A veces hay que dar la batalla para que lo obvio quede claro. No es ni siquiera necesario dedicar esfuerzos a despejar que el PP es la derecha y Vox la ultraderecha. Es admitido por todos. Pero sin embargo hay quien se resiste a situar a JuntsxCatalunya, los herederos de la ex Convergencia, y a Puigdemont o Torra, en el lado de los reaccionarios.
Pero hay momentos que tienen la virtud de trazar una línea, separando a quienes se sitúan a un lado o al otro. Es el caso de la formación de gobierno, mejor dicho de la posibilidad de que se forme en España un gobierno de progreso.
Todos los diputados y senadores de JxCat, y Torra, el president vicario en Barcelona, han acudido a Waterloo a reunirse con Puigdemont, como cuando el cónclave cardenalicio se junta en Roma bajo la jefatura del Papa.
Han debatido la posición a adoptar ante el posible gobierno, en un momento en que ERC negocia con el PSOE una abstención que posibilitaría la investidura de Pedro Sánchez. Y su posición ha sido clara: colocar todos los obstáculos posibles a que se forme un gobierno de progreso. Reafirmándose en condiciones imposibles, como la exigencia de un mediador internacional o el reconocimiento de Puigdemont como “interlocutor”. Han señalado a ERC afirmando que “tendrá que explicar un hipotético acuerdo con el PSOE”. Se han reafirmado en que “no vamos a dar los votos a cambio de nada”, preparando el terreno para un No.
JxCat se sitúa al lado del PP, de Vox, del Círculo de Empresarios… para intentar poner todos los palos posibles en la rueda a un ejecutivo de izquierdas. Para Puigdemont, un gobierno de progreso en España es “veneno para la taquilla”, que choca frontalmente con su intención de presentar “una España franquista, autoritaria”.
Como siempre, JxCat, los herederos de Pujol, están en el lado de los reaccionarios. No es una ubicación momentánea. Siempre han estado ahí.
Los lectores que tengan más de 40 años recordarán la viñetas de los tebeos donde un personaje corría para intentar huir y despegarse de su sombra. La actual élite de JxCat se parece a ese personaje de tebeo. Corre y corre para intentar despegarse de la sombra del 3%, de la pegajosa herencia de Pujol, cabeza de una familia calificada por la justicia como “organización criminal”, el “pare de Catalunya” que guardaba en Andorra los millones acumulados a golpe de comisiones.
Pero por mucho que corran, nadie puede escapar de su sombra, está indisolublemente unido a ella. Por eso Laura Borràs, portavoz de JxCat en el Congreso, mientras comparecía en Waterloo para dar cuenta de la reunión con Puigdemont, era perseguida por la sombra de la corrupción, cuando como presidenta del Institut de les Lletres Catalanes, adjudicaba a sus amigos contratos a dedo, de forma ilegal.
Pujol los crió y el 3% los une y reproduce. Son y han sido siempre así, reaccionarios y corruptos.