«En el pasado, cuando Washington se preocupó por China, fue principalmente en términos de una amenaza militar: ¿Podríamos ir a la guerra? ¿China podría sustituir a la Unión Soviética como nuestro rival en la post-guerra fría? O bien se preocupó por ella como un taller mundial: China destruye empleos en las manufacturas de nuestra economía con una moneda devaluada y una mano de obra barata. Pero hoy, las amenazas que plantea China -reales o imaginarias- han inundado cada escenario en el que nuestras dos naciones pueden competir»
En gran arte, políticos, activistas y comentaristas empujan la nueva alarma roja para promover sus agendas particulares en Washington. Si desea promover las energías limpias y que el gobierno invierta en este sector, ¿qué mejor manera de enmarcar el problema que como una lucha contra los chinos? ¿Quieres revivir el proyecto de los aviones de combate F-22? No hay nada mejor país que invocar a China como la amenaza del futuro. (THE WASHINGTON POST) VEDEMOSTI.- A juzgar por la retórica de sus dirigentes, Rusia anhela ser especial. Pero carece de recursos y oportunidades para lograrlo y no tiene ganas ni paciencia para convertirse finalmente en un país común y corriente. Otro problema es que el poder se transformó en un instrumento de banal latrocinio en Rusia donde la cúpula representa los intereses de una burocracia criminalizada. Se aprecia la riqueza, no el poder. Rusia es demasiado rica para industrializarse con éxito y demasiado pobre para generar la demanda interna de tecnologías; demasiado inteligente para dedicarse al plagio pero no lo suficientemente profesional para obtener liderazgo tecnológico. Se cree demasiado especial para ser un país normal pero es demasiado débil y poco original para aspirar a más. EEUU. The Washington Post Hay una nueva alarma roja. ¿Pero da China realmente tanto miedo? Steven Mufson and John Pomfret Con la economía americana agobiada y el sistema político en punto muerto, hay una cosa en la que todos en Washington parecen estar de acuerdo: los chinos lo hacen mejor. ¿Ciberespacio? China tiene un ejército de hackers dispuestos a leer sus más íntimos e-mails y espiar a corporaciones y agencias gubernamentales super-secretas. (Pregúntele a Google.) ¿Educación? China está produciendo ingenieros casi tan rápido como fabrica juguetes. ¿Proezas militares? China está ganando terreno tan rápidamente que trata de desplegar un barco de misiles balísticos que podría hacer de la vida en un portaaviones de EEUU una aventura peligrosa. ¿La economía? China ha pasado de ser el fabricante de prendas de vestir baratas al banquero de Estados Unidos. ¿Gobernabilidad? Por lo menos pueden construir trenes de alta velocidad. ¿Y la energía? ¡Cuidado, la China Roja se está haciendo verde! Esta nueva alarma Roja dice mucho acerca de la sicología colectiva de Estados Unidos en este momento. Una nación con un ingreso per cápita de 6.546 dólares –instalado por encima de Ucrania y por debajo de Namibia, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional– está poniendo el temor de Dios, o de Mao, en nuestros corazones. Aquí está nuestro comandante en jefe, el presidente Obama, hablando de la energía limpia este mes: "Países como China se están moviendo más rápido…. No voy a aceptar una situación en la que los Estados Unidos vienen en un segundo, tercero o cuarto lugar en lo que será el motor económico más importante del futuro". Y el jefe de los expertos nacionales, Thomas Friedman del New York Times, incluso ve alguna virtud en el monopolio del Partido Comunista de China sobre el poder político: "Un partido autocrático ciertamente tiene sus inconvenientes. Pero cuando está dirigido por un grupo razonablemente inteligente de personas, lo que ocurre en China hoy en día, también puede tener grandes ventajas." En el pasado, cuando Washington se preocupó por China, fue principalmente en términos de una amenaza militar: ¿Podríamos ir a la guerra? ¿China podría sustituir a la Unión Soviética como nuestro rival en la post-guerra fría? O bien se preocupó por ella como un taller mundial: China destruye empleos en las manufacturas de nuestra economía con una moneda devaluada y una mano de obra barata. Pero hoy, las amenazas que plantea China –reales o