millones de euros, lo que supone un incremento del 12,6%. Destaca, sobre todo, el incremento del 13,3% de la deuda del consistorio de la capital, que sumó 7.364 millones de euros, más de diez veces más que la deuda del ayuntamiento de Barcelona, que se situó en 725 millones. EXPANSIÓN. 18-12-2009 Editorial. ABC Puntos oscuros en el caso Haidar SI la hospitalización de la militante saharaui Aminatu Haidar después de 32 días en huelga de hambre ha sido la circunstancia que ha facilitado una salida para su dramática situación humanitaria, no cabe más que felicitarse por ello. Con todo, ni siquiera el regreso anoche de Haidar a El Aaiún pone fin a un problema del que quedan muchas ramificaciones oscuras acerca de lo que ha pasado estos días, de lo que debe suceder en el futuro y de sus consecuencias para la política exterior española en Marruecos y en el conflicto del Sahara. Si hay algo que ha quedado claro es que el Gobierno ha mentido cuando afirmaba que no tenía responsabilidad directa en el hecho de que se autorizase la entrada en España de una persona expulsada del aeropuerto de El Aaiún, porque el propio Miguel Ángel Moratinos ha reconocido que siempre estuvo al corriente de lo que pensaban hacer las autoridades marroquíes y no hizo nada por contrarrestarlo. Cuando el Gobierno endosaba la responsabilidad a los agentes de policía del control de pasaportes o a «autoridades administrativas» estaba sencillamente ocultando la verdad. El ministro de Asuntos Exteriores ha intentado implicar —que se sepa— a Estados Unidos, a la Unión Europea, a Francia y hasta a las Naciones Unidas para buscar la salida de una crisis de la que él ha sido el principal responsable. Y si al final ha logrado un auxilio decisivo hay que reconocer que ha sido después de recibir el desdén de la mayor parte de las instancias a las que había acudido. La arriesgada política exterior dedicada a halagar a toda costa las relaciones con Marruecos se traduce en que , en caso de controversia, Rabat sólo tiene en cuenta sus propios intereses y que, en estos casos, los demás se lavan las manos. Al final, ha sido Francia la que se cobrará el precio de resolver este desastre, precisamente el país que más interés tiene en neutralizar la influencia de España en el Norte de África. El coste de la impericia del ministro de Exteriores, que desde el primer momento se negó a valorar la trascendencia de la situación de Haidar y de su expulsión por parte de las autoridades marroquíes, ha sido enorme. Que haya evitado in extremis y gracias a la ayuda de tercetros un desenlace fatal del caso Haidar es un magro resultado para un ministro que llegó a su despacho hace más de cinco años precisamente anunciando que la solución del conflicto del Sahara Occidental era una de sus prioridades. ABC. 18-12-2009 Opinión. El País ¿La guerra de Bush o la de Obama? Santiago Carrillo No parece aventurado pensar que detrás del discurso de Obama sobre la nueva estrategia en Afganistán hay varias semanas de duro contraste entre el presidente y el Pentágono, en las que se ha llegado a un compromiso cargado de riesgos. ¿En qué se diferencia esta nueva estrategia de la de Bush? Es más probable que una nueva escalada en la guerra, con miles de muertos civiles, en vez de atraer a la población afgana, fortalezca a los talibanes y multiplique la participación de musulmanes de otros países. La implicación mayor de Pakistán al lado de Estados Unidos, ¿no compromete gravemente la estabilidad del Gobierno de este país, ya muy frágil? En realidad, la nueva estrategia está construida sobre una simulación, un espejismo: que las tropas estadounidenses están en Afganistán apoyando a un Gobierno afgano. En esto reside la simulación porque, aunque Karzai sea originario de aquellas tierras, la verdad es que era un emigrante que vino en los furgones del Ejército norteamericano y que su Gobierno fue instalado por Estados Unidos. EE UU acusa a Karzai y a sus auxiliares de ser corruptos. Pero, ¿de qué extrañarse? El ciudadano de un país ocupado que se pone al servicio del invasor no lo hace nunca por