Inteligencia Artificial y creación artística

IA: quién, cuándo y para qué

Señalando solo a la Inteligencia Artifical , movilizándonos contra peligros inexistentes como el de que las máquinas sustituyan a los artistas, se oculta convenientemente quiénes son sus dueños, las principales burguesías monopolistas del planeta, y al servicio de qué intereses se desarrolla esta tecnología

Inteligencia Artificial y arte aparecen encadenados. No es ciencia-ficción, es una realidad.

La voz de John Lennon ha reaparecido para lanzar, gracias a la IA, una canción inédita de los Beatles, “Now and Then”. Los guionistas de Hollywood han protagonizado una huelga ante el temor de los efectos de una aplicación masiva de la IA. Y crecen los creadores que se rebelan ante la apropiación de su voz, sus textos o su imagen gracias a la IA.

¿Va a cambiar para siempre la creación artística con la irrupción de la IA? ¿Las máquinas crearán arte y se podrá prescindir de los artistas? ¿La cultura será dominada por los algoritmos?

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¿De verdad las máquinas pueden crear arte?

Ningún cambio tecnológico ha cambiado la sustancia de la creación artística.

Este no es un debate nuevo. Cuando apareció el formato libro, sustituyendo a los rollos de pergaminos, algunos lo cuestionaron, afirmando que transformaba la sustancia de la escritura y la lectura, al fragmentarla en hojas independientes.

Algunos saltos técnicos han tenido profundas repercusiones. La imprenta contribuyó a democratizar la lectura, al abaratar los libros, y a una difusión antes impensable de las obras. En pleno centro de Madrid puede visitarse una réplica de la imprenta que editó El Quijote, pero Cervantes, como creador, no difiere sustancialmente de Sófocles.

La irrupción de la fotografía no abolió la necesidad de la pintura, que en el siglo XX vivió un momento de esplendor. Y detrás de la fotografía como arte, igual que con la pintura, hay un artista que nos propone una determinada mirada sobre la realidad. No es el objetivo quien crea el arte sino el fotógrafo.

La popularización de internet o los medios digitales ofreció nuevas herramientas, un salto en el acceso a la información, y multiplicó la audiencia potencial del arte. Pero bajo nuevas formas, la sustancia del arte y el papel imprescindible del artista no se ha alterado.

¿No va a cambiar esto con la Inteligencia Artificial? ¿El hecho de que las máquinas, ahora sí, puedan crear arte no lo transforma todo?

Cojamos un solo ejemplo. El proyecto The Next Rembrandt, elaborado con IA, pudo crear su propio Rembrandt, pintado con una impresora 3D, que recibió un premio en el Festival Internacional de Creatividad de Cannes Lions.

Pero para que el ordenador pudiera elaborar su pieza fue necesario proporcionarle toda la información sobre la obra del pintor, instruirle con múltiples variantes, introducir indicaciones en su computación… A través del algoritmo la máquina pudo elaborar una versión diferente de lo ya pensado y realizado.

La IA se basa en la detección de patrones en base a una ingente acumulación datos. Puede elaborar una versión de un cuadro de Picasso… pero jamás podría alumbrar el cubismo. Esa capacidad para plantear una mirada totalmente nueva, jamás concebida, sobre la realidad y plasmarla en una creación artística le está vedada.

El escritor Lorenzo Silva señala otra de las limitaciones de la IA: “Hay algo que les falta de manera clamorosa a los textos generados por IA que es el alma que nace de deseos, esperanza, dolor, violencia. La máquina no tiene nada de eso, le puedes enseñar peor o mejor a simularlos”.

LA IA puede elaborar una versión de Picasso pero jamás podría alumbrar el cubismo

La clave del quién y del para qué

Hay ámbitos en los que es imprescindible regular el empleo de la IA, como el de la propiedad intelectual.

Bajo una falsa apariencia de “total libertad”, se ejecuta la usurpación o robo de la obra de muchos artistas, sin contar con su aprobación y sin que reciban nada a cambio.

Algunos casos adquieren notoriedad pública, como la denuncia de la actriz Scarlett Johanson contra el uso de su imagen en un anuncio. Otros suceden silenciosamente, como el de escritores que contemplan como se usan sus obras para “entrenar” a programas de IA, que luego podrán elaborar versiones de sus libros.

¿Es la IA un peligro o una fuente de nuevas oportunidades creativas? Las dos cosas a la vez. Y esto no depende de la IA, sino de quién y para qué la utiliza.

Los grandes estudios de Hollywood o televisión no podrán prescindir nunca de guionistas humanos. Pero sí pueden usar la IA para precarizar su trabajo o pagarles menos.

Los efectos de los saltos tecnológicos están determinados por unas condiciones sociales. La imprenta democratizaba la difusión de libros, pero no ha desembocado en un mercado editorial más democrático. La edición de libros está monopolizada por un pequeño puñado de grandes editoriales, que deciden los libros que se publican y los que no ven la luz. Esta es la clave, también en la IA.

La IA ofrece nuevas posibilidades para la creación artística. Nadie va a poder detener su expansión. El problema no es la IA sino en manos de quién está, y desde ahí para qué la utiliza.

Señalando solo los peligros de la IA se oculta a quien la controla

En manos de los creadores abre nuevos horizontes e impulsa la creatividad. Bajo la propiedad de los grandes emporios de la cultura se utiliza para imponer más férreamente su dominio, su control sobre la cultura que podemos consumir. Un campo de enormes consecuencias prácticas. La cultura conforma una visión de la realidad, reaccionaria o revolucionaria, que nos conduce a cuestionar y rebelarnos o a acatar y ser sumisos. Por eso su control es tan importante para el poder. Antes y después de la IA.

La IA puede producir un espejismo similar al de internet. Parece que en “la red” todo es descentralización, libertad, aumento de la información que recibimos. Pero queda oculto el control de internet por un ínfimo puñado de servidores y plataformas, todas ellas norteamericanas.

Señalando solo a la IA, movilizándonos contra peligros inexistentes como el de que las máquinas sustituyan a los artistas, se oculta convenientemente quiénes son los dueños de la IA.