imaginarias– han inundado cada escenario en el que nuestras dos naciones pueden competir. Y no sólo en Washington. Preguntados en un sondeo del Washington Post-ABC News de este mes si este siglo sería más un “siglo americano” o más un “siglo de China”, muchos estadounidenses en todo el país eligieron a China. Los encuestados, se dividen por igual entre Estados Unidos y China acerca de quién dominará la economía mundial y se inclinan hacia Pekín sobre quién influirá más en los asuntos mundiales en general. "Hemos perdido totalmente la perspectiva de lo que constituye la realidad de la China de hoy", dijo Elizabeth Economy, directora de Estudios de Asia en el Consejo de Relaciones Exteriores. "Hay muchas cosas que son increíbles sobre la historia económica de China, pero hay bastantes cosas que no están funcionando bien tanto en el frente político como en el económico. Necesitamos entender los matices de esta historia –la innovación, las energías renovables, el crecimiento económico, etc. en China– para garantizar que todo el despliegue de Beijing, y de nuestros medios de comunicación y nuestros políticos, no nos lleven a sesgar nuestra propia política". Después de haber vivido en China durante las últimas dos décadas, hemos vivido y contado la crónica de su notable transformación económica y social. Pero la idea de que China constituye una amenaza inminente para todos los aspectos de la vida estadounidense revela más sobre nosotros que sobre China y sus capacidades. El entusiasmo con que nuestros políticos y expertos fabrican hombres de paja chinos apunta más a la inquietud entre nosotros que al éxito dentro de la Gran Muralla. Esto no quiere decir que China no esté haciendo muchas cosas bien o que no podríamos aprender una o dos cosas de nuestros amigos chinos. Pero en gran parte, políticos, activistas y comentaristas empujan la nueva alarma roja para promover sus agendas particulares en Washington. Si desea promover las energías limpias y que el gobierno invierta en este sector, ¿qué mejor manera de enmarcar el problema que como una lucha contra los chinos, y llamarlo el "nuevo Sputnik"? ¿Quieres revivir el proyecto de los aviones de combate F-22? No hay nada mejor país que invocar a China como la amenaza del futuro. Cojamos la tecnología verde. China tiene un gran número de dispositivos solares, pero los más comunes son de baja tecnología instalados en las azoteas para calentar agua, paneles fotovoltaicos baratos y de baja eficiencia. Para montar su nueva fuente de energía renovable de alta tecnología en la ciudad occidental de Ordos, China tiene previsto importar paneles fotovoltaicos realizados por la estadounidense First Solar, y espera que la compañía inicie la fabricación en China. Incluso si los subsidios del gobierno permitieran a China triplicar las instalaciones fotovoltaicas este año, seguiría por detrás de Alemania, Italia, Estados Unidos y Japón, según iSuppli, una firma de investigación de mercado. China tiene docenas de fabricantes de turbinas de viento, pero su calidad está muy por detrás de la de General Electric, por no hablar de Vestas y Siemens en Europa. Y aunque una compañía de energía de China tiene una tecnología que podría ser útil para la captura y el almacenamiento de carbono, algo que muchos ven como la clave para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales de carbón, se ha construido sólo una versión pequeña para capturar el dióxido de carbono para la fabricación de soda, en lugar de explorar las innovaciones necesarias para el almacenamiento. Si no fuera por nuestras dificultades económicas, podríamos estar aplaudiendo los avances de China en la energía limpia; después de todo, la primera posición de liderazgo que hemos cedido a China se encuentra en las emisiones de gases de efecto invernadero. La limitación de las emisiones es un trabajo bastante arduo que nuestras dos economías deben abordar. Pero los temores internos se han transformado en ansiedad acerca de China. "Todos los días esperamos en esta nación que China se va a comer nuestro almuerzo", dijo este mes el senador Lindsey Graham (republicano). Argumentando en favor de la energía nuclear, así como de fuentes de energía renovables y formas más limpias de utilizar el