«El modelo establecido conllevó que los estados de tales países no podían protegerse frente a la especulación. Se prohibió que los bancos centrales de tales países pudieran imprimir dinero y con ello comprar su propia deuda pública, que es lo que hace un banco central frente al peligro de la especulación. Cuando los mercados financieros quieren crear una percepción de crisis, promueven la idea (por parte de sus instrumentos: las agencias de valoración de la deuda pública) de que la deuda pública de un Estado no es muy segura, y con ello incrementan los intereses de los bonos que los bancos y otras instituciones financieras compran (forrándose así)»
A artir del establecimiento del euro, fue el mal llamado Banco Central Europeo (BCE) el único que podía imprimir dinero. Y el BCE prestaba dinero a unos intereses bajísimos, a un 1%, a los bancos, pero no a los estados. Es más, al BCE no se le permitía tampoco comprar deuda pública de los estados. Y en el caso excepcional de que se viera forzado a hacerlo, como ahora, lo hacía comprando deuda pública a los bancos, a unos intereses elevadísimos. Era y es una práctica enormemente beneficiosa para la banca. Reciben dinero casi gratis (1% de interés) y con ello compran deuda pública con intereses muy elevados (6% en el caso de España) ingresando enormes cantidades de dinero público. Es la mayor transferencia de fondos del sector público al privado existente actualmente en cualquier país de la eurozona y ello como consecuencia de que el BCE no es un banco central, sino un enorme lobby de la banca (y muy en especial de la alemana y francesa). (PÚBLICO) EL PAÍS.- Las Bolsas europeas volvieron a desplomarse ayer a causa de los rumores sobre una inminente rebaja de la calificación de la deuda francesa, hoy triple A, como la alemana. De repente, debido a la inquietud de fondo de los inversores por las malas perspectivas de crecimiento en Europa y en Estados Unidos, la economía francesa se ha convertido en objeto preferente de atención, aunque sus fundamentos económicos no justifiquen el temor de los inversores. Ha bastado que Nicolas Sarkozy anunciara que ha pedido a su equipo económico nuevas propuestas para garantizar que se cumplen los objetivos de déficit para que haya corrido como la pólvora la interpretación de que las agencias de calificación habrían informado al Gobierno francés sobre una posible rebaja de su deuda. EL MUNDO.- El temor a que, tras EEUU, Francia sea el próximo país en ver cuestionada su solvencia financiera provocó ayer otro terremoto en las Bolsas. La decisión de Sarkozy de interrumpir sus vacaciones y convocar una reunión en el Elíseo con los principales miembros de su Ejecutivo para acordar nuevas medidas de ajuste llevó el pánico a los mercados. De nada sirvió que a lo largo del día las principales agencias de calificación reafirmasen su confianza en las cuentas galas. La banca europea se desplomó y el tsunami cruzó pronto el Atlántico: la Bolsa de Nueva York perdió todo lo que había ganado el día anterior tras la promesa de la Reserva Federal de garantizar dinero barato hasta 2013. Opinión. Público ¿Por qué la crisis actual? Vicenç Navarro Cuando el presidente Richard Nixon decidió finalizar el Acuerdo de Bretton Woods, que había establecido el dólar como punto de referencia monetaria en el comercio internacional, se creó una enorme inestabilidad monetaria que impactó negativamente sobre el crecimiento económico mundial. La gran variabilidad en el precio de las monedas dificultó el comercio internacional. Esta variabilidad afectó especialmente a los países que, como España, tenían una moneda débil (la peseta). Al empresario textil de Sabadell que exportaba sus productos, por ejemplo, a Alemania, le era difícil planificar su venta al mercado alemán porque no sabía cuál sería el valor del cambio del marco con la peseta a medio y largo plazo. De ahí que, en parte como respuesta al colapso de Bretton Woods, se estableciera el euro en la mayoría de países de la Unión Europea. Con ello se eliminó la variabilidad del precio de la moneda y desapareció la posibilidad de que los mercados financieros especularan en base a esta variabilidad. Ya no se podría especular frente a la peseta pues esta dejó de existir, sustituida por el euro, una moneda más fuerte que se convirtió en la moneda de la comunidad de países de mayor peso económico en la Unión Europea (excepto Reino Unido). Pero en la manera en como se construyó el euro se establecieron las bases para que apareciera otro tipo de especulación, basada, no en la variabilidad del precio de las monedas, sino en la del precio de la deuda pública (y de sus intereses) entre los países de la eurozona. El modelo establecido conllevó que los estados de tales países no podían protegerse frente a la especulación. Se prohibió que los bancos centrales de tales países pudieran imprimir dinero y con ello comprar su propia deuda pública, que es lo que hace un banco central frente al peligro de la especulación. Cuando los mercados financieros quieren crear una percepción de crisis, promueven la idea (por parte de sus instrumentos: las agencias de valoración de la deuda pública) de que la deuda pública de un Estado no es muy segura, y con ello incrementan