Estamos asistiendo a un auténtico golpe, a toda una reconducción política. No puede calificarse de otra forma la dimisión coordinada de 17 miembros de la ejecutiva del PSOE, cuyo objetivo es forzar de forma antidemocrática el cese de Pedro Sánchez, el primer candidato elegido en primarias por los militantes socialistas. Lo que está en juego es imponer, literalmente a cualquier precio, un gobierno de los recortes del PP que encuentra un rechazo generalizado… e impedir, también a toda costa, la formación de un gobierno de progreso que sí contaría con el respaldo de la mayoría social.
El PSOE, el partido que más años ha gobernado desde la transición, está siendo poco menos que triturado, corre el riesgo de fracturarse o de “pasokizarse”, relegándolo a la irrelevancia política como sucedió en Grecia.
Para comprender lo que está pasando debemos remitirnos a la reciente visita de Obama a España. En ella, el presidente norteamericano dejó claro que debía haber un gobierno en torno a Rajoy… y ninguneo a Pedro Sánchez, jefe de la oposición.
El mensaje estaba claro: el PSOE debe favorecer un nuevo gobierno del PP. ¿Qué ha hecho Pedro Sánchez a partir de entonces? Exactamente lo contrario de lo que se dictaba desde Washington. «Quienes pretenden imponer un nuevo gobierno de los recortes parecen dispuestos, si es necesario, a triturar o fracturar al PSOE»
El líder del PSOE ha reiterado en los últimos días su NO a Rajoy y el llamamiento a Unidos Podemos y Ciudadanos para formar “un gobierno del cambio”.
Un camino que cuenta con el respaldo de una mayoría social que exige un cambio de gobierno y de políticas, expresada en la triple publicación del manifiesto “Por un gobierno de progreso. Por un acuerdo PSOE, Unidos Podemos, Ciudadanos”.
Esta es la razón que explica las convulsiones en el PSOE. No debe permitirse que desde la dirección de uno de los principales partidos se impulse una alternativa de gobierno enfrentada a la que se propone desde Washington, la Comisión Europea o la banca española.
Por eso hay que eliminar políticamente, a cualquier precio, a Pedro Sánchez.
Tras las elecciones vascas y gallegas se ha desatado toda una operación dirigida a forzar el rumbo de la política española, facilitando el camino del PP al gobierno.
La decisión de Pedro Sánchez de dar un paso al frente el mismo lunes, convocando primarias para el 23 de octubre y un congreso en diciembre, y reiterando su intención de trabajar por un gobierno alternativo, ha precipitado los acontecimientos.
La respuesta fue lanzada por Felipe González, y ejecutada con la dimisión en bloque de 17 miembros de la ejecutiva socialista. Nucleada en torno al PSOE andaluz, pero que ha contado también con el apoyo de casi todos los presidentes autonómicos socialistas, o la mitad del grupo parlamentario en el Congreso y Senado, que se han declarado poco menos que en rebeldía.
El objetivo de esta operación es descabezar a Pedro Sánchez, evitar que se pronuncien las bases, y otorgar el control del PSOE a una gestora que “pueda tomar decisiones políticas” (es decir, permitir un gobierno del PP vía abstención).Varios acontecimientos han coincidido en el tiempo, en el mismo sentido de quienes pretendían librarse de Pedro Sánchez.
El bloqueo de las direcciones de Podemos y Ciudadanos a la posibilidad de un acuerdo a tres ha generado mayores problemas, obstaculizando la posibilidad de un gobierno de progreso.
El día después de las elecciones vascas y gallegas, Podemos retiraba el apoyo a los gobiernos socialistas en Castilla La Mancha y Extremadura, rompía el pacto en el ayuntamiento de Ferrol o amenazaba con hacerlo en Aragón. Añadiendo objetivamente más gasolina al incendio.
Y el mismo día que se lanzaba la operación por defenestrar a Pedro Sánchez, Carles Puigdemont anunciaba en el parlamento catalán la convocatoria de un referéndum por la independencia para septiembre del próximo año, abriendo nuevamente las heridas contra la unidad justo en el momento en que se incrementan las presiones sobre España.
Quienes pretenden imponer un nuevo gobierno de los recortes parecen dispuestos, si es necesario, a triturar o fracturar al PSOE.
Lo que sea para que en España se imponga un gobierno que ejecute a pies juntillas los mandatos del FMI, de la Comisión Europea o del Ibex-35.
Y lanzando una advertencia general, en la cabeza de Pedro Sánchez, a todas las fuerzas que quieran participar del nuevo modelo político que sustituirá al bipartidismo. No es tolerable ni siquiera un mínimo margen de autonomía para discrepar de los mandatos de los principales centros de poder. Esta “ley de oro” de la política española debe seguir siendo acatada, por las viejas y las nuevas fuerzas políticas.
La batalla no está zanjada. Y las “soluciones” de los principales centros de poder para reconducir la política española pueden acabar creándoles nuevos problemas. Abriendo otra crisis política cuando aún no se ha cerrado la anterior. Desprestigiando el nuevo modelo político, y por tanto su capacidad para encuadrar de forma estable a la población.