¿Qué está en juego en el juicio contra Garzón?

Garzón, un peligro… ¿para quién?

El juicio contra Baltasar Garzón está protagonizando un debate cada vez más enconado. Amplios sectores de la izquierda se están movilizando, señalando hacia la «extrema derecha» como centro difusor de la campaña contra el juez que se atrevió a encausar por genocidio al franquismo. Falange presentó una de las querellas contra Garzón, y uno de los jueces del Supremo, perteneciente a una conocida fundación ultraconservadora, la admitió a trámite. ¿Pero es razonable pensar que un grupúsculo como Falange, o un puñado de jueces «nostálgicos del franquismo» siguen conservando, en el año 2010, la capacidad de dictar la agenda polí­tica del paí­s?

A Garzón le avala una trayectoria inequivocamente rogresista y comprometida. Pero estamos hablando de un juez de la Audiencia Nacional. No se trata de un magistrado local, sino que pertenece a las más altas esferas de la judicatura.¿Tienen los “restos del franquismo” poder suficiente para “depurar políticamente” a un alto cargo del Estado, como en los hechos es Garzón?La respuesta, obviamente, es no. La “ultraderecha” puede ser, como mucho, un ariete útil, pero jamás el “cerebro” de esta operación. Centrar todas las iras en “los restos del franquismo” es perseguir un fantasma inexistente, mientras los auténticos responsables tiene vía libre para continuar su oscuro trabajo.¿Por qué Garzón es un peligro lo suficientemente serio como estar dispuesto a desestabilizar la política española para desactivarlo?¿Quien quiere, y sobre todo quien puede, mover todos los hilos para retirar a Garzón de la escena política?El Wall Street Journal, histórico portavoz de los nódulos de la burguesía norteamericana, celebraba que, con el encausamiento de Garzón, “la jurisdicción universal se lleva su merecido”.Cuando se atrevió a llevar a Pinochet al banquillo, Garzón abrió una vía potencialmente muy peligrosa para la superpotencia norteamericana.La lucha contra la impunidad pasó de ser un anhelo utópico a ser una efectiva herramienta en manos de los pueblos.Los dictadores, genocidas y torturadores -gestados y sostenidos por Washington para hacer el trabajo sucio del imperio- dejaron de ser intocables. Desde entonces, se han admitido querellas contra generales guatemaltecos, torturadores argentinos, militares isrealíes… e incluso una causa contra Kissinguer.En su desarrollo, la línea impulsada por Garzón conduce a la creación de un poder global, en manos de los pueblos, que pueda ejercer un control real sobre los actos de la superpotencia norteamericana.Washington está dispuesto a hacer todo lo posible para que está línea no se desarrolle hasta sus últimas consecuencias.EEUU ha concentrado sus esfuerzos en España para intentar liquidar el principio de “justicia universal”.Un pacto entre el PSOE y el PP ha reformado la ley para impedir a un juez español ser competente para juzgar actuaciones en otros países. Y ahora, se pretende dar un escarmiento en la cabeza de Garzón.No estamos, por tanto, ante una “revancha de los restos del franquismo” -cuya capacidad de incidencia en la política española es insignificante- sino ante una “operación de Estado”, dirigida a cercenar una línea que choca frontalmente con los intereses del hegemonismo norteamericano.Garzón es un peligro no para la “ultraderecha” sino para los grandes centros de poder mundiales y nacionales. Por la línea que representa, dentro de un aparato de Estado tan importante como la justicia, y por su trayectoria personal.Garzón encarna una virtud, pero que se convierte en un peligro si la ostentan altos cargos del Estado. Posee un margen de independencia que le permite tomar decisiones autónomas.Hace quince días, recordando los vínculos de Jaume Matas con EEUU, recordábamos como “el sistema imperial norteamericano se basa en una medida importante en el ejercicio indirecto de la influencia sobre élites extranjeras dependientes”.“Elites dependientes” que conforman una auténtica casta cortada por el único patrón de una fidelidad cerrada a los intereses de la superpotencia norteamericana.Es a través de estos hombres, incrustados en los principales aparatos del Estado, que Washington interviene en España y en el resto de países dependientes.Garzón no pertenece a esa casta dependiente del hegemonismo. Es un personaje autónomo capaz de utilizar sus altas atribuciones para cuestionar los intereses norteamericanos y dar cabida a demandas populares.Para los propietarios del Estado -la oligarquía española y el hegemonismo norteamericano- Garzón no es “uno de los suyos”. Es un incómodo intruso que debería estar en las habitaciones del servicio, pero se ha colado en los salones de los señores.Esa autonomía personal, le ha llevado a Garzón a enfrentarse, en cada uno de los casos que ha llevado (los Gal, la persecución del entorno de ETA, la detención de Pinochet o la investigación de los vuelos de la CIA…), a los intereses de los grandes centros de poder.Por eso están dispuestos a “eliminarlo políticamente” a cualquier precio.¿Qué tiene esto que ver con el “combate a los restos del franquismo” donde se está conduciendo a muchas de las personas de izquierdas que simpatizan con Garzón?Zapatero está utilizando el caso Garzón como una auténtica cortina de humo para confundir y engañar. En un momento donde está ejecutando el plan de recortes de la gran banca sobre la población, quiere obligarnos a cerrar filas con el ante “el peligro de los restos del franquismo”.Mientras perseguimos los inexistentes fantasmas de “la ultraderecha”, Zapatero y Botín nos roban la cartera.