«Y lo dejó patente porque el presidente del Gobierno no ganó un debate en el que, sin embargo, tampoco se impuso Mariano Rajoy, cada cual aferrado a una idea única y reiterativa, además de acertada en ambos casos. No le faltó razón al líder de la oposición cuando acusó a Zapatero de estar gobernando contra el programa por el que fue elegido. Como tampoco el presidente del Gobierno estuvo equivocado cuando reprochó a Rajoy que no desvelara sus propuestas.» (EL PAÍS)
EL MUNDO.- Debate duro, bronco. Zaatero y Rajoy continuaron una tradición a la que ya nos tienen acostumbrados: al enemigo, ni agua. El Debate de ayer no le servirá al presidente para recuperar la credibilidad perdida. Más bien puso de manifiesto su soledad en la Cámara; como también la dificultad de Rajoy para construir una alternativa con los votos de los grupos minoritarios. El bloqueo está servido. CINCO DÍAS.- El debate sobre el estado de la nación, del que todo el mundo esperaba soluciones a los problemas reales del país, se convirtió ayer en un mitin preelectoral que devalúa la escasa confianza de la ciudadanía en los políticos. Aunque tanto el presidente del Gobierno como el líder del principal partido de la oposición identificaron las dificultades por las que atraviesa la economía española, no aportaron ni una sola solución novedosa. Editorial. El País Ni vencer ni convencer La primera jornada del debate sobre el estado de la nación dejó patente la urgente necesidad de un impulso político frente a los dos principales problemas que quedaron simplemente enunciados, la crisis económica y los efectos de la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña. Y lo dejó patente porque el presidente del Gobierno no ganó un debate en el que, sin embargo, tampoco se impuso Mariano Rajoy, cada cual aferrado a una idea única y reiterativa, además de acertada en ambos casos. No le faltó razón al líder de la oposición cuando acusó a Zapatero de estar gobernando contra el programa por el que fue elegido. Como tampoco el presidente del Gobierno estuvo equivocado cuando reprochó a Rajoy que no desvelara sus propuestas. La yuxtaposición de ambos discursos, que nunca llegaron a encontrarse, impidió identificar las diferencias entre lo que aplica el Gobierno y lo que propone la oposición. El balance de la situación económica dibujado por Zapatero se ajustó a lo que se esperaba, no tanto por su inveterada tendencia al optimismo, como por el hecho de que, en esta ocasión, no disponía de margen para hacer nada distinto. El presidente llegó al debate con la tarea todavía pendiente de acompañar el drástico giro en materia económica con un gesto político a la altura, a fin de clausurar la etapa de negación de la crisis y de restaurar su deteriorada credibilidad. Este fue el flanco en el que se instaló Rajoy, limitándose a señalar, hasta casi el regodeo, las contradicciones entre lo que Zapatero afirmó hasta mayo y lo que ha venido sosteniendo desde entonces. Ni el presidente anunció nuevas medidas, renunciando a los golpes de efecto, ni Rajoy fue más allá de decir que las iniciativas en marcha coinciden con las que él venía reclamando. Y, sin embargo, el debate de ayer hubiera sido el marco idóneo para evaluar la estrategia económica finalmente adoptada por el Gobierno -recorte del gasto público, reforma del mercado laboral y saneamiento del sistema financiero-, como también para fijar políticas esenciales de reforma, tales como las pensiones. El presidente reconoció que es mejor reformar hoy que lamentarlo mañana; pues bien, el sistema de pensiones necesita de un cambio meditado, pero indudable, de las condiciones de cálculo y jubilación. Si esas invocaciones reformistas aparecieron -como, por cierto, la reconducción de la política energética- fue de pasada, como lances de esgrima. Zapatero anunció un recorte de 11.000 millones en el gasto de las autonomías y otros 20.000 en el de la Administración central en 2011. La envergadura de las cifras exigiría ampliar cuanto antes los frentes a los que se dirige la acción del Gobierno, para evitar improvisaciones y garantizar un reparto equitativo del esfuerzo. Los efectos de la sentencia sobre el Estatuto sirvieron a Rajoy y a Zapatero de nueva oportunidad para cruzar reproches. Ambos se mostraron, sin embargo, implícitamente de acuerdo en que el fallo del