25 de julio. Jordi Pujol (honorable por decreto) emite un comunicado en el que reconoce que tiene una pasta en paraísos fiscales. Cuenta una historieta de herencias (copiada sin duda de Emilio Botín y Juan Carlos de Borbón) pero eso no evita la culpa: nadie se cree que sea una herencia, es evidente que el famoso 3% acababa entre otros en sus bolsillos, el PP no está sólo. Igual que es evidente que el botín de Pujol no es una herencia también lo es que Pujol no emite el comunicado porque necesitara desahogarse: alguien (esto es, alguien de Hacienda, del Gobierno) le tuvo que explicar que la información iba a ser pública y que lo mejor sería que lo contase él. Se pueden encontrar mil explicaciones al por qué ahora pero pocas parecen tan sencillas como ver que quedan tres meses para el 9 de noviembre.
Siguen los días y esa prensa que no vio pruebas contra el presidente del Gobierno español por la anécdota de que el tesorero del PP apuntara en su contabilidad B reiterados pagos en dinero negro a Rajoy, junto a apuntes que se han comprobado ciertos empieza a relacionar a Mas con el botín de Pujol: él controlaba la obra pública catalana de la que saldrían las comisiones. Nada hasta ahora es muy agresivo (ni siquiera contra Pujol, que está siendo tratado con guante de seda), todo son insinuaciones y suponemos que alguna multa testimonial que le caerá a Pujol. Desde luego ni PP ni PSOE (ni mucho menos ERC, valiente papelón) están haciendo leña del honorable caído.
Finalmente ayer la vicepresidenta de la Generalitat dijo que si no hay consulta el 9 de noviembre no pasa nada. Y traza un recorrido tan sencillo como previsto: Mas aprueba la convocatoria de la consulta, Rajoy la recurre al Tribunal Constitucional, el Constitucional la suspende y fin de la historia.
Uno puede estar a favor o en contra de la consulta y uno debería hacer como que está en contra de la corrupción. Pero convendremos en que es inaceptable que la información sobre corrupción se guarde y se maneje por si es necesaria para algún chantaje y en ningún caso para combatirla. Y convendremos también que un gobierno no merece tal nombre si decide abandonar su proyecto de país porque le hayan amenazado con sacar los trapos sucios de las personas y del partido que gobiernan: es decir, para CiU y Mas la soberanía catalana termina donde empiezan los intereses de su élite, en este caso política.
Nada de esto es nuevo: es la forma mafiosa de gobernar que hemos padecido durante décadas. Una mezcla de caciquismos y omertá en la que es bien conocido el saqueo estructural pero se tapan unos a otros en nombre de consensos, responsabilidad, razón de Estado y supuestas discrepancias muy importantes que dificulten ver el funcionamiento real.
Esto no debería afectar al proyecto soberanista (como el caso PP no ha parecido afectar a la unidad de España) sino al modo mafioso de organizar la política. Pero esos proyectos son accesorios para ellos: lo principal es tapar las grietas y que siga funcionando la máquina de sacarnos el dinero.
Olvidemos a Pujol. Recordemos que no conviene salirse del carril. Y sigamos funcionando.