La escasez como principio y la justa distribución de la riqueza, ¿son las dos principales posiciones enfrentadas a la hora de hablar de economistas y alternativas económicas?
Sí. Son los dos polos existentes por un par de razones que están en la clave de bóveda del libro. Primero porque, como digo en el libro, lo primero que se enseña a los estudiantes de Economía y lo que se difunde generalmente como el problema económico básico, es la escasez, y creo que demuestro que es el primer gran engaño de los economistas. Es cierto que nunca hay recursos para todo, pero no es verdad que el problema que origina el sufrimiento humano, la insatisfacción de lo seres humanos hoy en día, sea la escasez, porque en nuestro planeta hay recursos de sobra como para que la vida de todos los seres humanos que estamos aquí esté plenamente satisfecha.
La segunda tiene que ver con eso, porque si el problema no es la escasez, tiene que ser la distribución. Y eso se oculta porque si se pusiera en primer plano el problema de la distribución tal cual es, efectivamente el primer problema económico, como los primeros grandes economistas clásicos planteaban, entonces no cabe más remedio que reconocer que la distribución es un problema político, porque no se puede resolver científicamente, sino a partir de las diferentes preferencias al respecto que hay en la sociedad. Y, o se establece democráticamente con un acuerdo, o se impone por parte de unas clases o grupos sociales sobre otros. Por eso no se quiere hablar de la distribución como problema económico básico, porque habría que poner encima de la mesa el problema del poder y el problema de la democracia.
De nuevo Agatha Christie… hay que buscar el culpable preguntándose quién se beneficia del crimen. Esto le interesa a quien no quiere que se cuestione la actual distribución de la riqueza.
Claro, evidentemente. “Es blanco, lo da una vaca y se mete en un tetra brik”. Si no se pone en cuestión un problema, se da por supuesto que se resuelve tal y como está. También explico en el libro que otra de las grandes farsas tiene que ver con la teoría de la distribución. Mientras que los economistas clásicos y la tradición de la Economía Política señala que la distribución es un problema político, la Economía convencional, que quiere ocultar esa naturaleza política, ha creado una teoría económica que dice, ¿de qué depende la distribución?, de un criterio técnico, de la productividad marginal de cada factor, o sea, a un asalariado o al capital se le paga en función de algo «objetivo», de su productividad que es lo que indica en qué medida contribuye al producto total.
Yo demuestro en el libro, con palabras sencillas, que esa teoría es una tautología, como demostraron hace muchos años economistas como Piero Sraffa o Joan Robinson. Dicho en pocas palabras para que se me pueda entender: la teoría de la distribución ortodoxa se basa en establecer cuál es el precio que se le tiene que pagar a cada factor por su contribución a la economía que dependería, se dice, de su productividad marginal; pero como cada factor es muy heterogéneo (el trabajo de un dentista es diferente al de un fontanero), hay que homogeneizarlos y eso solo se puede hacer poniéndoles un precio. Entonces resulta que para determinar el precio del trabajo tenemos que haber fijado previamente el precio.
Es una farsa. Se dice que la distribución de la renta es algo objetivo que depende de la contribución de cada uno al valor total de la producción. Uno lo ve, e incluso piensa “fantástico, qué cosa tan justa, si es así, bien hecho estará”. Pero eso evita que se debata algo que vemos día a día, y es que esa distribución, evitando palabras subjetivas como justa o injusta, es tremendamente asimétrica. Eso es objetivo.
También hablas del modelo de competencia perfecta, que recuerda a las palabras del presidente de PayPal que decía que “la competencia es para los perdedores”.
La historia del capitalismo es la historia de los sujetos económicos tratando de conseguir mejores condiciones a la hora de la distribución de las rentas, y eso se consigue en la media en la que se tenga más o menos poder. Ese es otro de los grandes engaños, que la Economía convencional haya hecho desaparecer el poder significa que no se puede explicar la realidad. Hay que acudir entonces a esas construcciones muy complejas y sofisticadas a través de las matemáticas que nadie entiende, pero que en realidad no explican de ninguna manera el mundo y que dejan fuera esos elementos tan fundamentales, como el poder, la cultura, los valores, las preferencias humanas o los sentimientos.
Pones algunos ejemplos como el del premio Nobel Gay Becker y el mercado de órganos que propone, según el cual el problema de escasez de órganos se resolvería con un mercado libre, en el que los riñones valdrían 15 mil dólares. Una ética ajena a la mayoría de la gente…
Ni si quiera creo que las élites se guíen por esos criterios. Es una construcción falsa basada en la idea de que somos un homo economicus, racional, egoísta, maximizador del beneficio en un marco de competencia perfecta, capaz de anticiparse al futuro… Pero ese ser no existe, es un constructo económico que se crea para que funcionen esos modelos. Pero los resultados a los que llega esa construcción son aberrantes, desde el punto de vista moral y de la realidad, porque como explico en el libro, cuando se han hecho experimentos la mayoría de los seres humanos no nos comportamos así. Y cuando alguien trata de comportarse así es un completo absurdo, como ese ejemplo que planteo de la vida matrimonial en la que supuestamente una esposa decide si va hacer el amor con su pareja o no haciendo un análisis de coste de beneficios.
No somos homos economicus, sino homo sapiens. La teoría económica ha tenido que crear esa ficción para que le funcionen los modelos, pero la realidad no es de ninguna manera así.
