Entrar en Argelia con un visado turístico, esconder tu pequeño equipo para eludir los controles, y «disparar» con la cámara cuando se tenga la ocasión, recogiendo los testimonios prohibidos de un horror todavía muy reciente, aunque silenciado. Esto es lo que ha conseguido la francesa magrebí Anne Amzallag, en este documental que fue presentado el pasado martes día 5 de mayo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Haqiqa significa «verdad», y esa verdad desnuda es lo que esta realizadora ha pretendido perseguir, asumiendo riesgos personales, en un ejercicio de cine y periodismo al límite. El documental, de una hora y media de duración, grabado en francés y árabe, recoge escenas y testimonios de algunos familiares de los desaparecidos en Argel, Oral y Relizanne, en una guerra que significa el residuo de la barbarie colonial francesa en el país.
El hilo conductor del documental es el testimonio de una argelina, Nassera Dutour, resonsable y fundadora de la Asociacion SOS Disparues y asimismo madre de un muchacho de 17 años que en 1997 fue secuestrado por las fuerzas de seguridad y que desde entonces se encuentra en paradero desconocido. La historia de Nassera articula la narración, pero en realidad es muy similar a la de los 6.146 desparecidos y sus familias. La cinta recoge asimismo vistas de una fosa común, que aún se encuentra abierta, en los alrededores de la ciudad de Relizanne, situada al noroeste de Argelia, donde se produjeron en la época importantes y sangrientas operaciones de represión policial contra la población civil, a la que se acusó de dar ocultar a los fundamentalistas islámicos.Pero además de dar voz a estas familias silenciadas en su dolor durante estos años, Haqiqa es también alberga un discurso político consciente. Los familiares de los desaparecidos se niegan a aceptar las la Carta por la Paz y Reconciliación que impulso el gobierno argelino en 2005, y que intento callar bocas otorgando indemnizaciones a las víctimas. Una maniobra despreciable, que en el fondo se asemeja muchísimo a leyes como la de Punto Final u Obediencia Debida, con la diferencia de que ni siquiera ha pasado una década de los acontecimientos, y han ocurrido realmente cerca de aquí. No contentos con esta desfachatez, La Carta por la Paz y la Reconciliación amenaza con penas de hasta 5 años de cárcel a los que utilicen de manera partidaria las desapariciones y hagan uso de ellas para atacar al gobierno.Este es precisamente el riesgo que ha tenido que correr Anne Amzallag, al introducirse en el país para llevar a cabo una actividad clandestina penada con la cárcel: darles a las víctimas un espacio para que puedan expresarse, en lugar de comprarlas. La pasividad del gobierno francés ante esta barbarie es quizá uno de los puntos débiles del film, ya que no ahonda lo suficiente en esta contradicción.El motivo de su estreno en Barcelona es que gran parte de los fondos con los que se ha realizado el documental provienen de la Oficina per la Pau de la Generalitat de Cataluña, que han sido gestionados por la Organización No Gubernamental de Derechos Humanos El Calam, en las labores de producción.