Tras no poder aprobar unos presupuestos sociales acordados que ofrecían importantes mediadas a las exigencias y anhelos de la mayoría social progresista- debido a una «tormenta perfecta» («batalla del relator», manifestaciones en Colón, apertura del juicio del procés, chantaje independentista…), el gobierno de Sánchez da por acabada la legislatura y anuncia elecciones para el 28 de abril.
En rueda de Prensa Pedro Sánchez ha repasado los logros de su gobierno y los bloqueos a los que se ha enfrentado no por falta de mayorías parlamentarias sino por filibusterismo político. El presidente del gobierno ha garantizado que la revalorización de las pensiones y la subida del salario mínimo están garantizados.
En el aquelarre que ha acabado abortando unos presupuestos progresistas -y con ellos la legislatura- han acabado uniéndose en la consigna de «abajo con Sánchez», de forma aparentemente «antinatura» el PP de Pablo Casado, Ciudadanos… y los independentistas catalanes, ERC y PDeCAT, que habían presentado sus propias enmiendas a la totalidad.
De nada han servido los llamamientos hasta el último minuto -de Unidos Podemos, del PNV y del Grupo Socialista- para convencer a los independentistas catalanes de que aparcaran sus diferencias y retiraran las enmiendas a la totalidad y validaran las cuentas del Gobierno de Pedro Sánchez. ERC y PDeCAT han votado del lado de Pablo Casado y de la manifestación de Colon, y en contra de la moción de censura de junio que desalojó a Mariano Rajoy. De un lado las políticas sociales de los PGE, del otro sus exigencias soberanistas. Ha quedado claro qué priorizan en la balanza.
Se ha cerrado el paso a unos presupuestos que -aunque sea de forma limitada, parcial y hasta insuficiente- recogían importantes demandas sociales, la reversión de los recortes y de la «contención» de la inversión social, pero que sobre todo reflejaban el creciente influjo de la mayoría social progresista. Por eso, para los grandes centros de poder nacional e internacional, estos presupuestos debían ser torpedeados. Y el gobierno de Sánchez con ellos.
Ahora se abre un periodo electoral, marcado por un panorama bronco, móvil e inestable. Un marco político en el que se desarrolla una ofensiva -encabezada por el PP de Pablo Casado- para volver a colocar a un derechista «gobierno de los recortes» de nuevo en la Moncloa que permita el avance y la profundización del proyecto de saqueo contra el 90%.
Pero esa ofensiva se enfrenta a una mayoría social progresista que en el último año -en batallas como la de las pensiones o la de la lucha de las mujeres- ha dado sobradas muestras de su energía y combatividad, y su capacidad para intervenir de forma decisiva en las contiendas políticas. Y el peligro de un gobierno encabezado por el PP de Pablo Casado -y secundado por la ultraderecha- está ya colocando en la conciencia de cada vez más sectores la perentoria necesidad de un gobierno de progreso -fruto de un acuerdo de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos- como una alternativa real.
Se abre ahora un nuevo ciclo electoral, un periodo convulso, lleno tanto de incertidumbre… como de oportunidades.