«Es muy probable que algunos países tengan que incumplir el pago de la deuda antes de que acabe la crisis. La zona euro apoyará al Gobierno central de España pero, desde luego, otra deuda española no la va a apoyar. Por ejemplo, deudas autonómicas o la privada»
Si la economía esañola fuera una cuarta parte de lo que es, estaría en grandes dificultades. Europa puede comprar Portugal, tiene dinero, pero el mensaje que se daría a Italia, Irlanda y España sería un desastre… La economía española es demasiado grande, tiene una alta deuda exterior, un elevado déficit, problemas de competitividad… Recortar los salarios de los funcionarios no basta, hay que reducirlos de forma drástica. (EL ECONOMISTA) EXPANSIÓN.- Los inversores internacionales no acaban de recuperar su confianza en la economía española. El anuncio por parte de Moody’s de una posible rebaja en el ráting carecería de trascendencia de no coincidir con un calendario especialmente delicado para el Tesoro. Más inquietante resulta el vaticinio de Merril Lynch de que nos veremos forzados a recurrir al fondo europeo de salvamento. Tamaño tropiezo no se saldaría con una solución a nuestros problemas de deuda o un mayor impulso a la actividad económica. Del pozo de la intervención no se sale sin padecer una experiencia bien traumática. EL PAÍS.- Este perfil trimestral, en el que coinciden a grandes rasgos casi todas las proyecciones de empleo y paro para 2010, debería ser suficiente para alejar cualquier tentación de euforia o de dar por superadas las malas noticias. La proyección macroeconómica para España sigue siendo la misma que se anunció en 2009: bajas tasas de crecimiento al menos hasta finales de 2011 y tasas muy elevadas de desempleo hasta esa fecha. Entrevista. El Economista Rebajar los sueldos de los funcionarios no basta, habrá que rebajar más Irene Rivas Kenneth Rogoff tiene un currículum que avala su visión de una crisis sobre la que se muestra "cautelosamente optimista", pese a que está convencido de que algunas economías como la española tendrán que ser intervenidas para evitar la suspensión de pagos. También advierte de que la próxima recesión llegará antes de dos años por las consecuencias que dejará la actual crisis. El ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y hoy catedrático de Economía de la Universidad de Harvard es señalado por muchas voces como un futuro Nobel de Economía. Ayer participó en el Campus Faes 2010. P ¿Cuál es la situación hacia la que se dirige la economía global? ¿Y la española? R Es muy probable que algunos países tengan que incumplir el pago de la deuda antes de que acabe la crisis. La zona euro apoyará al Gobierno central de España pero, desde luego, otra deuda española no la va a apoyar. Por ejemplo, deudas autonómicas o la privada. Hay tantos países que creo que tendrán que reestructurar su deuda, pero los Gobiernos centrales no caerán en incumplimientos. Sin embargo, algunas regiones sí podrían entrar en default. En la Gran Depresión, por ejemplo, Canadá y Argentina no tuvieron ese problema, pero sí algunos estados de esos países. Puede ocurrir en algunos estados europeos a nivel de los municipios o regiones… P ¿Alguna región española tiene más probabilidad que otras? R Tengo entendido que muchas regiones, que están financiando la deuda, están llevando a cabo enormes proyectos de infraestructuras y se encuentran en un terreno pantanoso. Los datos no son muy claros, pero es una situación posible, fácil de creer. P ¿Y España caerá en ‘default’? R El Gobierno central no caerá en suspensión de pagos porque Europa apoyará al Ejecutivo, lo rescatará. La parte más difícil pasa porque el Ejecutivo central garantice todas las cajas de ahorros y las autonomías. A ellas no las podrá rescatar. El Gobierno tiene muchas dificultades a la hora de evitar el impago, lo protegerán. España es demasiado grande para fracasar… P ¿Conoce la existencia del plan de liquidez que elaboran el FMI y la Comisión Europea para España? R No lo conozco, pero espero que exista. Creo que es necesario que dejen muy claro que apoyarían a España. Pero España tiene que decidir qué va a salvar y qué no. Si el Gobierno central pretende dar garantías de todo, eso no lo van a salvar. P Entonces, ¿lo necesitará? R Si el FMI y Europa comunicasen que no van a apoyar a España, necesitaría el dinero mañana. P ¿Cree entonces que no es casual la reunión del ex economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, con el presidente del Gobierno? R Es importante que el FMI asesore al Gobierno. Sería tonto si no escucha su experiencia en todo el mundo e irresponsable no tener ninguna asesoría del FMI. Si en España las cosas empeoran, es importante tener un diálogo que ya esté abierto. P ¿No es una vista de cortesía? R Es muy difícil de creer. Es el economista jefe del FMI, si fuese el director gerente sería normal que lo reciba Zapatero, pero no es normal tratándose del economista jefe. El hecho de que se reúna con Blanchard quiere decir otra cosa. Yo he visitado a muchos presidentes cuando trabajaba en el FMI, pero no eran visitas rutinarias… Las reuniones de menos nivel no son automáticas. P ¿Se pueden comparar entonces España y Grecia? R Son diferentes, pero si la economía española fuera una cuarta parte de lo que es, estaría en grandes dificultades. Europa puede comprar Portugal, tiene dinero, pero el mensaje que se daría a Italia, Irlanda y España sería un desastre… La economía española es demasiado grande, tiene una alta deuda exterior, un elevado déficit, problemas de competitividad… Recortar los salarios de los funcionarios no basta, hay que reducirlos de forma drástica. EL ECONOMISTA. 