Constitucional ha cerrado al asunto. Fue Duran i Lleida quien advirtió de que la situación es exactamente la contraria, aludiendo al posible desplazamiento de la política catalana hacia el independentismo. Zapatero insistió en mostrarse satisfecho con la sentencia, a expensas de algunos eventuales retoques legislativos. Y aunque Rajoy no tuvo ocasión de pronunciarse, todo hace suponer que también en este punto confía en que la eventual victoria del Partido Popular en unas elecciones anticipadas opere como un bálsamo. No solo resulta dudoso, sino que, además, su insistente petición de disolver las Cámaras hizo caso omiso de la mecánica parlamentaria. En su mano tiene presentar una moción de censura. En cualquier caso, la continuidad de un Ejecutivo depende de las mayorías que reúna para gobernar, no de las presiones en el vacío del líder de la oposición. Economía La deuda de la banca española con el BCE alcanza un récord en junio Í. de Barrón El Banco Central Europeo (BCE) se ha convertido en el financiador último de las entidades españolas. Ante el cierre de los mercados, que se secaron para bancos y cajas de ahorros ante la enorme desconfianza que existe entre los inversores, el único sitio al que se pudo recurrir fue a la entidad presidida por Jean-Claude Trichet. Eso ocurrió en junio, cuando la deuda del sistema financiero con el BCE alcanzó 126.300 millones, el importe más alto de la historia del euro (1999), y un 47,5% más que el mes anterior, según datos del Banco de España. Esta cifra, que representa el saldo vivo medio que las entidades residentes en España han pedido prestadas al BCE, supone un 78,6% más que en junio de 2009. En mayo y junio fue el momento álgido de los rumores de supuestos problemas de la deuda soberana y de las consabidas inversiones inmobiliarias que afectaban a los balances bancarios, lo que disparó la desconfianza entre los inversores. Con este mar de fondo, se unieron varios factores que agudizaron los problemas. Por un lado, no había compradores de los títulos a corto plazo, denominados repos y papel comercial; tampoco fue posible colocar otros activos financieros de medio y largo plazo, sobre todo cédulas hipotecarias. Por si esto fuera poco, en junio todavía estaba activa la guerra del pasivo que lanzó el Santander con depósitos al 4%. Esto actuó como un aspirador de dinero que hizo pasar apuros a los competidores. A la vez, las entidades se prepararon para hacer frente al vencimiento del BCE, que retiró el 30 de junio, 442.240 millones adjudicados a un tipo fijo del 1% un año antes. Al final solo se solicitaron 131.933 millones con vencimiento a tres meses. Es decir, 310.000 millones menos de los que iban a vencer. En total, el BCE prestó en junio 496.616 millones, un 17,5% menos que hace un año y un 4,24% menos que en mayo pasado. Las entidades españolas pidieron la cuarta parte del total frente al 14% de los últimos meses. La primera cifra se compara mal con el peso de las entidades en el eurosistema, que está alrededor del 10%. En otras ocasiones, la banca alemana ha solicitado el 40% de lo colocado, aunque ahora no es posible compararla porque otros bancos centrales no ofrecen la información de otros países con tanta rapidez como el Banco de España. La Asociación Española de Banca (AEB) resaltó ayer que las entidades utilizan las facilidades que ha puesto el BCE para su negocio y que si obtienen estos préstamos es porque tienen los activos de calidad exigidos como garantía de los créditos. Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto, comentó ayer que su entidad ha pedido 2.500 millones al BCE pese a contar con un exceso de liquidez de 7.000 millones. "Es un tema de buscar financiación barata para obtener márgenes prestándolo a precios más altos", comentó. El presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, aseguró ayer que el recurso de los bancos y cajas españoles al BCE está "en niveles ajustados al peso de su sistema financiero". En un coloquio en el Círculo Ecuestre de Barcelona, Rato recordó que, en mayo, España captó el 12,5% de los recursos del BCE, cuando su peso en el conjunto de la Unión Monetaria es del 10%. "Eso es más de lo que somos en el sistema, pero no estamos fuera de lugar", sostuvo. "Alemania también está por encima de su peso. El problema es de reputación", añadió, informa