los intereses de los bonos que los bancos y otras instituciones financieras compran (forrándose así). Lo que los estados tienen que hacer frente a esta situación es que su banco central imprima dinero y compre mucha deuda pública propia, forzando una bajada de intereses. Pero esto es lo que se prohibió a los países de la eurozona. A partir del establecimiento del euro, fue el mal llamado Banco Central Europeo (BCE) el único que podía imprimir dinero (los bancos centrales de los países de la eurozona no podían hacerlo). Y el BCE prestaba dinero a unos intereses bajísimos, a un 1%, a los bancos, pero no a los estados. Es más, al BCE no se le permitía tampoco comprar deuda pública de los estados. Y en el caso excepcional de que se viera forzado a hacerlo, como ahora, lo hacía comprando deuda pública a los bancos, a unos intereses elevadísimos. Era y es una práctica enormemente beneficiosa para la banca. Reciben dinero casi gratis (1% de interés) y con ello compran deuda pública con intereses muy elevados (6% en el caso de España) ingresando enormes cantidades de dinero público. Es la mayor transferencia de fondos del sector público al privado existente actualmente en cualquier país de la eurozona y ello como consecuencia de que el BCE no es un banco central, sino un enorme lobby de la banca (y muy en especial de la alemana y francesa). Con todo ello, los estados se han quedado totalmente desprotegidos frente a la especulación de su deuda pública por parte de los mercados financieros. Un elemento clave para que se ejerza tal especulación son las agencias de rating, de las cuales Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch son las más importantes. Estas agencias son meros instrumentos de los bancos y de las grandes entidades financieras. Indicadores de ello hay muchos. Uno de ellos es la evaluación con la categoría de máxima calidad de unos productos financieros que eran auténtica basura, y lo hacían horas antes de que se mostrara que tales productos eran, en realidad, de valor nulo, convirtiéndose en tóxicos para todo el sistema financiero. El último ejemplo es la evaluación negativa por parte de Standard & Poor’s de los bonos públicos del Estado federal de EEUU (desvalorizando su categoría) como medida de presión para que el Gobierno federal recorte el gasto público y privatice la Seguridad Social. Tal rebaja del bono público se justificó con una proyección de la deuda pública basada en un error matemático que, ni más ni menos, dobló la cifra real de la deuda pública existente. Cuando a Standard & Poor’s se le comunicó el error, corrigió la cifra, reduciéndola por la mitad, sin variar sin embargo su rebaja de la valoración de los bonos, mostrando la naturaleza política y no científica de su valoración. Tales agencias carecen de credibilidad. En realidad, la demanda de bonos públicos del Estado federal ha aumentado después de que la agencia Standard & Poor’s rebajara su valor, dato que muestra su pérdida de credibilidad. Por otra parte, la reducción del gasto público que se está exigiendo reducirá el crecimiento económico y con ello los ingresos al Estado, en una cantidad que es idéntica a la que tales recortes intentan conseguir, con lo cual, el Estado federal no conseguirá ningún ingreso o ahorro neto con los recortes. La crisis actual es una crisis artificial, creada para satisfacer los intereses del capital financiero en su intento de desmantelar el Estado del bienestar, privatizándolo. Es el ataque más frontal que haya existido en contra de la protección social, tanto en la UE como en EEUU. Este es el objetivo de la crisis. PÚBLICO. 11-8-2011 Editorial. El País También Francia Las Bolsas europeas volvieron a desplomarse ayer a causa de los rumores sobre una inminente rebaja de la calificación de la deuda francesa, hoy triple A, como la alemana. De repente, debido a la inquietud de fondo de los inversores por las malas perspectivas de crecimiento en Europa y en Estados Unidos, la economía francesa se ha convertido en objeto preferente de atención, aunque sus fundamentos económicos no justifiquen el temor de los inversores. Ha bastado que Nicolas Sarkozy anunciara que ha pedido a su equipo económico nuevas propuestas para garantizar que se cumplen los objetivos de déficit para que haya corrido como la pólvora la interpretación de que las agencias de calificación habrían informado al Gobierno francés sobre una posible rebaja de su deuda. Rebaja que sería catastrófica para la credibilidad del crecimiento francés y para el Fondo de Estabilidad Financiera, que tiene que contar al menos con las garantías de dos triples A, Alemania y Francia. Así, la situación de Europa, que la semana pasada se aproximaba al límite de lo insostenible por la escalada de los diferenciales de deuda de Italia, España y Bélgica, ha dado un vuelco dramático y hoy sufre del pavor en los mercados de renta variable por el miedo a que la eurozona entre en una fase de estancamiento. Las políticas de ajuste enfrían las tensiones de la deuda, pero alarman a los accionistas. Los temores de las Bolsas -con caídas récord desde hace casi tres años en Fráncfort y París- están justificados. Si Francia ahonda su plan de ajuste presupuestario e Italia pone en marcha