Una insidiosa y ponzoñosa melodía xenófoba -con ataques y criminalización a los trabajadores inmigrantes- recorre Europa. Buscan endurecer las políticas migratorias, pero sobre todo buscan jibarizar los derechos sociales, políticos y laborales a los millones de trabajadores que en nuestro país tienen origen extranjero, tengan o no regulada su situación legal. Con ello pretenden crear una suerte de «sub-clase obrera», fácilmente identificable por su color de piel o sus rasgos culturales, a la que poder explotar de manera aún más salvaje, incrementando las ganancias del capital.
Esta ultrareaccionaria música ha sido adoptada no sólo por la ultraderecha y sus terminales, sino cada vez más por unos partidos de la derecha tradicional que han abandonado las coordenadas democristianas para sumarse a esta deriva xenófoba y antimigrante. Sólo hay que escuchar el nuevo plan migratorio del PP, o las propuestas que hace Junts, para comprobar esta afirmación.
Muchos señalan que la razón de esta deriva está en la necesidad de competir con unas fuerzas de extrema derecha que les roban terreno electoral. Pero es en el otro lado del Atlántico -concretamente en la Casa Blanca- donde tenemos que buscar la batuta que dirige esta venenosa polifonía.
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En Murcia tenía que ser
Murcia, teatro Circo. Rodeado de fieles y de barones, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, presenta su documento maestro de política migratoria. El nombre y el escenario -‘Declaración de la Región de Murcia’- no es casual. En julio, las persecuciones racistas rompieron durante una semana la convivencia pacífica en Torre Pacheco, y Vox ha crecido de forma notable en la Región.
Feijóo dice que toca una música moderada y centrada, una armonía de «orden» frente al caos de Sánchez y de Abascal. “No nos van a encontrar en la política de que entre quien quiera, pero tampoco hay que echarlos a todos», asegura. Cada inmigrante «ni es una víctima que no es dueña de sus actos, como afirma el Partido Socialista, ni es un delincuente por defecto, como dice Vox. Ninguno de los dos extremos es verdad y, en consecuencia, la solución no es ni regularizarlos a todos ni echarlos a todos al mar. Es poner orden y aplicar la legalidad de una vez por todas”, sentencia,
Pero esa melodía suena demasiado a la que toca gran parte de la extrema derecha europea.
Feijóo ha propuesto un visado por puntos para inmigrantes condicionado a trabajos donde “falta mano de obra” y con una “cultura” próxima. Si eres un hispanoamericano que habla en cristiano, tienes puntos. Si no comes jamón y tu color de piel es demasiado oscuro, cero points. Los patricios romanos miraban la dentadura de los esclavos para comprarlos o rechazarlos, ahora el PP propone un carnet por puntos, o un certificado de asimilación cultural.
El líder popular propone la obligación de «contribuir al país para permanecer en él», deslizando casi de contrabando los climas de opinión xenófobos de que los trabajadores migrantes «se aprovechan» de los servicios públicos o que viven de las ayudas». Ocultando que el trabajo de la clase obrera migrante -9,3 millones de asalariados, el 70% de la nueva fuerza laboral- es una de las fuente principales del crecimiento económico español, y un elemento imprescindible en sectores como la agricultura, la construcción o la hostelería.
“Los inmigrantes aportan al Estado un 70% más de lo que perciben y un 30% más que los nacidos en España”, dice justamente un informe de 2023 de un grupo de profesores de la Universidad Politécnica de Cartagena, encargado por el Consejo Económico y Social (CES), órgano consultivo de la Región de Murcia. El mismo informe asegura que “la población nacida en el extranjero generó el 35% del crecimiento económico regional» de Murcia en la última década. Pero no le pidamos a Feijóo saber tanto. Con el argumentario ya le basta.
Si sumamos a lo anterior las consabidas referencias a la «tolerancia cero con la delincuencia» -de nuevo relacionando indisimuladamente inmigración con delincuencia, algo que todos los estudios sociológicos y criminalísticos descartan una y otra vez- y que el PP se ha sumado a «prohibición del burka y niqab en espacios públicos» (en línea con lo que ordenan los gobiernos más islamófobos del continente, tenemos un programa que bien podría haber salido de la Fundación Disenso, el think tank ultra que dirige Santiago Abascal.
