Paloma Chen, poeta

Invocación a las Mayorías Silenciosas

La poeta valenciana nos ofrece una visión distinta de cómo nuestra sociedad se está transformando a través del arte y de la inmigración.

Paloma Chen es española, valenciana y de origen chino. Este doble aspecto ha sido para ella una razón de ser de su identidad personal, artística y poética. Por eso también ha desarrollado una mirada crítica sobre el entorno social, cultural y espiritual que rodea a la migración y a los y las migrantes.

Una de las contadas excepciones frente a la invisibilidad mediática de los jóvenes españoles de origen asiático. Estudió periodismo, construcción y representación de identidades culturales y filosofía, tanto en España como en China. También ha investigado especialmente sobre los hijos de migrantes chinos en España. Cogestiona la plataforma Tusanaje, de difusión de manifestaciones de migrantes chinos en países hispanohablantes, con la que ha organizado actos como el primer evento de la Diáspora China en España.

Colabora con medios como La Marea, El Salto y El País, escribiendo sobre arte, cultura, racismo, género y migraciones. En 2021 ganó el Premio Nacional de Poesía Viva L.D.C. y en 2022 publicó el poemario Invocación a las Mayorías Silenciosas.

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Cuando hablas de tu poesía, mencionas la rabia poética que emergió de un restaurante chino de Utiel. ¿Cómo influye tu origen en tu poesía?

Simplemente me refiero a esas infinitas horas de agobio, aburrimiento en el restaurante de mis padres, vida entre lo privado y lo público, porque era un espacio un poco híbrido con los clientes entrando y saliendo… Es una familiaridad que a mí nunca llegó a satisfacerme. Éramos la única familia china en el pueblo.

No era tanto pensar ¡guau! o en plan ¡qué guay!, sino que yo notaba muchísimo la mirada externa de ser la única familia china en el pueblo.

Mi trabajo final en el grado de periodismo tenía mucho que ver con esto. Se llama Crece en un chino. Habla de nuestra generación, de cuando éramos pequeños y estábamos mucho en los restaurantes y bazares, lo que la gente española llama “un chino”, sin pensar en que es algo racista. Y mucha gente china así lo piensa, pero a mí me molestaba muchísimo: por el tono, por la diferenciación extrema que se hace, porque a veces da igual si es un restaurante, una tienda de fundación o una zapatería, siempre es “un chino”.

En mi cotidianidad me cuesta muchísimo enfadarme. Siento que solo me enfado casi a través de la escritura, por eso a veces hablo de esa rabia poética.

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Invocación a las Mayorías Silenciosas. ¿Qué sentido tiene este título y si querías señalar algún aspecto en concreto cuando se lo pusiste?

Es un homenaje a un poema de una autora jamaicano-estadounidense. Yo leo un montón de poesía en inglés, de Estados Unidos, porque ahí hay muchos poetas racializados y compartimos muchos temas: migración, identidad, origen, asimilación, integración, etc. En Estados Unidos, por sus circunstancias históricas, hay muchísima poesía que, a pesar de que son contextos muy diferentes, tiene muchas cosas en común con la rabia y los sentimientos de los que hablábamos antes.

June Jordan, una poeta negra, tiene un poema muy bonito que se llama Calling on all silent minorities, que tradujo al español la poeta argentina Diana Vélez. Podría haberlo titulado “Llamada…” o haber utilizado otra palabra, pero eligió la palabra “Invocación”. Así que se titula Invocación a las minorías silenciosas. Al principio del poemario está ese poema, que es muy breve y súper bonito, que habla muchísimo de la esperanza y de unirnos todos. Para mí es un poema muy importante.

Solo me enfado casi a través de la escritura”

Lo que pasa es que este poema fue escrito en un contexto donde tiene sentido utilizar palabras como “minoría”. A mí no me gusta, porque es evidente que pertenezco a una minoría numérica en muchos sitios, y es una sensación horrible y agotadora, prácticamente permanente. Por eso, cuando escribí el último poema del poemario, con el título de Invocación a las mayorías silenciosas, trataba de cuestionar eso, que se nos vea siempre como minoría, cuando creo que somos colectivos “minorizados”. Paralelamente, tengo una especie de chiste interno: pienso, “si las personas chinas somos una de cada cinco en el mundo, ¿cómo que minoría?”. ¿Cómo es posible que siendo china me haya sentido siempre minoría? No es posible. Somos mayoría, una mayoría arrasadora en el mundo.

Invocación a las mayorías silenciosas pretende ser una invocación a los chinos del mundo: ¿dónde estáis?

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La cultura española y la cultura china tienen cantidad de puntos de unidad en cómo entendemos la familia, el papel de la madre protectora, el respeto a los mayores, o el valor del trabajo y del esfuerzo para conseguir los objetivos en la vida. La comida es un elemento de unidad familiar, de cohesión. Tenemos muchos puntos de unión, pero también profundas diferencias. ¿Qué dificultades has encontrado entre la cultura china de tu familia, sus tradiciones, y el poder adquirir costumbres españolas occidentales?

Tenemos muchísimas cosas en común, y es en lo que intento poner el foco siempre, precisamente porque creo que en el mundo –y cuando hablo del mundo, hablo de mi pequeña parcela del mundo– se puede estar emperrado en ver las diferencias y castigarte si te sales del molde de lo que alguien entiende que es una persona española o una persona china, teniendo en cuenta lo diversa que puede ser cualquier persona.

En realidad hay muchas cosas en común y no tiene por qué haber un conflicto, pero se vive desde la separación, desde un “nosotros somos nosotros y ellos son ellos”. Yo, en cambio, veo un todo. Ambas culturas valoran mucho a la familia y a la comida como eje de comunidad; sin embargo, a los españoles les gusta beber la sopa primero… (se ríe). A veces las diferencias que se esgrimen son de ese calado.

