Hemos ganado la batalla contra ETA. Ahora debemos ganar la batalla de la memoria, del relato de 50 años de fascismo, para la libertad.
En un comunicado hecho público a las 14:06 horas de ayer, ETA anunciaba lo que ya es una realidad: su disolución como organización, afirmando que ha desmantelado totalmente el conjunto de sus estructuras.
Aunque pretenda darle un tono épico, con una escenificación en la localidad francesa de Cambó, a la que se pretende dar, sin mucho éxito, dimensión internacional, la disolución de ETA no es más que la expresión de una derrota sin paliativos.
Uno de los principales diarios vascos constata que “ni el momento histórico soporta argumentaciones en defensa del terrorismo después de todo lo padecido ni las estructuras de la organización estaban en disposición de sostener una huida hacia adelante”. ETA desaparece por obligación. No es fruto de ninguna “reflexión interna”, ni mucho menos de una revisión autocrítica de su pasado. Simplemente, ya no pueden continuar.
Para valorar el comunicado de ETA es necesario partir de quién lo dice, cuando lo dice y para qué lo dice.
El encargado de leer el comunicado ha sido Josu Ternera, encarnación pura de lo más reaccionario, sanguinario y etnicista. Bajo su dirección ETA quiso extender “la socialización del terror”, como único medio de quebrar las resistencias que se levantaban en la sociedad vasca y en el conjunto de España ante sus planes totalitarios.
Lo hace cuando no tienen otra salida posible. Han sido derrotados, su debilidad es extrema, y nadie, ni en Euskadi ni a nivel internacional, los defiende.
Pero, puesto que carecen de futuro, intentan blanquear su pasado, para que nuestros sentidos se atrofien y ya no seamos capaces de reconocer el hedor que desprende el fascismo.
En su último comunicado, ETA se atreve a afirmar que “surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él”, se presenta como defensora del “independentismo de izquierda”, y se autocalifica como “organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional”.
Una mentira tras otra. Son lo más antagónico al pueblo vasco. No son un “producto de la tierra” sino un engendro transgénico. Nada tienen que ver con la izquierda, sino que son la más extrema de las derechas. Y son los peores enemigos del socialismo y la revolución.
ETA afirma que “no tiene miedo alguno a ese escenario democrático, y por eso ha tomado esta decisión histórica, para que el proceso en favor de la libertad y la paz continúe por otro camino”.
¿Quienes han asesinado, secuestrado, perseguido… a todos los que no comulgaban con sus delirios etnicistas presentándose ahora como defensores de la libertad y la paz?
En los peores tiempos del terror, ETA presentó un diseño de la ciudad perfecta en la Euskadi independiente. En ella, los “maquetos” vivirían en ghettos sometidos a estricta vigilancia militar. Conviene recordarlo.
Se disuelven, pero anuncian que “los y las exmilitantes de ETA continuarán la lucha por una Euskal Herria reunificada (…) con la responsabilidad y honestidad de siempre”.
853 asesinados, 6.389 heridos, decenas de miles de perseguidos, exiliados… Esta es la “responsabilidad y honestidad” a la que ETA se refiere.
Pero ETA forma parte, felizmente, del pasado. Nadie va a tener en cuenta el acto que realizarán en Cambó. Nadie va a negociar nada con ellos. No van a conseguir nada.
Quienes hemos ganado esta batalla somos los que defendimos la libertad y quienes la han perdido son los que pretendieron imponer el más reaccionario fascismo a través del terror.
Porque sí, por supuesto que hay vencedores y vencidos. Y esta sí que es una cuestión de rabiosa actualidad y que va a determinar el futuro.
La visión de que “aquí hemos perdido todos” y “no hay vencedores ni vencidos”, llamando a “buscar los pronunciamientos más cómodos para una organización terrorista que tiene pavor a que se interprete que lo suyo no ha servido para nada” es cuanto menos peligrosa.
La batalla está ahora en la memoria. ETA no va a volver, pero edulcorar o borrar sus casi seis décadas de terror es dejar sin desactivar algunas de las justificaciones y valores que alimentaron el fascismo.
Hemos ganado la batalla contra ETA. Ahora debemos ganar la batalla de la memoria, del relato de 50 años de fascismo, para la libertad.