La invasión rusa de Ucrania es un problema para China. Un problema que sólo puede ir a mayores. Por múltiples razones, y a pesar de la estrecha relación bilateral que une a Pekín y a Moscú, la agresión imperialista rusa sobre Ucrania trae diferentes y graves problemas al proyecto del gigante asiático. Por eso -y porque en estos momentos las sanciones económicas han hecho que Rusia dependa más que nunca de China- la llave de una solución diplomática que ponga fin a la atroz agresión de Putin puede estar en la mediación de Pekín.
“China tiene el potencial de llegar a Moscú, por la relación, obviamente, y querríamos que China utilice su influencia para presionar por un alto el fuego y hacer que Rusia pare el bombardeo brutal sin precedentes y el asesinato de civiles en Ucrania”. Son palabras del portavoz de Exteriores de la Comisión Europea. Poco antes, el alto representante de la UE, Josep Borrell llamaba a la diplomacia china a intervenir en el conflicto. “No hay alternativa. No podemos ser nosotros los mediadores. Y no puede ser Estados Unidos. ¿Quién si no? Debe ser China”, aseguraba.
La diplomacia de Pekín ha recogido el guante europeo y ya se ha ofrecido oficialmente como mediadora, a través de un comunicado.
Por muchas razones, la sanguinaria aventura militar del Kremlin es una fuente de dolores de cabeza para el gigante asiático. El Gobierno chino no ha condenado el ataque ruso, y ha evitado calificarlo de “invasión”, pero ni mucho menos lo ha respaldado. Al contrario. No va a reconocer la independencia de las repúblicas del Donbass, como no ha reconocido la anexión de Crimea. Exige el respeto a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Y el Banco Asiático de Inversión e Infraestructuras (BAII), con sede en Pekín, ha suspendido la actividad relacionada con Rusia y Bielorrusia.
A China, interesada en un panorama global abierto y estable que le permita inundar el mundo con sus mercancías y continuar su formidable ascenso económico y comercial, le horroriza que la agresividad rusa desestabilice la situación internacional, y encuadre más a Europa en un “frente antiruso», pero también «antichino” bajo mando norteamericano. Y una Rusia y una Bielorrusia bloqueadas y convertidas sine die en parias internacionales supone un grave contratiempo al proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda, cuyos corredores ferroviarios desde y hacia Europa pasan por estos dos países.
Por esas y otras razones, a China le interesa detener la guerra en Ucrania. Pero, en una situación donde el cerco y acoso de EEUU no dejan de agudizarse, no puede prescindir de la alianza con Rusia, dejando súbitamente en la estacada a su agresivo aliado. Sin embargo, es Moscú el que depende ahora mismo de Pekín. Sin el respaldo económico del gigante asiático, Rusia no podría resistir a las ya devastadoras sanciones económicas occidentales.
A pesar de lo que los norteamericanos llaman con sorna «neutralidad escorada», el ministro ucranio de exteriores, Dimitro Kuleba, también ha pedido formalmente a su homólogo chino, Wang Yi, que haga de mediador. “La diplomacia china tiene herramientas suficientes para marcar una diferencia”, ha dicho. Y hay que subrayar que, hasta la invasión, China y Ucrania mantenían excelentes relaciones diplomáticas y comerciales. Pekín compraba en Kiev armamento y el 80% de sus importaciones de maíz.
La intermediación china ofrece inmejorables condiciones para lograr una vía diplomática que ponga fin a la sangrienta agresión imperialista de Rusia sobre Ucrania. Y a la vez es una alternativa que choca frontalmente con los planes de Putin, y que es algo más que incómoda para EEUU. La UE debe apostar radicalmente por esta vía diplomática, potenciándola, promocionándola y facilitándola.