Por más que Feijóo insista en que con esta propuesta migratoria quiere diferenciarse de Vox, estamos ante un programa migratorio que atenta contra las libertades y los derechos de la clase obrera migrante, que los criminaliza y estigmatiza. Pero sobre todo ante una política que busca enfrentarlos y dividirlos del resto del pueblo trabajador, de la clase obrera de origen español. Incluso busca dividirlos y enfrentarlos entre sí (los «cercanos culturalmente» contra los «lejanos culturalmente»).
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Junts, la derecha catalana y xenófoba… de ‘tota la vida’
Las exigencias del partido de Puigdemont de que las competencias migratorias queden transferidas a la Generalitat se han puesto aún más en cuestión cuando Junts ha explicado para qué quiere esas competencias.
Como suele pasar cuando se toca todo lo referente a la explotación de la mano de obra, la derecha convergente ha sacado su verdadera naturaleza a pasear. Junts quiere crear una «ventanilla única» que decida la integración o la expulsión de los migrantes, para «controlar» lo que ellos denominan como «desbordamiento migratorio de Cataluña», un alud de extranjeros que «diluye la identidad nacional catalana». Esa ventanilla priorizaría las admisiones en función de la cohesión social y el dominio de la lengua y la cultura catalana, incluso planteando requisitos de catalán para algunos permisos.
Este criterio etnicista e identitario no es absoluto nuevo. Sólo hay que buscar un poco en la hemeroteca para recordar a la matriarca del Clan Pujol, Marta Ferrusola, una dama de la más más rancia y clasista alta burguesía catalana, torciendo el morro cuando en una entrevista le preguntaron por su opinión ante la inmigración. «Andando el tiempo, las iglesias románicas ya no servirán y servirán las mezquitas», dijo. Recordando cómo, cuando sus hijos eran niños, había días que le decían «Hoy no puedo jugar, madre, todos los niños son castellanos».
Estos argumentos, este ideario abiertamente racista, identitario y xenófobo de Junts, en nada se distingue del de Vox o del de su versión con barretina, la Aliança Catalana de la fascista y ultraindependentista Silvia Orriols.
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Made in Trump
Impedir que los ultras les sigan comiendo electorado por la derecha, y para ello mimetizar su discurso. Esta es la razón que -con diferentes versiones- nos ofrecen de la progresiva deriva xenófoba de la derecha tradicional.
Pero siendo éste un factor, lo que está pasando no se puede entender al margen de lo que ocurre en el mundo y en Europa, y especialmente en EEUU, donde la presidencia de Trump despliega toda una ofensiva que -además de sus aspectos bélicos, geopolíticos, económicos y comerciales- tiene una marcada agenda social e ideológica.
El trumpismo impulsa -en EEUU pero también en su área de dominio, particularmente en Europa- un modelo económico y social al servicio de la gran burguesía norteamericana, con una mayor explotación, y que ofrece al resto de burguesías monopolistas, presentándolo como beneficioso para incrementar sus ganancias.
Este modelo socioeconómico embiste contra la clase obrera y los trabajadores inmigrantes con una agresividad desconocida. En EEUU creando una auténtica «Gestapo migratoria» que persigue a los migrantes y los deporta, incluso a las cárceles de Bukele.
No buscan expulsar a todos los inmigrantes. En EEUU son el 20% de la población activa y sostienen sectores clave. Persigue crear una subclase dentro de la clase obrera y el pueblo trabajador, sin derechos, perseguida, señalada, criminalizada y sometida a condiciones de hipeexplotación y sin capacidad para organizarse.
Lo mismo podemos decir de la derecha y la ultraderecha española, y de sus «Torre Pachecos». Por más que se les llene la boca de la palabra «expulsión», no pueden ni quieren deportar a una fuerza laboral de bajo coste salarial sin la cual no podría funcionar el Campo de Cartagena, ni los plásticos de Almería, ni los frutales de Lleida, ni los viñedos de La Mancha…
Buscan oprimir para explotar. Buscan dividir y enfrentar a la clase obrera y al pueblo trabajador, para poder saquearnos mejor. Esta es la partitura que han escrito en el Despacho Oval, y en centros de poder o «think tanks» como la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) del Partido Republicano, cuya ascendencia política no sólo se proyecta sobre Vox, sino sobre laboratorios de pensamiento como la Fundación FAES de Aznar.
Esta es la batuta que dirige la melodía xenófoba de la derecha española.
