“Esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado”. Estas palabras de Puigdemont, dirigidas por mensaje al diputado de ERC Toni Comín -captadas por una cámara de televisión y emitidas en el Programa de Ana Rosa, de Tele 5- revelan el estado de auténtica debilidad, de evidente retroceso del campo del independentismo.
Hace unos días la imagen distorsionada de un independentismo en avance y recuperando la iniciativa tras los resultados del 21-D -que les siguen una exigua mayoría parlamentaria y la llave la Generalitat- comenzaba a resquebrajarse, mostrando no ya los límites de un secesionismo que se mantiene en el 37% del censo, sino su debilidad ante unos resultados que vuelven a mostrar que quien avanza es la mayoría social de Cataluña que apuesta por la unidad.
Aunque los resultados del 21-D les permitan formar gobierno y seguir en las instituciones catalanas, las palabras de Puigdemont revelan hasta que punto el procés ha sido sepultado por una mayoría social catalana que está por la unidad.
Los partidarios de generar una nueva confrontación con el Estado español, intentando una vez más la «internacionalización» del problema y el uso del victimismo -encabezados por Puigdemont- mostraban unas fisuras cada vez más evidentes con los sectores independentistas más pragmáticos (nucleados en torno a ERC), que buscan ante todo la recuperación de la Generalitat y el cese del 155. Y mientras tanto, el procés -la vía unilateral a la independencia- había quedado sepultada en una opinión pública en la que hasta la 50% de las bases de JxCat y el 61% de las de ERC optaban en las encuestas por cejar en el camino de la confrontación.
Ahora, del repliegue ordenado hemos pasado a la desbandada, al hacerse palmario que lo que dicen en sus declaraciones y manifiestos en la prensa… es exactamente lo opuesto a lo que piensan y valoran en privado.
Al mismo tiempo que un Puigdemont -ante la imposibilidad de ser investido por el aplazamiento del pleno del Parlament- enviaba un mensaje público a las redes sociales reafirmándose en que «no hay otro candidato ni combinación aritmética posible», mandaba un mensaje privado al diputado de ERC Toni Comín (otro de los fugados en Bélgica) con el siguiente texto: «Supongo que tienes claro que esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado, al menos a mí. Vosotros seréis consellers (espero y deseo) pero yo ya estoy sacrificado, tal y como sugería [Joan] Tardá». En los mensajes Puigdemont admite ante Comín que se vuelven a vivir «los últimos días de la Cataluña republicana». «El plan de Moncloa triunfa, solo espero que sea verdad y que gracias a esto puedan salir todos de la cárcel porque si no el ridículo histórico, es histórico», dice el expresident.
La confesión de derrota está despojada de cualquier épica, colectiva o individual. «No sé lo que me queda de vida (¡espero que mucha!), pero la dedicaré a poner en orden estos dos años y a proteger mi reputación. Me han hecho mucho daño con calumnias, rumores, mentiras que he aguantado por un objetivo común. Esto ahora ha caducado y me tocará dedicar mi vida a la defensa propia», escribe Puigdemont.
Todavía peligrosos… pero divididos
Los mensajes de Puigdemont han radiografiado la situación de severa debilidad, de fuerte retroceso y de división del campo independentista. Los tiempos del procés y de la DUI han pasado. Pero de ninguna manera hay que bajar las defensas ni dejar de preparar la próxima batalla.
Las élites independentistas no van a desaparecer, ni tampoco lo que les da sustento y de la cual son su expresión política, una burguesía burocrática catalana que volverá a hacerse con la Generalitat y que cuenta con una más que demostrada capacidad de encuadramiento de amplios sectores de la sociedad catalana. Tampoco van a desaparecer los intereses de centros de poder mundial en mantener abierta la herida de Cataluña para poder intervenir oportunamente en España, en pos de sus intereses imperialistas.
Pero los hechos han confirmado que hoy la situación es mucho más favorable para la defensa de la unidad, y mucho más desfavorable para quienes apuestan por la división y la disgregación. La desbandada de los que -como Puigdemont- representan su línea más aventurera y peligrosa es una buena noticia.