El segundo invierno de la cruenta invasión rusa de Ucrania no pinta bien para el bando defensor. Después de que la contraofensiva ucraniana de otoño perdiera fuerza contra la enmarañada y bien preparada barrera rusa, y no consiguiera penetraciones significativas en los frentes sur y este, y mientras reina la incertidumbre sobre la continuación del apoyo financiero y militar occidental a Kiev, el Kremlin ha pasado a la ofensiva táctica, y está lanzando a diario decenas de ataques aprovechando su superioridad numérica en artillería, munición y personal.
El crudo invierno ucranio no es propicio para grandes movimientos de tropas, y los avances rusos -por ejemplo, la conquista de la pequeña localidad de Marinka, en Donestk- no significan una alteración sustancial de la línea de frente. Preocupan más los movimientos que Moscú esta dando para una posible y nueva movilización masiva de tropas de cara a la primavera.
Aunque la propaganda oficial del Kremlin repite que no contempla una nueva movilización para la enquistada invasión de Ucrania, sus hechos dicen otra cosa: Putin está allanando el camino para una nueva llamada obligatoria a filas entre los rusos, como la que reclutó a 300.000 ciudadanos de la Federación -especialmente los de las minorías étnicas de pequeñas poblaciones de regiones recónditas de Asia Central- en septiembre de 2022, y que causó el éxodo de más de un millón de rusos al extranjero por temor a recibir la temida carta -o el SMS- de orden de reclutamiento.
El Ministerio de Defensa ruso quiere tener a su disposición al mayor número de civiles posible y desde finales del próximo año excluirá como motivo para evitar un reclutamiento “aquellas enfermedades que no tienen un impacto significativo en la capacidad militar” de la persona llamada a filas. Además, Putin ha ordenado que el personal de las Fuerzas Armadas aumente hasta los 2,2 millones de miembros.
En estos movimientos rusos hay a la vez signos de fortaleza y de debilidad. Por un lado, la economía rusa ha sido capaz de soportar el impacto de las sanciones occidentales y de volcarse en los esfuerzos de la guerra. Un tercio del presupuesto ruso está destinado al gasto militar, hasta un 40% si se añaden otros capítulos de seguridad.
Pero por otra parte, Rusia está acusando en Ucrania un número de bajas sin parangón desde la II Guerra Mundial. En su conflicto más mortífero a lo largo de la Guerra Fría, los diez años de ocupación de Afganistán, Moscú sufrió entre muertos y desaparecidos unas 14.700 bajas. En estos dos años de invasión de Ucrania, según los informes occidentales, Rusia puede haber sufrido unas 300.000 bajas.
La invasión de Ucrania entra ahora en un periodo incierto, lleno de brumas invernales.