Un estallido social en Guatemala ha puesto contra las cuerdas al neoliberal y corrupto Gobierno Giammattei. El detonante de las movilizaciones ha sido el intento de aprobación de unos presupuestos que recortaban los gastos sociales -en especial las partidas sanitarias, en un país duramente castigado por la Covid- al tiempo que beneficiaba con grandes partidas los negocios oligárquicos y del capital extranjero. La radicalidad de las protestas -cuya intensidad ha llegado a incendiar el Parlamento- ha obligado al presidente a retirar las cuentas.
Con un 70% de su población viviendo en la pobreza o en la extrema miseria, y uno de cada dos niños sufriendo desnutrición, Guatemala es uno de los países más desiguales de América Latina. La Covid-19, que está castigando duramente a la población con una tasa de 700 casos por cada 100.000 habitantes, o los últimos huracanes, no han hecho sino empeorar los padecimientos de las masas hasta límites insoportables.
Bastaba una chispa para hacer estallar el polvorín, y el detonante han sido unos presupuestos que recortaban las ya magras partidas sociales. Las cuentas congelaban o reducían lo destinado a hospitales o a educación, así como los programas contra la desnutrición infantil, y recortaba las dotaciones de la Fiscalía de Derechos Humanos, en un país donde la violación de éstos -por la policía o el crimen organizado- está a la orden del día. En cambio, los presupuestos aumentaban sustancialmente lo destinado a infraestructuras, comunicaciones o vivienda, sectores donde la oligarquía y el capital extranjero hacen grandes negocios y que son al mismo tiempo el principal nido de corrupción.
Para más inri, la aprobación de estos presupuestos por la mayoría oficialista en el Congreso -una bancada trufada de casos de corrupción- se hizo de forma autoritaria y opaca, aprobándose de madrugada, y privando a gran parte de los 160 diputados opositores de tener acceso a las cuentas.
Las movilizaciones populares -encabezadas por organizaciones de campesinos indígenas, obreros y estudiantes, y acompañada de las clases medias, artistas e intelectuales- han sido masivas y mayoritariamente pacíficas. Pero un grupo de manifestantes invadió el edificio del Congreso y le prendió fuego. La respuesta popular ha sido tan contundente y mayoritaria que ha obligado a un presidente denostado Giammattei -cuyo índice de popularidad se ha desplomado por debajo del 30%- a echar marcha atrás y anunciar otros presupuestos, que deberán ser tramitados en tiempo récord
Los profundos antagonismos sociales de Guatemala ya llevan décadas produciendo estallidos periódicos. Hace cinco años, las manifestaciones multitudinarias sacaron del poder al corrupto presidente Otto Pérez Molina, que espera juicio. Pero los grandes grupos oligárquicos y los intereses imperialistas cambiaron de gestor, y a través del ultracorrupto gobierno de Giammattei, se multiplicó la intervención y el saqueo de EEUU en las arterias económicas de un país que lleva dominando férreamente desde que en 1954 la CIA depusiera mediante un Golpe de Estado al presidente Jacobo Arbenz.