carbón, Graham dijo: "Los chinos no necesitan 60 votos. Supongo que allí sólo necesitan el voto de un individuo, y ese tipo de votaciones… . Mientras que aquí estamos en punto muerto". Al igual que otros, Graham insiste en la amenaza de China para impulsar a sus compañeros legisladores a la acción. "Hace seis meses, mi mayor preocupación era que un acuerdo sobre emisiones hiciera los negocios estadounidenses menos competitivos en comparación con China", dijo el otro día. "Ahora mi preocupación es que cada día que tardamos en tratar de encontrar un precio para el carbono es un día que China utiliza para dominar la economía verde". En otros ámbitos, políticos y expertos también tienen una tendencia a sobrestimar los puntos fuertes de China, de manera que hacen a China más ominosa de lo que realmente es. Los informes recientes acerca de cómo China está amenazando con tomar la delantera en la investigación científica parecen ignorar los graves problemas a los que se enfrenta con el plagio y las falsificaciones. Las proyecciones de crecimiento económico de China no toman en cuenta la crisis demográfica del país: va a ser la primera nación del mundo que envejecerá antes de hacerse rica. A mediados de este siglo el porcentaje de su población de más de 60 años de edad será mayor que en Estados Unidos, y más de 100 millones de chinos serán mayores de 80 años. China también se enfrenta a una grave escasez de agua que podría perjudicar a las empresas, desde las granjas de trigo a las plantas de energía o los fabricantes de microchips. ¿Y sobre todos esos ingenieros? En 2006, el New York Times informó que China graduaba 600.000 por año en comparación con los 70.000 de los Estados Unidos. Este informe del Times ha sido citado a menudo en el Congreso. Sólo hay un problema: las estadísticas de China cuentan a los mecánicos y los reparadores de coches refrigerados como "ingenieros". Hemos visto esta película antes, y no terminó en un desastre para Estados Unidos. Hace algunas décadas, los americanos estaban obsesionados con otro gigante emergente de Asia: Japón. La gente estaba alterada sobre la "amenaza" de que los coches importados de Japón estaban destrozando a los trabajadores del automóvil. El 19 de junio de 1982, un supervisor de Chrysler y su hijastro, que habían sido despedidos de una fábrica de automóviles de Michigan, mataron a un hombre estadounidense de origen chino que al parecer pensaban que era japonés. En 1992, el best seller "Rising Sun", escrito por Michael Crichton, resumió los temores de la nación. En 1991, en una encuesta de ABC News / NHK, el 60% de los estadounidenses consideraron la fortaleza económica de Japón como una amenaza para Estados Unidos. Pero entonces ocurrió algo. La economía de Japón perdió comba. La década de 1990 se convirtió en una "década perdida", hasta tal punto que durante los días más duros de la reciente crisis financiera, Japón fue invocada como una advertencia de lo que puede ocurrir si no hacemos lo suficiente para echar a andar nuestra economía. Ahora, algunos expertos, como Kenneth Lieberthal, ex director para Asia del Consejo de Seguridad Nacional y un hombre que nos ha enseñado mucho sobre China, dice por ejemplo que usar el aumento de la tecnología verde por parte de China como una excusa para azotar a Estados Unidos no es en realidad tan mala idea, porque el resultado –un medio ambiente más limpio o una fuerza de trabajo más especializada en alta tecnología– tiene mucho de positivo. Y por supuesto es mejor competir en eso que en el tamaño de nuestras fuerzas militares respectivas. Pero hay una cierta ironía en la nueva alarma roja. Cuando hicimos el informe de China en la década de 1990, algunos neoconservadores chinos lograron la popularidad de algunas estrellas de rock promoviendo la noción de que Estados Unidos estaba conspirando para contener a China, militar y económicamente. Ellos argumentaban que el crecimiento económico global era un juego de suma cero y que la emergencia de China sería a costa del retroceso de Estados Unidos; como consecuencia, Pekín tenía que ser más asertiva en sus relaciones con Estados Unidos. Legiones de diplomáticos y líderes empresariales de EEUU dijeron que no, no, no. Aseguraron a China que las dos naciones