Lluís Pellicer. Rato defendió en su intervención el sistema financiero español, cuya solvencia está por delante de Italia, Francia, Alemania o Reino Unido. En su opinión, el principal obstáculo de España está en el mercado de la deuda soberana, puesto que las primas se han disparado respecto a otros países. "Ahí hay un problema de credibilidad respecto a la economía mundial que merece una respuesta contundente", afirmó. El presidente de la caja también destacó el "tsunami regulatorio" que supondrá Basilea III que puede "cercenar" la recuperación económica europea. Por otro lado, la agencia de calificación Standard & Poor’s (S&P) confirmó los rating (calificación) de Santander y BBVA porque ambos están capeando relativamente bien la crisis económica y financiera mundial, según informó la agencia que, no obstante, mantiene la perspectiva negativa para los dos. S&P estima que ambos están demostrando resistencia a la ralentización económica global y la de sus principales mercados. EL PAÍS. 15-7-2010 Opinión. El Mundo La cruda realidad C. García Abadillo Debate duro, bronco. Zapatero y Rajoy continuaron una tradición a la que ya nos tienen acostumbrados: al enemigo, ni agua. Una vez que el presidente renunció a hacer anuncios en su discurso de apertura, toda la atención se centró en la intervención del líder de la oposición y en los turnos de réplica. Rajoy, como siempre, armó su ataque con ingenio y le recordó al presidente la rectificación total que se ha visto forzado a hacer en su política en los últimos meses. «Rodríguez Zapatero condena a Rodríguez Zapatero y se ofrece para salvarnos de Rodríguez Zapatero», ironizó. Sabe el líder del PP que el flanco débil del presidente está en la confianza y ahí le golpeó una y otra vez como un boxeador que castiga la ceja sangrante de su contrincante. Concluyó pidiendo elecciones anticipadas, su particular váyase, señor Zapatero. «Usted no tiene autoridad moral. Tiene el poder, pero no inspira confianza. Su tiempo se ha agotado y usted lo sabe», remachó. La respuesta del presidente fue tan contundente como previsible. «Yo pienso en España. Usted sólo piensa en su partido». Y, a partir de ahí, le reprochó la actitud del PP ante la crisis. Según el presidente, la oposición no sólo se ha negado a «arrimar el hombro», sino que «ha perjudicado la imagen de España». Ejemplo: el voto del PP en contra del ajuste. Zapatero, crispado, acusó al líder de la oposición de haber buscado la caída del Gobierno a sabiendas de que la no aprobación de los recortes habría sido letal para los intereses españoles. Pero cuando mayores aplausos arrancó Zapatero en su bancada fue cuando aseguró que, si hubiera contradicción entre sus intereses y los de España, optaría por «lo que necesite España». Es curioso que, en el Debate sobre el estado de la Nación, que llega tres días después del triunfo de la Selección en el Mundial, apenas se hicieran referencias futbolísticas ni patrióticas. El presidente lo mencionó de pasada al comienzo de su discurso. Rajoy, ni palabra. Y era el día para hacerlo. Sobre todo porque la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña ha desatado una crisis política de gran calado. Concretada no sólo en la manifestación soberanista del pasado sábado en Barcelona, sino -más importante- en la posición de desacato adoptada por el presidente de la Generalitat, el socialista Montilla. Zapatero abordó la cuestión para acusar a Rajoy de haber hecho anticatalanismo electoralista. «España no se ha roto», le espetó. El problema es tan grave que hasta el habitualmente sensato Duran concluyó su discurso advirtiendo de que, tras la sentencia del TC, «la Constitución no es la que nosotros pactamos». Reconoció que su inspirador es Miquel Roca, quien, en un artículo en La Vanguardia, situó la voluntad de los catalanes por encima de las leyes. Y, sin embargo, Rajoy pasó de puntillas sobre el tema, como si hubiera sumido el papel de malo de la película que le adjudicó el presidente del Gobierno. El Debate de ayer no le servirá al presidente para recuperar la credibilidad perdida. Más bien puso de manifiesto su soledad en la Cámara; como también la dificultad de Rajoy para construir una alternativa con los votos de los grupos minoritarios. El bloqueo está servido. EL MUNDO. 