Nadie quiere asumir el coste político, y cargar con la culpa del potencial efecto devastador sobre la economía europea y griega, de una hipotética salida de Atenas del euro. El candidato de la coalición de izquierdas Syriza, Alexis Tsipras, defiende que, en caso de victoria, no plantearía el abandono, sino la modificación de las condiciones del acuerdo de rescate que impone una dolorosa política de austeridad a sus conciudadanos. En opinión de Tsipras, renegociar ese pacto no obliga a pedir la salida del euro. Su apuesta es que la eurozona no puede permitirse la caída griega por el contagio que se abalanzaría sobre los sistemas bancarios, los depósitos especialmente, de países mucho más grandes como España e Italia. Ya sin ser segura o probable esa defección, la desconfianza bancaria es un virus en rápida expansión.En el otro lado, Bruselas, Berlín y el BCE mantienen que no ratificar el pacto entre la troika (la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el BCE) implicaría el cierre del grifo de la asistencia financiera al país, con lo que para atender sus necesidades este debería salir de la eurozona y comenzar a imprimir sus nuevos billetes. La unión monetaria europea no puede funcionar, argumentan, si un lado piensa que puede seguir recibiendo asistencia sin cumplir sus compromisos. Además, ese precedente contagiaría, dicen, a las opiniones públicas de otros países sometidos a impopulares planes de ajuste.