podían crecer juntas. Los estadounidenses trataron de enseñar a los chinos el significado de la expresión "ganar-ganar". Y eso es lo que los cursillos de introducción a la economía enseñan. Como el ex presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente George W. Bush, N. Gregory Mankiw, escribe en su popular libro de texto: "no es como una competencia deportiva, donde una parte gana y la otra pierde. De hecho, la verdad es la contraria. El comercio entre los dos países puede hacer que cada país mejore". Y sin embargo, una competencia deportiva –o algo peor– es exactamente lo que parece la relación Estados Unidos-China estos días. Al hablar de la energía el 3 de febrero en su reunión con los gobernadores, Obama advirtió: "No podemos permitirnos el lujo de marchar tranquilamente, mientras que el resto del mundo nos adelanta velozmente". No quedarse rezagados es una meta digna, pero Estados Unidos no necesita un coco detrás para moverse. Lo que puede parecer como una línea desechable aquí podría dañar las relaciones de EEUU allí, y hay razones suficientes para la tensión con China sin necesidad de producir nuevas. Como dijo el estratega chino Sun Tzu: "Si ignoras tanto de tu enemigo como de ti mismo, estás de verdad en peligro." China no es un enemigo, pero exagerar el desafío de China podría ser tan peligroso como subestimarlo. THE WASHINGTON POST. 28-2-2010 Rusia. Vedemosti Rusia es incapaz de modernizarse La Rusia de hoy se vio en una especie de trampa y es incapaz de modernizarse, considera Vladislav Inozémtsev, director del Centro de estudios de la sociedad postindustrial. A diferencia de las naciones asiáticas que fueron pobres, analfabetas y básicamente rurales, Rusia ya no puede impulsar una modernización industrial: desaprovechó las ventajas de este modelo en el período de la Unión Soviética, sin transformarse en una economía competitiva, señala Inozémtsev (…) Rusia pasó los últimos 20 años dando bandazos que acabaron por desprestigiar a los ojos de su población los modelos clásicos. Rompió con la distribución socialista y, aunque no creó una economía liberal en el sentido tradicional, el liberalismo allí empezó a asociarse con la trivial ingobernabilidad y la prepotencia de los oligarcas. Cuando se hizo un intento por eliminar los abusos, Rusia se transformó en un coto autoritario para pretorianos extorsionistas. Como resultado, ni el mercado ni el estatismo sirven a esas alturas como palancas para la modernización. La modernización implica el imperativo de alcanzar a los líderes, aprender, copiar tecnologías e instituciones. Pero Rusia fue la primera del planeta en varios sectores, se creyó arquitecta de un mundo nuevo en los tiempos de la URSS y jamás será una discípula diligente. Tampoco podrá reasumir el papel de pastora, en el que falló una vez. A juzgar por la retórica de sus dirigentes, Rusia anhela ser especial. Pero carece de recursos y oportunidades para lograrlo y no tiene ganas ni paciencia para convertirse finalmente en un país común y corriente. Otro problema es que el poder se transformó en un instrumento de banal latrocinio en Rusia donde la cúpula representa los intereses de una burocracia criminalizada. Se aprecia la riqueza, no el poder. La posición internacional de país tampoco ayuda a la modernización. Rusia sigue al margen de la OMC y la OCDE, descarta la mera idea del ingreso en la UE y trata de preservar su status quo sin entender que es una tarea inviable a largo plazo. Rusia es demasiado rica para industrializarse con éxito y demasiado pobre para generar la demanda interna de tecnologías; demasiado inteligente para dedicarse al plagio pero no lo suficientemente profesional para obtener liderazgo tecnológico. Se cree demasiado especial para ser un país normal pero es demasiado débil y poco original para aspirar a más. Son dilemas casi fatales, que no se resuelven con la simple transición de un régimen autoritario a una democracia (…) Ningún demócrata podrá ganar las elecciones, si llama a los conciudadanos a apretarse el cinturón, meterse a aprendiz de Occidente, abrir el mercado para inversiones extranjeras, ceder una parte de la soberanía a la Unión Europea y renunciar a las ventajas de "superpotencia energética". VEDEMOSTI. 2-2-2010