Faltaban solo dos días para las vacaciones de verano. Pero nunca llegaron para 19 niños de la Escuela Elemental Robb, en Uvalde (Texas), una localidad de 16.000 habitantes a 130 kilómetros de San Antonio. Ya no habrá felices vacaciones tampoco para dos de sus profesoras. Ni para los habitantes de ese pueblo de mayoría hispana, rotos para siempre, a quienes les han tiroteado el alma y los recuerdos.
Un monstruo homicida con forma de joven de 18 años, llamado Salvador Ramos, irrumpió a las 11 y media en una clase de cuarto, con una pistola en una mano y un fusil de asalto en la otra. Y abrió fuego. Abrió fuego contra niños de 10 y 8 años, y contra dos educadoras que trataron de defender a los pequeños. Abrió fuego vomitando muerte y locura hasta que pudo ser abatido por un agente de policía.
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Lo que ha ocurrido en Uvalde es un nuevo episodio de una tragedia recurrente, de una pesadilla de la que EEUU parece incapaz de despertar. Cada pocos meses, un perturbado o un fanático, decide descargar su frustración, su odio y su cargador contra algún centro educativo, contra una plaza abarrotada o contra un supermercado. Tiene acceso a un amplio arsenal de armas de fuego y de municiones.
Sólo diez días de este sinsentido, otro monstruo en forma de joven, esta vez radicalizado por los delirios fascistas y racistas de la «Teoría del Gran Reemplazo» que muchos ultras -en EEUU y en España- repiten sin pudor, entró armado con un fusil de asalto en un supermercado de Búfalo (Nueva York) y mató a tiros a 10 personas afroamericanas. Quería cazar negros.
Desde 1970 se han registrado 188 ataques a escuelas en EEUU. Quizá la más recordada sea la de Columbine (1999), un pequeño pueblo de Colorado donde dos alumnos armados con pistolas, fusiles y explosivos mataron a 13 estudiantes y a un profesor, pero la que ostenta el trágico récord es la de la escuela de primaria Sandy Hook de Newtown (Connecticut) en 2012. Otro engendro de 20 años entró con dos armas automáticas en la clase de su madre, que era maestra del centro, y disparó contra ella y sus alumnos, con un resultado de 26 muertos, entre ellos 20 niños de entre 5 y 10 años.
Desde 1970 se han registrado 188 ataques a escuelas en EEUU.
Un sinsentido recurrente, un holocausto silencioso
Los ataques armados a escuelas e institutos son evidentemente el extremo más abyecto, pero no es más que la punta del iceberg de un holocausto silencioso. Los norteamericanos representan el 4,4% de la población mundial y sin embargo poseen casi la mitad, un 42%, de las pistolas y los fusiles registrados en todo el planeta. En EEUU hay más armas de fuego (390 millones de armas en circulación) que habitantes (329 millones) y el acceso a las mismas es -en la mayoría de los Estados- completamente libre. Hasta una ley para exigir algo tan básico como la comprobación de antecedentes lleva dos años atascada en el Senado porque no hay 60 votos que permitan siquiera tramitarla. Dado que afecta a derechos constitucionales, ningún presidente norteamericano puede simplemente prohibirlas,
Pero mientras tanto, las masacres se suceden. Según el FBI, hubo 345 «incidentes de tiradores activos» en Estados Unidos entre 2000 y 2020, que resultaron en más de 1.024 muertes y 1.828 heridos. El ataque más mortífero fue en un concierto de Las Vegas en 2017, donde un francotirador abatió a más de 50 personas y dejó 500 heridos. Sin embargo, la gran mayoría de los tiroteos masivos dejan menos de 30 muertos.
Los ataques armados a escuelas e institutos son evidentemente el extremo más abyecto, pero no es más que la punta del iceberg de un holocausto silencioso
Las heridas por arma se han convertido en la principal causa de muerte de los norteamericanos de menos de 24 años, por delante de los accidentes de tráfico. En EEUU mueren, cada día, doce niños por arma de fuego y 32 resultan heridas, unas cifras que incluyen las muertes accidentales (en muchos casos niños que encuentran un arma en casa) y los suicidios entre los adolescentes. Un total de 45.222 personas murieron por lesiones relacionadas con armas de fuego durante 2020 en EEUU, el último año del que se dispone de datos completos. Para comparar, en el mismo lapso de tiempo, en Japón fueron 50 y en Israel 105 víctimas mortales.
Las razones… monopolistas
Hasta Biden lo ha dicho. “En nombre de Dios, ¿cuándo vamos a plantarle cara al lobby de las armas?”, exclamó en una rueda de prensa tras conocerse la tragedia de Uvalde. Ese lobby de las armas no es otro que la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), que se identifica sin pudor con el Partido Republicano y con sus sectores más ultrareaccionarios, como el trumpismo, el Tea Party o la Conservative Political Action Conference (CPAC), a quienes financia generosamente, pero tiene también sus partidarios en el Partido Demócrata. El acceso ilimitado a las armas de fuego es algo muy arraigado en la idiosincrasia norteamericana, especialmente en la América profunda y en las zonas rurales del sur y del centro de EEUU
Si estuviéramos hablando sólo de los fabricantes de pistolas, rifles, escopetas y municiones, costaría entender por qué la NRA tiene tanto, tanto poder. Pero es un brazo político del complejo militar industrial
Si estuviéramos hablando sólo de los fabricantes de pistolas, rifles, escopetas y municiones, costaría entender por qué la NRA tiene tanto, tanto poder. Pero es que este lobby no es más que un brazo político de un conglomerado de grandes bancos y monopolios que forman parte del complejo militar-industrial. Se trata no sólo de uno de los grandes nódulos de la clase dominante norteamericana, sino de la mayor concentración de capital del planeta
“Cada día que pasa siento un mayor temor del poder que ha alcanzado el complejo militar industrial”, dijo en su discurso televisado del 17 de enero de 1961 el presidente norteamericano Dwight «Ike» Eisenhower. No lo decía cualquier inquilino de la Casa Blanca, sino el máximo comandante aliado occidental de la II Guerra Mundial y General de cinco estrellas del Ejército de los Estados Unidos.
El complejo militar-industrial es un auténtico entramado político, militar y económico nucleado en torno a gigantes monopolistas que nutren de cuantiosos contratos públicos para el Pentágono -como Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, Northon Grumman y General Dynamics- y cuyo principal negocio es la venta de sistemas, vehículos y equipamiento de alta tecnología militar.
Es más barato comprar un fusil de asalto AR-15 que un Iphone
Pero el negocio de las armas de fuego les proporciona un negocio nada despreciable. En 2018 los fabricantes de armas produjeron en Estados Unidos nueve millones de armas, más del doble de la cantidad fabricada en 2008, con unos beneficios de 41.930 millones de dólares. Eso es más o menos lo mismo que ingresó Facebook ese año.
Y dentro del negocio de las armas, los asesinos y fanáticos no sólo tienen libre acceso a armas de «defensa personal», o de caza, sino a un auténtico arsenal para las delicias de cualquier lunático. El fusil de asalto AR-15, uno de los más utilizados por los asesinos en masa en Estados Unidos -de hecho, una de las armas que portaba Salvador Ramos en Uvalde- se puede comprar incluso por internet, y su precio ronda los 500 dólares (445 euros). Es más barato que algunos Iphone.