El procés ha sido derrotado, cada vez pierde más apoyo social. Las elecciones de febrero de este año fueron una viva expresión de este fracaso. Entre Junts y Esquerra perdieron 600.000 votos, el 33% de sus votantes y el partido más votado no fue ni Esquerra ni Junts sino el PSC. Pero no sólo perdieron votos, sino que tras una década de procés consiguieron un nivel de hastío de la sociedad catalana de tal calibre que un 46% de catalanes se abstuvieron mostrando su total desinterés por el resultado electoral. Es cierto que los partidos independentistas conservan el poder político pero lo hacen con el apoyo sólo de un 24% del electorado, apenas una de cada cuatro personas. Por mucho ruido que hagan, esta es la realidad.
Por esto sí es adecuado conceder los indultos. Hay que dejar claro que un indulto no es una amnistía, hay una diferencia fundamental: el indulto implica reconocimiento del delito, es una medida de gracia. Una medida buena para recomponer la fractura que ha sufrido la sociedad catalana.
¿Quién se opone al indulto? La derecha de “de toda la vida”. Desde luego VOX y el PP, que se oponen de forma beligerante, y Ciudadanos a otro nivel. Y por otra parte la derecha catalana, especialmente los sectores más reaccionarios de JuntsxCat, como Puigdemont y Elsa Artadi.
¿Por qué se opone la derecha independentista a ultranza? Porque en estos momentos, que algunos líderes del procés estén presos, actúa como un factor de cohesión y movilización de las fuerzas independentistas por encima de su unidad actual y real con el proyecto. Los indultos dividen y desactivan al independentismo.
Pero una medida como esta, cuyo objetivo es trabajar por tender puentes, no se puede aplicar con prisas y generando división. El gobierno para ello debe actuar como representante del conjunto de la sociedad española y no de forma precipitada. Es imprescindible durante unos meses llevar un trabajo por unir al máximo de fuerzas políticas y organizaciones sociales en la propuesta. Es fundamental que esta medida sirva para unir más y fortalecer no sólo a la sociedad catalana sino a todo el pueblo de las nacionalidades y regiones de nuestro país. Trabajar por la unidad es la clave, las divisiones y fisuras son heridas que nos debilitan y en las que actúan otros poderes, potencias o países para enfrentarnos y sacar partido.