En una entrevista concedida al digital económico Bloomberg, Riccardo Fraccaro, Secretario del Consejo de Ministros del gobierno italiano, miembro del Movimiento Cinco Estrellas y estrecho colaborador del Primer Ministro Giuseppe Conte, ha pedido al Banco Central Europeo (BCE) que cancele la deuda pública acumulada durante la pandemia por la compra de bonos soberanos para ayudar a los países a hacer frente a la crisis. O que el BCE canjee los bonos por otros con vencimiento perpetuo: “La política monetaria debe apoyar las políticas fiscales expansivas de los estados miembros de todas las formas posibles…, ha de incluir cancelar los bonos soberanos comprados durante la pandemia o extender permanentemente su vencimiento”.
Italia, con una deuda cercana al 150% del PIB, es el país de la Eurozona con mayor deuda absoluta, 2,6 billones de euros. Pero la escalada de la deuda es un problema general de toda la zona euro. Grecia con el 187% del PIB encabeza la lista de países más endeudados, pero tres de las cuatro mayores economías de la UE superaran el 100%: Italia (150%); Francia (114,1%) y España (113,2%). Alemania se mantendrá en el 70%.
Italia abre la puerta a un nuevo escenario
El BCE mantiene una política monetaria expansiva sin precedentes sobre dos pies; por un lado poniendo a disposición de los bancos dinero con intereses negativos, y por otro un programa de compra de deuda soberana a los países contra la pandemia (PEPP).
Desde el estallido de la pandemia, bajo el programa de compra de deuda soberana a los países, el BCE ha comprado más de medio billón de euros en bonos soberanos, de ellos 100.000 son deuda soberana de Italia.
En el caso de España la compra de deuda soberana bajo la pandemia ronda los 50.000 millones de euros, deuda que hay que devolver al BCE.
Esa es la deuda que Italia ha pedido que se cancele o que los bonos soberanos emitidos por los estados y comprados por el BCE se conviertan en bonos perpetuos. Serían bonos por los que nunca hay que devolver el capital, no computarían como deuda pública de los países y podrían destinarse íntegramente a la inversión.
Directivos del BCE y de bancos centrales de la UE se han apresurado a rechazar la cancelación de la deuda pública acumulada por la pandemia porque “iría contra las reglas europeas”. Para el gobernador del Banco de Francia es “una senda muy peligrosa”. Y el propio representante italiano en el BCE, Fabio Panetta, ha recordado que “toda deuda es crédito. Si cancelamos una deuda, cancelamos el crédito correspondiente y esto podría tener consecuencias desestabilizadoras”.
Pero la propuesta italiana ha abierto una puerta, cerrada a cal y canto hasta ahora, a un nuevo escenario que con los niveles actuales de deuda (y creciendo) no se puede descartar y al que se pueden acoger otros países, incluso empresas. Italia ha sido el primer país en proponerlo, pero puede que no sea el único.
La posición italiana ha vuelto a poner sobre la mesa el problema de la deuda pública y el papel del BCE.
¿Por qué el Banco Central Europeo entrega el dinero a los bancos a interés mínimo, o con intereses negativos, y no directamente a los Estados? Es un negocio redondo para la banca que recibe dinero gratis y lo presta o lo invierte en bonos del Estado con sustanciosos intereses.
Al mismo tiempo ha vuelto a colocar en la picota la deuda pública abriendo la posibilidad de cancelación de la deuda acumulada para hacer frente a la pandemia económica; la transformación en deuda perpetua que no haya que devolver o, en último término, una reestructuración a partir de declararla ilegítima total o parcialmente, por ejemplo la parte de préstamos del Fondo de Reestructuración europeo.
Hay vida más allá de Washinton y Berlín
La posición italiana no es una respuesta indignada del momento, es una propuesta muy importante, porque lo es el ejemplo que hay detrás. Dos hechos nos ponen sobre la pista.
El 23 de marzo de 2019, en Roma, el presidente chino Xi Jinping y el primer ministro italiano Giuseppe Conte firmaban el memorando de adhesión de Italia a la Nueva Ruta de la Seda, respaldando el proyecto chino frente a las reticencias de la UE y las presiones de EEUU. El memorando incluía tanto el anuncio de importantes inversiones chinas en la modernización de los puertos italianos, en la banca y la construcción y en el comercio de productos agrícolas. Italia, con un nivel de endeudamiento entre los más altos de Europa y dificultades de financiación, acababa de entrar en recesión a finales de 2018. Este acuerdo fue calificado por las autoridades italianas como “una oportunidad para que nuestras empresas aprovechen la creciente importancia de China en el mundo, así como un mayor acceso a los mercados chinos”.
En marzo de este año, mientras aquí se pedía ayuda por la pandemia a la OTAN, Conte pedía la ayuda internacional a chinos, rusos y cubanos.
Italia está poniendo de manifiesto cómo la clase dirigente italiana actúa con un cierto grado de autonomía y soberanía que le permite jugar con las posibilidades que ofrece el mundo actual emergente en función de sus propios intereses, de su país y de sus ciudadanos.
Sin duda la posición italiana es una ejemplo importante, porque evidencia que ante la crisis hay alternativas a las fórmulas del BCE, el FMI o Berlín, sobre todo cuando está en juego cuándo y cómo llega el dinero del Fondo de Recuperación. Pero también porque hay un mundo de posibilidades más allá del encadenamiento a Washington y Berlín.