Pablo M. Escanciano
El epidemiólogo y veterinario Juan José Badiola adquirió una gran notoriedad, y un reconocido prestigio público, durante la recordada «crisis de las vacas locas» de 1996, pero también se ha convertido a lo largo de los dos últimos años en uno de los expertos de referencia en el seguimiento de la pandemia de Covid-19.
Al frente del Centro de Enfermedades Transmisibles de la Universidad de Zaragoza, y con su habla pedagógica y siempre cercana, este veterano investigador llama a no bajar la guardia aún contra este virus.
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Ahora mismo tenemos una IA de 430 casos 14 días/100.000 habitantes, es un nivel de «riesgo alto», y de hecho la incidencia parece que deja de bajar y se estabiliza en esta «meseta». Pero por otra parte tenemos a una variante ómicron dominante, predecible y menos virulenta, al 92,4% de la población diana con la pauta completa de la vacuna, y la situación en los hospitales está controlada en términos generales. Algunas voces ya señalan que -al menos en España- podemos dar la pandemia por finalizada, o casi. ¿Coincide o discrepa?
Yo no soy tan optimista. Con los datos que acabas de decir, hay que subrayar que la tendencia se ha empezado a revertir, incluso parece que la tendencia empieza levemente a incrementarse. Entonces hay que ver qué va a pasar, y no precipitarse.
El problema es que las administraciones están adelantando mensajes a la población que no son oportunos. Es un error de comunicación política. Si a la gente se le transmite la idea de que esto ya está superado, que la ómicron no es para tanto, ¿qué perciben los ciudadanos? Que la pandemia ya se ha acabado, que ya no hay que preocuparse. Y eso está reforzado porque ahora se ponen de primer plano cuestiones realmente muy preocupantes para la gente: la inflación, el precio de la electricidad, del combustible, la guerra en Ucrania… Todo eso no debe ocultar que la pandemia no se ha acabado.
Y es como la pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso. Si la tendencia era a la baja, pero la gente interpreta -por los mensajes que se lanzan desde las administraciones- que esto está encarrilado, y que la tendencia irremisible es hacia abajo, pues te relajas. Es una reacción humana más que lógica, después de dos años de pandemia, pero eso favorece que suban otra vez los contagios. Y entonces se vuelve en contra del mensaje tranquilizador que se quiere dar. Una cosa es decir que con estas cifras no hay que decir cada día los casos que hay, que la monitorización no va a ser tan intensa, que vamos por el buen camino, que la situación en los hospitales está controlada, que estamos saliendo… pero otra es dar el mensaje de bajar la guardia.
No cocinemos la liebre antes de haberla cazado.
Afortunadamente en España hay mucha gente con sentido común y con prudencia, y que sigue aplicando los mecanismos básicos de prevención. Por ejemplo, en mi barrio de Zaragoza, San José, un barrio popular, la mayoría sigue llevando mascarilla por la calle, en exteriores, por si las moscas. En fin, no cocinemos la liebre antes de haberla cazado.
En todo caso, una pandemia es un fenómeno mundial. La alta incidencia en otras áreas del planeta, especialmente las más subdesarrolladas, hacen que puedan surgir en cualquier momento nuevas variantes que compliquen la situación. ¿Podemos dar por cerrada la pandemia en España mientras el virus sigue propagándose y mutando por el mundo?
Por supuesto que no. De aquí a mayo-junio, cuando mejore el tiempo, haya más horas al aire libre y bajen las posibilidades de contagio, faltan aún dos meses y medio. Nada garantiza que en ese lapso de tiempo no surja una nueva variante que cambie el panorama. En muchos países del mundo el virus sigue circulando sin cortapisas porque los porcentajes de vacunación son bajísimos. Hablo de países tan cercanos como los del Magreb. Mientras eso ocurra, la posibilidad de que surjan nuevas variantes es alta, y puede ocurrir que una de ellas cambie el escenario. Y por eso hay que intensificar la vacunación mundial, y mientras eso ocurra, ser cautos en países como el nuestro que tiene una situación relativamente benévola.
Ejecutivo y comunidades hicieron hace pocos días la «declaración de Zaragoza», que pone la primera piedra de la nueva estrategia sobre Vigilancia en Salud Pública. ¿En qué consiste esta nueva estrategia?
Pues consiste básicamente en «gripalizar» la pandemia, esa palabra tan fea que quiere decir tratar al coronavirus como al virus de la gripe. Y esto es un gran error. Otro grave error. Parece mentira que a estas alturas lo cometan gente que sabe de esto, directores de salud pública de comunidades autónomas.