Pretende ser una invocación a los chinos del mundo: ¿dónde estáis?”

Se pueden generar conflictos a partir de cosas superficiales que suelo tratar en mi poesía. Esos pequeños rasgos culturales son los que nos terminan separando. Y luego hay tradiciones de mi familia que en China ya han evolucionado o cambiado de muchas maneras. Cada vez hay más gente joven que no se casa ni tiene hijos, que era lo más tradicional. Es como una permanente deconstrucción en la que te vas preguntando si algo es chino o es simplemente cosa de mi familia.

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La Real Academia Española te dio un premio de poesía y en tu discurso decías que era necesario, o más necesario aún, tener más flexibilidad y adaptación a los nuevos tiempos. ¿Qué relación hay entre tu poesía y el activismo social?

Siento que en mi vida todo está muy relacionado, es muy orgánico, porque me ha salido así, de manera no muy pensada. Siempre he sido una persona que ha leído mucha poesía, mucha ficción. Nunca me imaginaba siendo ni escritora ni poeta, pero sí soñaba con dedicarme a algo que tuviera que ver con la escritura.

Por eso elegí estudiar periodismo, a pesar de no ver ningún referente parecido a mí en ningún sitio. Pero quería estudiar periodismo.

El feminismo y el antirracismo me llegaron de mayor. Es decir, me llegaron a los 20 años y removieron absolutamente todo. Durante la carrera de periodismo, todo lo que hacía tenía que ver con mujeres migrantes y personas migrantes. Llegó el punto en el que sentí que el grifo de la escritura creativa iba a explotar. Pensaba: “¡quiero escribir!”, y no solo reportajes o entrevistas a gente de mi generación que ha vivido lo mismo que yo. Quiero contar mi historia, pero a través del periodismo.

Y al final, el lenguaje que salió fue la poesía. Creo que mi poesía tiene muchísimo que ver con el antirracismo y el feminismo porque tiene mucho que ver con mi vida.

Y también forma parte de lo que está surgiendo ahora. Es muy importante visibilizar a esa minoría que, en realidad, es lo hegemónico. En el caso de la comunidad china hay algunos nombres muy guays que están visibilizados: Senta, la influencer; Puto Chino Maricón, bastante popular; y Guangzhou, que es una ilustradora. En Cataluña está Catarsia, el colectivo asiático descendiente; en Madrid se suelen hacer algunas cosas, pero no somos muchas, aunque de orígenes muy diversos.

En 2019 hicimos el primer encuentro de la diáspora china y ahora se hacen encuentros también con más comunidades asiáticas, porque muchas de las problemáticas y de los sentires son súper parecidos.

Mi poesía tiene muchísimo que ver con el antirracismo y el feminismo”

Los movimientos antirracistas en general sí tienen más visibilidad: estamos mucho más fuertes, estamos llegando a muchos sitios, pero todavía no somos mainstream y hay que seguir luchando.

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¿Qué nexo ves entre lo digital y la poesía?

Tiene bastante que ver con mi segundo poemario, que surge a partir de la colaboración, la experimentación, la aventura, las ganas de divertirme, probar cosas nuevas y sacar la poesía del papel.

Soy muy rata de biblioteca, me encanta el papel y los libros, pero al mismo tiempo también el mayor regalo que me ha dado la poesía ha sido poder leerla en voz alta y que se generen conversaciones súper interesantes. Lo descubrí muy tarde, porque siempre había asociado la lectura y la escritura a algo solitario. Pero con la llegada del feminismo y del antirracismo, con la llegada de los micros abiertos y ámbitos como este, te das cuenta de que compartir la escritura provoca cosas muy guays.

Por eso me apetecía tener algo que no fuera exactamente un libro. A partir de aquí surgió la oportunidad de colaborar con otros artistas de pixel art, con estética de videojuego. No sabíamos muy bien qué queríamos hacer exactamente, solo teníamos algunas ideas.

La vieja Europa sigue teniendo poder, pero en China la energía es joven”

El resultado final es una app, una aplicación que tiene varios fondos de pantalla, varias ilustraciones en pixel art que se pueden usar como fondo del móvil, y cada ilustración va asociada a dos poemas. Por una parte es como un ebook; por otra, también está mi voz, porque quería darle más dimensionalidad. Tienes el texto, pero también la ilustración y la voz, y puedes sumergirte en ese viaje.

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No se conoce mucho la realidad de China. ¿Puedes hablarnos de cómo la sientes y lo que conoces?

A mí me encanta hablar de la China que yo conozco, que es una China muy pequeña: la de mis padres y mi hermano mayor, que sí nació y creció en China; la de mis familiares; mis viajes a Wenzhou, una ciudad de donde salió muchísima gente china que emigró a España durante los años 80 y 90. Es una provincia al sur de Shanghái.

De esa China se derivan muchos de los estereotipos que se tienen sobre los chinos en España, y en realidad en Occidente en general. La comida, por ejemplo: China es 15 veces más grande que España, y la gastronomía varía en cada lugar, con rasgos completamente distintos. Además, cuenta con 54 minorías étnicas reconocidas, aparte de las no reconocidas.

Luego viajé a China en el ámbito universitario internacional. He aprendido mucho sobre las diferencias entre las ciudades y las zonas rurales, y sobre el desarrollo tecnológico. Cuando vuelves a España todo parece muy viejito. La vieja Europa sigue teniendo poder, pero en China la energía es joven: queremos hacer muchas cosas, tenemos ambición y hay futuro.”