medidas efectivas para reducir el déficit y el endeudamiento (se aprobarán de urgencia el 18 de agosto), Europa corre el riesgo de entrar en un ciclo de contracción. La gestión económica en la eurozona está claramente desequilibrada. Tiene una política monetaria común muy laxa (para irritación de Alemania) y el conjunto de políticas fiscales más restrictivas de su historia; pero con la distorsión añadida de que los bajos tipos de interés sirven para poco, porque los bancos no prestan. Este desorden revela la carencia de instituciones de regulación económica; lo cual hace temer a su vez que los problemas de fondo del crecimiento no se corregirán y que la volatilidad de las Bolsas y los ataques contra las deudas nacionales no terminarán a corto plazo. Incluso admitiendo que los inversores están reaccionando con exceso a la amenaza de estancamiento, el hundimiento de la renta variable debería considerarse como una grave advertencia del daño que supone a muchos países (entre ellos España) la prolongación de periodos de bajo crecimiento con nula creación de empleo. El daño es económico (la cotización de los bancos europeos está soportando un castigo severo, con depreciaciones medias del 10% ayer), pero también social. Los motines en Reino Unido están relacionados con un desasosiego social que se alimenta del paro creciente, los recortes de derechos sociales y la falta de expectativas de empleo. En suma, con el pauperismo. EL PAÍS. 11-8-2011 Editorial. El Mundo Un batacazo que nos devuelve al punto de partida EL TEMOR a que, tras EEUU, Francia sea el próximo país en ver cuestionada su solvencia financiera provocó ayer otro terremoto en las Bolsas. La decisión de Sarkozy de interrumpir sus vacaciones y convocar una reunión en el Elíseo con los principales miembros de su Ejecutivo para acordar nuevas medidas de ajuste llevó el pánico a los mercados. De nada sirvió que a lo largo del día las principales agencias de calificación reafirmasen su confianza en las cuentas galas. La banca europea se desplomó y el tsunami cruzó pronto el Atlántico: la Bolsa de Nueva York perdió todo lo que había ganado el día anterior tras la promesa de la Reserva Federal de garantizar dinero barato hasta 2013. Los hechos demuestran el punto de irracionalidad de unos mercados que se espantan con cualquier gesto, y acaban castigando igual a un gobernante que se cruza de brazos ante la crisis, que a otro que se pone manos a la obra con la intención de anticipar soluciones. Un analista explicaba lo sucedido ayer en los mercados a un miembro del Gobierno en estos términos: «La única explicación racional es que la situación es irracional». Pero lo cierto es que aunque el castigo de los mercados es excesivo y no se corresponde con la realidad de la economía, esta nueva crisis hace que se tambaleen los cimientos de la Eurozona. Primero fueron los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal; esta semana el BCE ha tenido que salir en auxilio de España e Italia; y ahora el virus amenaza con infectar a Francia. Y tras Francia, uno de los pilares de la UE, ya sólo queda Alemania, que tampoco puede decirse que esté libre de sospechas, por cuanto la salud de su sistema financiero depende de la posibilidad de recuperar las enormes sumas que ha prestado a todo el continente, algo que ciertamente se complica en las actuales circunstancias. Para nuestro país las cosas aún se complican más y podrían alcanzar tintes de verdadero dramatismo si no se logra revertir la situación. El Ibex se hundió ayer un 5,49%, la mayor caída en un año. Sólo en lo que llevamos de mes la Bolsa ha caído un 17%, lo que supone que las empresas españolas han perdido cerca de 60.000 millones de euros, una cifra equivalente a todo el déficit público español de 2011. Tras los acontecimientos de ayer puede afirmarse ya que estamos en el momento más difícil desde el inicio de la crisis, hace justamente cuatro años. Fue en agosto de 2007 cuando la falta de liquidez de los bancos europeos obligó al BCE a inyectar dinero. La desconfianza llevó a los bancos a no prestarse dinero y durante un tiempo se cerró el crédito para los países y para las empresas. Hoy nos enfrentamos a ese mismo problema, pero con el agravante de que, cuatro años después, el mundo y también España están en peores condiciones. Las políticas de estímulo pactadas entonces y la rebaja de tipos apenas tienen ahora margen. Por lo que se refiere a nuestro país, hay casi dos millones y medio más de parados, y por tanto, las arcas públicas obtienen menos ingresos y han de hacer frente a elevadas sumas para cubrir las prestaciones sociales. Además, el país ha tenido que sobreendeudarse para financiar su déficit y el Gobierno se ha quedado sin margen de maniobra, pues no está dispuesto a aplicar nuevos recortes y medidas de ajuste en vísperas electorales. Tras el batacazo de ayer, los tres meses de interinidad que se vislumbran en España hasta el 20-N se antojan un exceso intolerable. De la misma forma que deja de ser creíble que el Gobierno entrante pueda ser capaz de enderezar el rumbo sin más costes sociales y sin aplicar medidas impopulares. Hemos vuelto a la casilla de salida, pero cada vez quedan menos balas en el tambor. EL MUNDO. 11-8-2011