Una nueva oleada de bombardeos israelíes vuelve a violar el alto el fuego

Gaza: el genocidio sigue… a fuego lento

Estamos ante una continuación "a fuego lento" del genocidio sobre Gaza, de un plan sistemático que consiste en diezmar a la población para forzar su éxodo y culminar una limpieza étnica.

Investido del blindaje de impunidad que le confiere el poder de los EEUU de Trump, Israel ha vuelto a violar flagrantemente el alto el fuego, teóricamente en vigor desde el 10 de octubre y que implica el cese completo de las hostilidades.

Desde entonces, el ejército de Netanyahu ha roto lo acordado en casi 400 ocasiones, incluyendo desde bombardeos a bloques de viviendas y campamentos de refugiados, disparos a civiles y restricciones arbitrarias de entrada de ayuda humanitaria.

Estamos ante una continuación «a fuego lento» del genocidio en Gaza. Donde los bombardeos ya no son diarios, sino semanales.

Una criminal situación que Trump y Netanyahu pretenden que sea la «nueva normalidad» de Gaza, mientras implementan su ocupación colonial sobre la Franja.

Diversas fuentes sobre el terreno, como Al Jazeera, han reportado (desde el 10 de octubre hasta el 20 de noviembre) alrededor de 393 violaciones por parte de Israel de los términos del acuerdo de paz impulsado por la administración norteamericana. Violaciones que incluyen decenas de bombardeos y centenares de disparos de francotiradores -sobre los palestinos que cruzan una a menudo invisible o poco clara «línea amarilla»- y que han provocado al menos 312 palestinos muertos, la inmensa mayoría civiles, incluyendo un centenar de mujeres y niños- y más de 750 heridos, principalmente por las esquirlas de las explosiones.

Uno de los ataques más mortíferos se produjo el miércoles 19 de noviembre, donde Israel lanzó una nueva oleada de bombardeos masacrando al menos 20 personas, entre ellas tres niños, dejando heridas a decenas más.

Según asegura la Agencia EFE un bombardeo contra una instalación de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA) en la zona oeste de Jan Yunis (sur de la Franja de Gaza) provocó la muerte de cuatro personas y heridas a varias más. Además, dos niños murieron en un ataque con dron contra el barrio de Al Buraq, también en Jan Yunis. Otras diez víctimas, entre ellas un niño, fallecieron en un bombardeo contra un edificio del Ministerio de Dotaciones en el área de Zaitún, al este de la ciudad de Gaza. En la misma área, un ataque con dron en el cruce de Shujaiya, en la calle Salah al Din, causó un muerto y decenas de heridos.

Recientemente también, un estudio mediante imágenes de satélite realizado por un equipo de la BBC, constató que desde el inicio del alto el fuego Israel ha destruido al menos 1.500 edificios en Gaza, violando descaradamente lo acordado. Sin embargo, preguntado por la cadena británica, un portavoz del ejército israelí declaró que «los procedimientos (las demoliciones) cumplen todas las condiciones que hacen parte del cese al fuego».

Asimismo, la entrada de ayuda humanitaria es escandalosamente insuficiente, y la población civil sigue pasando enormes penalidades y una hambruna acuciante. Apenas han pasado unos 3.000 camiones de ayuda humanitaria, un ridículo 13% de los como mínimo 600 diarios acordados en el plan de paz. Israel deniega de manera deliberada el paso a las ONGs sobre el terreno. Oxfam Intermón ha denunciado que unos 50 millones de dólares en bienes esenciales provenientes de ONG internacionales operativas —alimentos, suministros médicos, artículos de higiene y materiales para refugio— permanecen almacenados en cruces fronterizos y depósitos, sin poder llegar a quienes los necesitan.

De igual manera, al otro lado del Atlántico, y preguntado por la marcha del «plan de paz» que él mismo ha promovido, Donald Trump ha quitado importancia a los incumplimientos de Israel ha calificado el alto el fuego de «frágil pero progresivo».

Estamos ante una continuación deliberada, calculada y «a fuego lento» del genocidio sobre Gaza, de un plan sistemático que consiste en diezmar a la población -por las bombas, por el hambre o las enfermedades- para forzar su éxodo y culminar una limpieza étnica.