Mientras el gobierno Netanyahu se dispone a anexionar grandes áreas de la Cisjordania ocupada y a jibarizar aún más el troceado territorio palestino, dos gigantes tecnológicos norteamericanos como Google y Apple han decidido eliminar el Estado Palestino de sus motores de búsqueda. Estas dos corporaciones, en línea con el incendiario apoyo de la administración Trump a su gendarme israelí -y contraviniendo lo acordado por 136 miembros de la ONU- han borrado Palestina del mapa.
Vayan a Google maps y tecleen «Palestina». El programa dirige a la zona indicada, pero ha eliminado el nombre (en negrita y resaltado) que sí otorga a Israel y a los países vecinos. Si alejamos el mapa, podemos comprobar como «Palestina» no aparece y sólo se se muestran (en gris tenue) los nombres de Cisjordania y la Franja de Gaza, pero como «regiones» dentro del estado de Israel.
Este tratamiento -en ninguna forma fruto de un «descuido»- ha provocado una gran indignación a lo largo del mundo. Miles de usuarios han publicado capturas de pantalla de ambas aplicaciones de teléfonos inteligentes que no muestran ningún resultado a “Palestina”. Y más de un millón de internautas ha firmado para exigir a Google y Apple que restituyan el correcto tratamiento de Palestina en sus aplicaciones.
«Palestina no aparece en los mapas de Google. ¿Por qué? Israel, creado sobre tierra palestina, está claramente delimitado, pero no hay mención a Palestina. Según Google, Palestina no existe», denuncia la petición. Reclaman que se «reconozca a Palestina en Google Maps y se delimite e identifique claramente los territorios palestinos ocupados ilegalmente por Israel». Denuncian que la «omisión» de Palestina supone un «insulto» para su pueblo y afecta a millones de personas que aspiran a una Palestina independiente y «libre de la ocupación y la opresión israelí».
Gasolina al fuego
Esta afrenta se da en un momento donde los planes de anexión de Israel sobre amplias zonas de Cisjordania puede hacer saltar por los aires una región ya de por sí explosiva como Oriente Medio.
El pomposamente llamado «acuerdo del Siglo», firmado en febrero entre la administración Trump y el gobierno Netanyahu, es en los hechos una declaración de guerra para el pueblo palestino. Lo que se contempla en pocas palabras es que los palestinos renuncien a Jerusalén, que traguen con los asentamientos israelíes ilegales en Cisjordania, que cambien tierras fértiles por áridas colinas, y que acepten su lugar como mano de obra barata para las empresas de Tel Aviv.
La propuesta de Trump limita la nación palestina a los núcleos urbanos actuales. Esto tiene su máxima expresión en Jerusalén, uno de los puntos críticos del conflicto. Tras haber roto el consenso internacional en 2017 al reconocer Jerusalén como “capital de Israel”, Trump ahora declara la ciudad “indivisible”, y exhorta a los palestinos a instalar la sede de sus instituciones en la periferia oriental de la Ciudad Santa.
Cisjordania permanecerá salpicada de colonias ilegales, que pasarán a ser anexionadas a Israel, algo que restará el 20% del territorio cisjordano. Y además Cisjordania prácticamente quedaría dividida entre una zona norte y otra sur incomunicadas, al estilo de las reservas negras del apartheid sudafricano.
Trump cambia valles por desiertos. Según el plan norteamericano, el fértil valle del Jordán, al este de Cisjordania -que comunica Palestina con Jordania y resulta vital para la seguridad nacional de Israel- quedará bajo soberanía israelí, perdiendo Cisjordania otro 30% de su territorio. Palestina perdería este valle (de unos 100 km de largo), que proporciona recursos hídricos a toda Cisjordania. Israel tendría el control total del agua que usan los palestinos.
Este es el aberrante contexto en el que estos dos gigantes tecnológicos norteamericanos -alineándose con el pirómano de la Casa Blanca- han decidido borrar Palestina del mapa.