El resultado de la constitución de los ayuntamientos en Cataluña es una excelente noticia para la defensa de la unidad, debilitan a los sectores más agresivos del independentismo y constituyen la mayor victoria de la línea de “gobiernos de progreso”.
La reelección de Ada Colau como alcaldesa de Barcelona, con un pacto con el PSC y el apoyo de tres diputados del grupo de Ciudadanos encabezados por Valls, es un éxito de largo alcance.
A pesar de que habían menos concejales independentistas, ERC ha ganado las alcaldías de Lleida y Tarragona, que estaban en manos socialistas, con el apoyo de los concejales de los grupos vinculados a Barcelona en Comú. Pero la principal batalla se dirimía en Barcelona, cuyo ayuntamiento es el segundo gran centro de poder en Cataluña tras la Generalitat. El daño infringido con la pérdida de la alcaldía de Barcelona, que ya daban por ganada, puede medirse por las virulentas reacciones de las élites del procés y sus representantes.
Las condiciones en que se ha producido multiplican el carácter de esta victoria. Poniendo encima de la mesa el valor de los “gobiernos de progreso” con una amplia mayoría en la izquierda en defensa de la unidad, con más del 70% de las bases de Barcelona en Comú avalando llegar a la alcaldía con los votos de Valls.
De conjunto los resultados en Cataluña han debilitado a los sectores más agresivos del proces, encabezados por Puigdemont. Junts per Catalunya ha sido la fuerza con más alcalías -370- pero ha perdido 60 de las que tenía CiU. Y ha retrocedido especialmente en las grandes capitales. En las población de más de 50.000 habitantes ha pasado de tener 5 alcaldías a 3, y en las de más de 100.000 se ha quedado solo con Reus. Mientras que ERC -en un mundo municipal históricamente dominado por una aplastante hegemonía de Convergencia- se ha disparado, pasando de 259 a 359 alcaldes.
Las contradicciones en el campo independentista se han plasmado en el medio centenar de municipios donde ERC y Junts per Catalunya se han quitado la alcaldía pactando con el PSC. Lo que ha llevado a una patética intervención de Torra, llamando a “la unidad independentista” para contener las pérdidas de las candidaturas de Puigdemont.
El cuadro en Cataluña se completa con un cinturón rojo en torno a Barcelona donde se ha reforzado la hegemonía del PSC, con 19 de 36 alcaldes, entre ellas las 10 con mayor población.
En Euskadi se ha confirmado la hegemonía del PNV, con 122 alcaldes de 251, entre ellos los cuatro municipios con mayor población -las tres capitales de provincia y Barakaldo-. Recogiendo los frutos de la línea “pragmática” de Urkullu, que huye de cualquier “vía catalana”, reforzada con los acuerdos con el PSOE, tanto en el gobierno vasco como en el ámbito municipal.
Bildu ha ganado 6 alcaldes en Euskadi, pasando a tener 83. Pero ha sufrido un duro golpe en Navarra, donde ha pasado de gobernar en 9 de los 20 municipios más poblados a solo uno, perdiendo Pamplona, la única gran capital donde tenía alcalde.
Y en Galicia, el BNG ha aumentado tímidamente el número de alcaldes, de 24 a 29, pero debe conservar el principal, Pontevedra, a través de un pacto con el PSG, la fuerza que más ha crecido, aumentando en 45 alcaldías.