Grecia crece de nuevo

Grecia se recupera de la crisis subiendo los salarios

Grecia crece de nuevo y Syriza busca recuperar el poder adquisitivo de las clases populares

Greek Prime Minister Alexis Tsipras wearing a tie waves before a speech at the parliamentary group of Syriza and Independent Greeks in Athens Greece June 22 2018 REUTERS Costas Baltas

Es un hecho: Grecia sale de la crisis que ha asfixiado al país durante una década. El tipo de interés de la deuda helena ha caído a los mínimos de 2006 y, tras liquidar en agosto de 2018 el último de los opresivos “rescates” impuestos por la troika, la economía griega crecerá un 2,5% este año. El Gobierno de Syriza está decidido a llevar adelante medidas que permitan redistribuir ese crecimiento, por ejemplo, con la subida del salario mínimo un 11%.

En agosto del año pasado, Grecia se libró por fin de la pesada cadena del último de los “rescates” financieros impuestos al país heleno por la troika (el triple poder del FMI, la Comisión Europea y el BCE) desde 2010, durante el gobierno derechista de Yorgos Papandréu. Esos mal llamados “rescates” supusieron la casi total pérdida de soberanía nacional para la república helena, que quedó en manos de EEUU (a través del FMI) y de Berlín (a través de la UE).

Las imposiciones de la troika contra Grecia tuvieron draconianas consecuencias sobre la economía griega y, sobre todo, contra las clases populares. El PIB cayó un 27% y la deuda se disparó hasta el 175% de la riqueza nacional, consumiendo solo en el pago de los intereses la mayor parte del presupuesto público. Quebraron más de 100.000 empresas y el paro, que era de solo el 7,2% en 2008, se disparó hasta superar el 27%, destruyéndose más de un millón y medio de puestos de trabajo. La mitad de la población griega vio reducido en un 50% su poder adquisitivo, a golpe de rebajas salariales y de pensiones, recortes sociales y subida de impuestos. La troika dejó a Grecia al borde de una crisis humanitaria, con el 36% de la población en riesgo de exclusión social y el 26% de los niños subalimentados.

El grado de castigo a Grecia durante estos años alcanzó proporciones de humillación nacional. Así lo ha tenido que reconocer  recientemente, aunque sea de forma farisea, el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, entonando un mea culpa ante el pleno del Parlamento Europeo por las medidas impuestas al país heleno: “aplicamos una austeridad irreflexiva”; “hemos sido insuficientemente solidarios con Grecia, hemos insultado a Grecia”.

En medio del infierno de los rescates y de los dictados del FMI y de Bruselas, el hartazgo de las clases populares llevó al poder a Syriza, una coalición de izquierda radical anti-troika que no tardó en desafiar con un referéndum el diktat de Washington y Berlín. La reacción de la troika fue brutal, obligando al gobierno de Tsipras a mantener el plan de austeridad con la amenaza de llevar a Grecia a la ruina financiera y el caos económico con una salida inmediata de la UE. Bajo chantaje, el gobierno de Tsipras tuvo que ceder y aplicar las políticas dictadas desde el FMI y la UE, pero intentando siempre que el filo más duro de su aplicación no recayera sobre los sectores más desfavorecidos.

Bajo el dogal de los “rescates” y de las imposiciones de la troika, el Gobierno heleno ha estado atado por políticas que no eran suyas, pero lograron resistir hasta liquidar la deuda con los acreedores. Es entonces cuando Syriza ha podido empezar a desarrollar su verdadero programa.

Ahora, libre de tener que pagar el “rescate” junto a los intereses, la economía crece al 2,5% anual y los bonos de deuda griega a diez años -que llegaron a pagarse bajo el usurario interés del 41% en los peores momentos de 2012- han bajado a los niveles de 2006 (un 4%, el mismo que Italia).

Grecia crece de nuevo y Syriza busca recuperar el poder adquisitivo de las clases populares. En enero, el ejecutivo de Tsipras anunció una subida del salario mínimo del 11% y el fin de los recortes contra las pensiones. Ha reducido el IVA y comenzado a restaurar las ayudas de vivienda y dependencia. Ha emprendido una contrarreforma laboral para anular las impuestas por la troika: restableciendo los mecanismos de negociación colectiva abolidos por el gobierno anterior debido a la exigencia de los acreedores; anulando los bajos techos salariales de los trabajadores jóvenes; reduciendo en un 35% las cotizaciones de los jóvenes; comenzando a desmontar las políticas que dejaron a 3,5 millones de personas (un 30% de la población) fuera de la sanidad pública…

El Gobierno de Syriza se enfrenta a un incierto año electoral, con una elecciones europeas en mayo que medirán, antes de las elecciones generales de octubre de este año, hasta qué punto conserva el apoyo popular que le llevó al poder en 2015. El convulso panorama político europeo y griego no permite augurar qué va a pasar, pero más allá de lo que suceda, es preciso extraer una valiosa lección de la experiencia del gobierno de Syriza: frente a muchas voces en la izquierda que acusaron a Tsipras de doblegarse ante la tiranía de la troika, lo cierto es que Syriza ha acabado triunfando con su máxima de “resistir es vencer”. Frente los ataques de los centros de poder mundial por derribar a un gobierno que no era, ni es, “de los suyos”, la izquierda griega ha demostrado que sí se puede acabar con el dogal de la troika, acabando con los recortes y los “programas de rescate”, y manteniendo una línea de defensa de la soberanía nacional para redistribuir la riqueza.