15-7-2010 Editorial. Cinco Días Un debate de espaldas a la realidad El debate sobre el estado de la nación, del que todo el mundo esperaba soluciones a los problemas reales del país, se convirtió ayer en un mitin preelectoral que devalúa la escasa confianza de la ciudadanía en los políticos. Aunque tanto el presidente del Gobierno como el líder del principal partido de la oposición identificaron las dificultades por las que atraviesa la economía española -cuantificables en la falta de empleo, el deterioro de la confianza, el encarecimiento y escasez del crédito y la ausencia absoluta de iniciativas emprendedoras por la incertidumbre general-, no aportaron ni una sola solución novedosa. Rodríguez Zapatero se limitó a suplicar consensos a todos los grupos para salvar el que seguramente es el punto de más baja credibilidad política de su carrera, todos ellos en base a las propuestas de reformas planteadas en el Parlamento de forma unilateral y con la urgencia de un decreto. Rajoy, mientras tanto, se limitó a recordar que el presidente es el principal obstáculo para que España recupere la credibilidad y la confianza que precisa la economía, y pidió un anticipo de las elecciones generales como receta mágica. Mientras esto ocurría en la carrera de San Jerónimo, el Banco Central Europeo hacía público un dato frío sobre la apelación de la banca comercial de la zona euro a su ventanilla de financiación: las entidades españolas han tomado recursos por valor de 126.000 millones de euros en el mes de junio, lo que supone uno de cada cuatro euros prestados por la autoridad monetaria. Tal proporción es más del doble de lo que la economía española representa en la zona euro, así como del peso específico que el sistema financiero español tiene en la Unión Europea. Además, la apelación a la ventanilla de financiación de Fráncfort ha crecido un 47% en sólo un mes. Tales datos revelan, tal como interpretan fuentes bancarias, la delicada situación en la que se encuentra la banca para captar liquidez ante la desconfianza que España genera en los mercados financieros. Es discutible si está o no justificada tal actitud de los mercados hacia España, pero la primera obligación del Gobierno y de la oposición es restablecer la confianza en España. Las pruebas de esfuerzo que los supervisores europeos han hecho a todas las entidades financieras y que serán publicadas el próximo 23 de julio, que deberían aclarar de una vez por todas la solvencia de la banca española, podrían quedar en agua de borrajas si no van acompañadas de dos cosas: reformas profundas de los mercados de bienes y servicios para restablecer el crecimiento en España, y un compromiso nacional para aplicarlas con el éxito que precisan. La desconfianza de los mercados podría estar amparada en la escasa credibilidad que proporciona un Gobierno que se ha visto obligado a cambiar de rumbo radicalmente, y sobre cuya convicción para practicar las políticas que se precisan tienen dudas razonables. Pero desde luego está también justificada en la falta de consenso nacional para ejecutar los sacrificios pedidos a la población y los cambios normativos dolorosos necesarios para garantizar el mantenimiento del Estado del bienestar en el futuro. Los mercados valoran por encima de todo la unidad de un país para conquistar su futuro, y que en España parece manifestarse únicamente en el deporte, pero en absoluto en la política. Tal pacto sólo es posible si se renuncia a los apriorismos políticos, ideológicos y electorales. El Partido Popular parece haberse metido de lleno a disputar el sprint electoral, y escurre su responsabilidad de ofrecer alternativas visibles en el que debe ser el debate político más importante del año. Dado que la situación económica es tan grave como relata, y que existe riesgo cierto de falta de financiación tanto para los emisores públicos como privados en España, lo más sensato es enmendar las propuestas del Gobierno hasta encontrar un punto de aceptación mutua, aunque sea menos atractivo electoralmente que agitar el malestar desde la oposición. El Gobierno, por su parte, debe presentar un programa completo de reformas, sin condiciones como las que ayer puso Rodríguez Zapatero a la laboral, que a su juicio no puede recortar los derechos de los trabajadores. Si reclama consenso, debe ofrecer flexibilidad en sus planteamientos. CINCO DÍAS. 15-7-2010