Terriotorios í‰ticos

La culpa y la indiferencia

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Sigmund Freud acertó. La culpa me impide no hacer nada.

Podría haberme dedicado a gestionar mejor los recursos para sobrevivir. Asumir con resignación mi Cátedra hasta la jubilación o transitar mejor los pasillos en donde uno aprende a obtener de los políticos mayores cuantías en las subvenciones. No. Todo eso no me ha resultado fácil hacerlo. Lo he intentado pero no me ha salido muy bien.

En el camino me ha sido inevitable descubrir algunas cosas. Un impulso sujeto a no ser indiferente a lo que me afecta; todo ello alimentado por la culpa que se imagina como consecuencia de las malas decisiones, me ha traído hasta aquí.

La culpa por proceder de una u otra manera, ha sido un sentimiento que no he podido controlar. No soy nada original. Me parezco a mis alumnos o a una buena parte de la sociedad. Tengo impulsos humanitarios de no muy larga duración. El dinero como factor que explica la búsqueda de la supervivencia acaba siendo un límite. Una vez asumido esto es fácil quedarse callado.

Lo he vivido. Lo vivo. A veces pienso que es posible triunfar sobre uno mismo. Batallar contra el deseo convencional de ser aceptado y premiado por una sociedad que una sabe patológicamente infectada. Sin embargo algo neurótico nos lleva a la repetición buscando esa recompensa que parece pedir un reconocimiento eterno.

Contra todo eso escribo libros o me aplico en proyectos como Tejido Abierto. Buscar una legitimidad moral por sobre todas las cosas. La distancia con las recompensas económicas me acerca a la sutura de las viejas y conocidas culpas.

El gran espectáculo

Algo se avecina en esta Europa que siga tratando de estar cerca del bienestar mientras se nutre con nuevas y cada vez más relevantes contradicciones.

No hay que ser un profesional de la sociología para poder augurarlo. Eso que se viene con aromas de catástrofe que nos van llegando en oleadas sucesivas. Las realidades golpean para entrar en nuestras vidas. No parece muy agradable lo que se viene pero será espectacular. Así lo hemos aprendido y nadie quiere perdérselo. «…alrededor de eso que nos salva de la indiferencia»

Mientras tanto nuestros actores que han triunfado siguen vendiendo perfume antes del telediario. Son nuestros representantes. Una parte de la historia posmoderna que no parece tener sujeto ni práctica transformadora. De Marx a Heidegger. De los rojos a los verdes. Del barrio al adosado. Del cambio revolucionario a la huerta. Sin más. Del sujeto al objeto. Del individuo a la cosa.

Toda se ha solucionado para siempre. Nos han asediado y al final nos han conquistado. Sin violencia excesiva. Con el bienestar como emblema. Con caricias. Entre el cine made in USA, la televisión made in Europe y el Internet de la aldea global, se han apoderado de nuestra voluntad y nos hemos dejado llevar. Una violación en toda la regla y sin embargo un cierto placer nos envuelve. No siempre la violencia duele. Nos tendrán muy entretenidos hasta que nos den por muertos. Es lo que hay.

Y giraba y giraba

Hay algo mas. Y giraba y giraba la rueda y el agua pasaba… dice Federico Garcia Lorca y yo lo escuché y lo dice en Bodas de Sangre una actriz, de las que me dan felicidad porque ama con pasión lo que actúa. La escucho en los ensayos y sigo girando. Alrededor de lo que me gusta pero también alrededor de eso que nos salva de la indiferencia.

Algo sigue. Algo queda.