Un reciente informe elaborado por el Consejo de la Juventud Española nos alerta de que el 81% de la juventud está viviendo en casa de sus padres, siendo esta la cifra más alta desde el año 2002. Y para los que se atreven a emanciparse, la escalada de los precios de la vivienda devora hasta el 94% de su salario.
Según ha explicado María Rodríguez, vicepresidenta del Consejo, es una situación «enquistada» y ha recordado que en 2002 comenzó una tendencia ascendente de jóvenes emancipados, que cayó con la crisis en 2008 y, que a pesar de que haber vuelto a crecer, «sigue en los niveles de hace 17 años».
Según los últimos datos, el SMI entre los jóvenes entre 16 y 29 años es de 932 euros al mes, por lo que emanciparse se convierte en una ardua tarea. La situación de ese 19% que se emancipa tampoco es que sea mejor: tienen que invertir un 94% de su salario para poder vivir de alquiler.
Lo que subyace tras esto es la precariedad de los jóvenes. No sirve de nada tener un empleo, si es en unas condiciones donde se contrata por horas y en un marco laboral donde puedes ser fácilmente despedido. Actualmente para la juventud tener trabajo no es garantía de una mínima solvencia económica, ya que aunque ha aumentado el número de jóvenes que se han incorporado al mercado laboral, el 22,1% de la población joven ocupada está en riesgo de pobreza y exclusión social.
Un problema, dos culpables
Este problema se ha ido enraizando en estas últimas dos décadas, pero no ha sido un fenómeno que haya surgido “de manera natural”. Corresponde a un proyecto que tiene como objetivo que nuestra juventud, la nueva clase obrera, vea la precariedad como la cosa más normal del mundo. Por un lado las grandes multinacionales están contratando a mano de obra sobrecualificada por un salario de miseria. Esta es la primera causa que provoca que solo 1 de cada 5 jóvenes puedan emanciparse, tras prácticamente quedarse a dos velas.
La brutal escalada de los precios de la vivienda también tiene responsables. Los bancos, fondos de inversión y fondos buitre, controlan el 90% del mercado inmobiliario. Teniendo así la capacidad de poder fijar los precios a su antojo y convertir las viviendas en una trampa donde la gente ha de endeudarse si quiere un techo en el que vivir.
Con estos dos problemas, no es extraño ver que los raros casos de emancipación sean para irse de alquiler, ya que meterse en una hipoteca es literalmente imposible.
Es posible emanciparse sin endeudarse
En España sobran los recursos, el problema es si se ponen al servicio del 90% de la población. En muchos países, como Suecia o Alemania, dan subvenciones a la gente joven con el objetivo de promover su emancipación. Otra opción es la creación de un parque público de viviendas que se ajusten a los bolsillos de la juventud de nuestro pueblo. Solo con la redistribución de la riqueza podemos plantearnos un futuro distinto para nuestra juventud donde se puedan desarrollar todas sus capacidades.