3-7-2010 Editorial. Expansión Ruido de fondo en los mercados Los inversores internacionales no acaban de recuperar su confianza en la economía española. Una comprensible reacción ante el continuo goteo de señales negativas por parte de los más respetados formadores de opinión, resulte o no o no acertado su diagnóstico. El anuncio por parte de Moody’s de una posible rebaja en el ráting carecería de trascendencia de no coincidir con un calendario especialmente delicado para el Tesoro. Se trataría sólo de poner al día un reloj que acumula seis meses de retraso, como antes lo hicieran las dos otras grandes agencias de calificación. Más inquietante resulta el vaticinio de Merril Lynch de que nos veremos forzados a recurrir al fondo europeo de salvamento. Tamaño tropiezo no se saldaría, mucho nos tememos, con una solución a nuestros problemas de deuda o un mayor impulso a la actividad económica, como pronostica su escenario escasamente realista. Del pozo de la intervención no se sale sin padecer una experiencia bien traumática. ¡Que se lo digan a Grecia! Lo malo es que estos ruidos de fondo coinciden con un creciente nerviosismo ante el temido y esperado cambio de signo en la política monetaria del BCE, cuyo calendario e instrumentación desconocen posiblemente hasta sus máximos rectores. Al igual que se ha asistido, de la noche a la mañana, a una rectificación en toda regla de la política presupuestaria, tras dos años de estímulos fiscales, los mercados temen una brusca vuelta a la normalidad en la gestión de la liquidez del sistema. Hoy por hoy, el dinero fácil constituye el único remedio disponible para apuntalar una recuperación carente de fuelle y facilitar el proceso de refinanciación de un sector privado endeudado más allá de lo razonable en la actual coyuntura. Pero prolongar el tratamiento comporta el efecto perverso de retrasar el indispensable ajuste del apalancamiento. Sólo así se explica que las entidades de crédito remansen en su cartera activos dudosos, especialmente inmobiliarios, que un criterio de rigor aconsejaría sanear; o que hayan agotado hasta el último suspiro para acometer procesos de fusión. El sentimiento de que el BCE cerrará un día la barra libre, sin previo aviso, cuando la fiesta corra el riesgo de descontrolarse, penaliza sensiblemente a nuestra economía. Salimos rezagados y malparados de la crisis y ese factor diferencial puede costarnos caro ante una retirada de los estímulos monetarios. En última instancia, la fuente de nuestros problemas reside en las desfavorables perspectivas de crecimiento, ante el agotamiento de un modelo sostenido artificialmente por un entorno global expansivo y una desbordante financiación escasamente exigente en materia de riesgo. Por ello, vender la solvencia de nuestra economía requiere algo más que prometer ajustes presupuestarios. O acometemos reformas creíbles, liberalizando de verdad la economía, o nos veremos zarandeados por los mercados. EXPANSIÓN. 3-7-2010 Editorial. El País Cuidado con la euforia El paro registrado descendió en junio en casi 84.000 personas (el mayor descenso del desempleo en los últimos cinco años) y el número total de parados registrados bajó de los cuatro millones para situarse en 3.982.368 personas. Son estadísticas inusualmente buenas, que invitan al optimismo y a frases tan rotundas como la que pronunció ayer la secretaria general de empleo ("lo peor para el mercado laboral ya ha pasado"). Pero aunque la tendencia del mercado de trabajo es a la estabilidad, lejos de los crecimientos masivos del paro en 2008 y 2009, hay que recordar que en estos momentos tan solo se puede asegurar que se está destruyendo menos empleo que la fase más aguda de la recesión y que la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre dará un retrato más exacto de la situación actual del empleo. El paro registrado de junio refleja un fuerte peso estacional. Los sectores que muestran un descenso mayor del paro son los que están ligados a la actividad del periodo estival, es decir, a la hostelería, el comercio y los servicios. Además, las estadísticas de junio muestran una divergencia llamativa entre el descenso en el número de parados y el aumento de la afiliación a la Seguridad Social (23.884 cotizantes más). Esta discrepancia se ajustará en el balance laboral del trimestre, pero quizá encubra algún descenso en la población activa. Pero, por encima de todo, transmite la sensación inequívoca de que, por el momento, la creación de empleo se sustenta sobre la contratación temporal, es decir, la que es más congruente con el aumento estacional de la ocupación. De los 1,29 millones de contratos firmados, solo 98.754 fueron fijos. La reforma laboral ya en vigor, que tanto recelo causa entre los sindicatos y tanta expectación provoca en el Gobierno, todavía no ha surtido el efecto esperado. El mercado laboral carece todavía del impulso suficiente para crear empleo de forma significativa. Un retrato fiel del mismo solo se consigue con la EPA. Lo más probable es que el empleo generado en el segundo trimestre (en torno a 150.000 personas) tenga continuidad en el tercero (aunque con números inferiores) y sufra una interrupción importante en el cuarto trimestre. El balance final para el conjunto del ejercicio arrojará en el mejor de los casos un aumento del empleo próximo a cero o, en el peor, una moderada destrucción de puestos de trabajo. Téngase en cuenta que en un ejercicio "normal", previo a la crisis, se generan unos 400.000 empleos. Este perfil trimestral, en el que coinciden a grandes rasgos casi todas las proyecciones de empleo y paro para 2010, debería ser suficiente para alejar cualquier tentación de euforia o de dar por superadas las malas noticias. La proyección macroeconómica para España sigue siendo la misma que se anunció en 2009: bajas tasas de crecimiento al menos hasta finales de 2011 y tasas muy elevadas de desempleo hasta esa fecha. EL PAÍS. 3-7-2010