patriotismo, lo hace por dinero y cuanto más, mejor. La corrupción está en la naturaleza de ese tipo de gobierno, que no es afgano sino impuesto por EE UU. Es ese Gobierno de mercenarios el que está apoyando a EE UU aunque lo haga mal. La pantomima de elecciones representada en ese país bajo la ocupación, es parte del simulacro. Mi impresión es que Obama ha sido forzado a aceptar la continuación de la guerra de Bush, que, a los ojos de muchos, empieza a ser la suya. Así, la lucha contra el terrorismo sigue siendo una guerra, como quería Bush, en la que cada día pueden apuntarse más países. Obama trata de que se impliquen más los de Occidente. Pero por Oriente también se extiende. Pakistán, que ya está implicado, corre el peligro de dar un vuelco que le sitúe enfrente. Y, atención a lo que puede pasar con Irán. ¿Hasta dónde puede llevar esta estrategia? Porque una nueva escalada en Afganistán para "terminar la guerra en 18 meses" va a hacerse procurando que la pérdida de vidas norteamericanas sea mínima, lo que significa que los daños colaterales, es decir, la pérdida de vidas de la población musulmana, incluidos mujeres, niños y ancianos, puede ser enorme. Esto provocará una reacción muy fuerte en todo el mundo musulmán y más allá, incluso en Estados Unidos y en Europa. La reciente crisis del Gobierno alemán es prueba de ello. Obama puede perder así el apoyo de la izquierda americana y, si a esto se une el odio cerval de la derecha que está llegando ya a extremos delirantes, las formidables ilusiones despertadas en su país y en el mundo entero habrían sido sólo eso: ilusiones, sueños. El golpe de timón que Obama se proponía dar a la política de Estados Unidos y, como consecuencia, a toda la política mundial corre el peligro de quedar sin efecto. Reconozco que cambiar profundamente el rumbo de una potencia como ésta, orientada largos años hacia un objetivo, la dominación mundial, es una tarea muy difícil. Se han ido creando poderes fácticos, ajenos a principios democráticos, muy potentes. Eisenhower, al abandonar la presidencia, llamó ya la atención sobre el "complejo militar-industrial": el Pentágono, los lobbies financieros e industriales, los múltiples servicios secretos habituados a la impunidad, los grandes medios de comunicación controlados por las finanzas. Todo esto constituye un poder enorme que puede anular los resultados de la voluntad popular. Una estrategia militar salida de una transación entre dos criterios opuestos, como es ahora el caso de Afganistán, no suele dar resultado. Una guerra no suele conducirse así. Pero si además se basa en una simulación de la realidad, en la esperanza de que el sistema que corona Karzai deje de ser corrupto y pueda sustituir al Ejército de ocupación, y todo esto además en el plazo de un año, parece más bien una quimera. Si el Pentágono la ha aceptado, lo más probable es que piense obtener más refuerzos en 2011, cuando se compruebe que la nueva estrategia no ha modificado el panorama militar. Por cierto, que el panglosiano secretario general de la OTAN, más cerca del Pentágono que de Obama, advierte ya -corrigiendo a éste- que "transición no quiere decir estrategia de salida". Treinta mil o 40.000 soldados no van a evitar un nuevo Vietnam. Hay que recordar que hace unas semanas 20.000 soldados paquistaníes iniciaban una ofensiva para limpiar de talibanes la frontera, operación que se consideraba muy importante. A los dos días ya no se ha vuelto a hablar más de ella ni de los 20.000 soldados. ¿Qué va a hacer Europa? En nuestro continente parece que muy pocos Gobiernos están encantados con la solución que se propone y la mayoría de los ciudadanos son contrarios a ella. Pero hay una inercia que consiste en respaldar siempre las iniciativas americanas, inercia que podría imponerse en la reunión prevista para el próximo 25 de enero. Sería un error en el que el Gobierno español no debería incurrir. Ya ha muerto demasiada gente en guerras sucias e injustas. Hay que evitar que la lucha contra el terrorismo sea la tercera guerra mundial como imaginaba Bush. EL PAÍS. 18-12-2009