Utilizas párrafos enteros para ejemplificar la concentración de poder monopolista y la enorme desigualdad. Basta cuantificar o enumerar, en este caso, para que aparezca el poder de forma descarnada…
He intentado utilizar datos que son de sentido común e indiscutibles. Se dice que los mercados van a ser simétricos y libres, y luego resulta que tres empresas controlan el mercado de todo el planeta… oiga, su teoría no funciona. E intento dar datos de fuentes que no sean sospechosas, de bancos o de organismos internacionales. Parece que la denuncia de la desigualdad es una cosa de las izquierdas, que lo es, pero mire, el director general de la OCDE dice que la desigualdad en estos días es la más alta desde que tienen estadísticas. Es una evidencia indiscutible demostrada por gente que no se puede considerar sospechosas de veleidades izquierdistas.
También abordas el problema de la necesidad de un tejido productivo nacional. Últimamente hemos visto como el vicepresidente de JPMorgan se convertía en el presidente de Banco Popular. ¿Es un problema gravísimo de nuestra economía y de nuestra democracia la mayor intervención del capital extranjero?
Aquí se combinan dos lógicas. El proceso democrático se basa en la capacidad de los sujetos económicos de expresar sus preferencias y luego defenderlas. Si una economía está en manos de grupos muy poderosos, y sobretodo si esos grupos son ajenos a las preferencias nacionales, lógicamente será muy difícil que se puedan expresar, y luego defender, esos intereses. La mayor dependencia del capital extranjero dificulta la democracia porque hace más difícil, no ya que se defiendan, ni si quiera que se puedan expresar esas preferencias.
Pero es que además, un reciente estudio que cito en el libro señalaba que las economías que se basan en un mercado interno más fuerte, con políticas nacionales de demanda interna, son economías mucho más potentes, que funcionan mejor, y eso significa que los intereses nacionales pueden defenderse con más fuerza. La capacidad de las personas con empleo de defender sus intereses es mayor en una economía saneada que en una empobrecida. Por esas dos razones, la mayor dependencia del capital extranjero dificulta, digámoslo claramente, la soberanía nacional, el poder defender los intereses de la gente que vive en un país.
Pones en cuestión el carácter científico de la Economía y que se utilice para presentar como verdades lo que es más que cuestionable, pero dado que se coloca al margen de la realidad y de los intereses de la mayoría, precisamente ¿no sería necesario mirar los hechos con la honestidad de un científico?
Lo veo imposible, porque la Economía tiene que ver con nuestros intereses y preferencias y estos no se establecen o resuelven según criterios científicos. Es como preguntarse si las relaciones de pareja pueden tomarse con criterios científicos. Pero aunque lo fuera, el conocimiento científico es un saber humano que utilizan los seres humanos, con el que se puede construir una bomba atómica y matar a millones de personas, o se pueden generar campos de energía alternativa y resolver problemas sociales de cualquier tipo. En el caso de la Economía ocurre que no es exactamente una ciencia, que se utiliza como si lo fuera para ocultar su carácter de decisión política. Pero además como saber humano, en algunas dimensiones científicas, se utiliza para defender los intereses de grupos muy minoritarios en la sociedad. Dicho de manera coloquial, se nos junta el hambre con las ganas de comer.
Hemos visto en ciudades históricamente industriales, como Chicago, que con una fuerte organización sindical han acabado convertidas en desiertos porque los capitales se han ido. En definitiva, además de la imprescindible presión organizada de los trabajadores es necesaria una alternativa política que defiende, como dices, una “justa distribución de la riqueza” que evite que ocurran este tipo de cosas.
Que se sepa nadie ha visto a un capital andando por la calle. Son los capitalistas, los propietarios de ese capital, que son personas como tú y yo pero que se preocupan mucho de defender sus intereses y organizarse, de tener sus medios de difusión, de tratar de legitimar lo que hacen, de disponer de poder político, de financiar a partidos…
Esto que llaman los mercados, son personas pero no son solo propietarias del capital sino que son bastante inteligentes. Se han dado cuenta de que esto es un conflicto permanente y que si quieren tener sus intereses satisfechos tienen que moverse, tener aliados, tener poder, organizarse, y esto lo tienen que hacer también los grupos sociales. Si otras clases no aspiran a que la sociedad se organice de manera que se satisfagan sus intereses, son los propietarios del capital los que lo hacen. Se preocupan de que sus intereses sean los hegemónicos.
Lo que genera esperanza es que la historia nos dice, y lo menciono en el libro, que cuando son las clases trabajadoras las que se organizan, las que se afilian, las que imponen a las demás sus intereses, la economía va mejor, como se ha demostrado en un estudio para cien años de la economía de EEUU. Cuando hay más afiliación sindical los sueldos son más altos, hay más empleos, más tasa de crecimiento, más inversión. Cuando el pulso, por decirlo de manera coloquial, lo ganan las clases capitalistas, la economía va peor. Esta ya es una razón de peso para que tratemos de convencer a la gente de que interesa organizarse, porque la sociedad va mejor.
La defensa de las clases trabajadoras, y las aspiraciones de una mejor distribución, un reparto más equitativo, una sociedad más justa y más equilibrada, hacen que la sociedad vaya mejor.