Discrepo de la “gripalización”. Es prematuro.
Me explico. Los virus de la gripe son muy conocidos. Sabemos que a lo largo de la historia han demostrado un enorme potencial para producir pandemias, como la tristemente conocida como «gripe española», la de Hong Kong, la aviar… Esos virus son poco fiables, mutan mucho, pero los conocemos y están muy vigilados. Hay un sistema de seguimiento mundial de los virus de la gripe, laboratorios que colaboran con la OMS, que están analizando permanentemente las cepas de la gripe que salen cada año, su genómica, y cómo se propagan, en qué dirección. ¿Ese sistema de monitoreo, de seguimiento mundial, existe para el coronavirus? No, ni en sueños. Hay un sistema de muestreo y alerta, pero no es lo mismo ni mucho menos.
Segundo: las vacunas de la gripe están muy desarrolladas y son muy eficaces, incluso para prevenir la infección. Las vacunas de la Covid se han desarrollado en tiempo récord, son eficaces para proteger de la enfermedad grave, salvan vidas, pero no están al mismo nivel de desarrollo que las de la gripe, no previenen del contagio ni cortan totalmente la transmisión. Tercero: este sistema de vigilancia que se propone está basado en el número de casos graves. Pero si hubiéramos monitoreado a la actual variante predominante por el número de casos graves, ¿qué habríamos pensado de ómicron? Pues como es una variante afortunadamente de menor patogenicidad, podríamos haber pensado que no tenía importancia, y ha sido la protagonista de la ola de contagios más intensa de toda la pandemia. Con la ómicron se ha contagiado hasta el apuntador.
Y hay más. Los que nos hemos vacunado de la tercera dosis en diciembre, a los seis meses, en junio ya habrán bajado los anticuerpos neutralizantes en sangre. ¿Otra vez a las dosis de refuerzo, vamos a estar vacunándonos cada seis meses? ¿Con qué vacuna? ¿Con las mismas? Tendremos que desarrollar vacunas que aporten ventajas sobre las primeras, que sea multivariantes, o que consigan protegernos contra el contagio.
Muchos médicos, y organizaciones profesionales, sobre todo las de atención primaria y de médicos de familia, ya han manifestado su desacuerdo con este tratamiento de «gripalización» de la pandemia. Por eso yo creo que está habiendo una evidente precipitación por quemar etapas, y creo que no parte de las CCAA, que algunas son más cautas por la cuenta que les trae, sino del propio Ministerio.
Yo, personalmente, hoy por hoy, salvo que me demuestren lo contrario, discrepo de esta forma de enfocar «como si fuera una gripe» el tratamiento de la pandemia para la situación actual. Me parece prematuro. Es un virus poco previsible. Hay todavía demasiadas incógnitas, demasiados supuestos que están cogidos con alfileres, como para tomar ya la decisión de tratar al Covid como un virus respiratorio estacional. A ver si nos tenemos que echar marcha atrás, no sería la primera vez que ha pasado.
Tenemos el caso de Dinamarca, donde tras un mes de eliminar todas las restricciones, la incidencia se disparó hasta más de 4.000. Está claro que bajar la guardia cuando no toca tiene graves consecuencias. ¿Qué condiciones se deben cumplir para que haya una relajación -con la debida prudencia- en las medidas clásicas como son las mascarillas en interiores, los aforos, etc…?
Que estuviéramos en una incidencia baja, o muy baja, de manera continuada y sostenida, durante varias semanas. Hablo de una IA de 30, de 40 casos. Yo no espero en el corto ni medio plazo la desaparición completa del virus, pero si la bajamos a ese nivel bajo, pues se pueden eliminar ciertas medidas básicas. Yo la de la mascarilla en interiores creo que debe acompañarnos un tiempo, creo que es la que más protege de la propagación del virus. En exteriores es irrelevante, pero en interiores es fundamental.
Hay que llegar al verano con una IA baja.
Yo mantendría la mascarilla en interiores hasta los meses del verano, hasta la llegada del buen tiempo, mayo o junio mejor. Porque si quitas ahora la obligatoriedad de la mascarilla en interiores «menos en el transporte público», a mucha gente «se le va a olvidar» echársela al bolsillo, no sé si me entiendes. Si das ese mensaje con la medida más básica y eficaz de todas, estás dando el mensaje de la relajación. Y no hay que bajar la guardia antes de tiempo. Yo creo que hay que trabajar para que con la llegada del verano, del calor, con los meses del aire libre al sol, la incidencia sea muy baja y podamos estar en condiciones reales de relajar las medidas básicas.