Valoración de los resultados de las elecciones generales de 2019

Gana el pueblo. Gana la España progresista

“España: primer país donde fracasaron tanto Napoleón como Steve Bannon”. Este tuit de Almudena Ariza, corresponsal de TVE en Nueva York, define lo que ha supuesto el 28-A.

Los resultados del 28-A son una rotunda victoria popular, gracias a una movilización que ha recorrido todo el país expresando la unidad de la España de progreso. Y debilitan a quienes pretendían imponer un nuevo salto en el proyecto de saqueo impuesto sobre nuestro país desde 2010.

“España: primer país donde fracasaron tanto Napoleón como Steve Bannon”. Este tuit de Almudena Ariza, corresponsal de TVE en Nueva York, define lo que ha supuesto el 28-A.

Una enorme movilización electoral se ha levantado ante la amenaza de que llegaran al gobierno. o ganaran un peso político decisivo, las fuerzas que apostaban por nuevos saltos en el saqueo y en el recorte de derechos y libertades.

Expresado a través de un vendabal electoral, con casi diez puntos más de participación y 2,2 millones de votos más que en 2016. La afluencia a las urnas se ha incrementado en toda España. Y en todos los sitios se ha expresado en una misma dirección: un claro sentido progresista.

Los números son rotundos. De los 2,2 votos de más en estas elecciones, las fuerzas llamadas a formar un “gobierno de los recortes”, nucleado en torno al PP, solo se han llevado 146.922. Mientras los partidos de izquierdas no independentistas han recibido 1,9 millones de votos más.

La movilización de la España de progreso ha impuesto un giro a la izquierda. Y ha levantado un dique de contención contra los intentos de dar una nueva vuelta de tuerca al saqueo o la degradación.

Quien gana y sale más fortalecido es el pueblo, y quien pierde y resulta más debilitado son los grandes centros de poder mundiales, desde el FMI y la Comisión Europea, o la gran banca española. Necesitan llevar más allá los recortes contra el 90% o el expolio de las riquezas nacionales, y habían preparado la alternativa política que ejecutara sus planes. Pero se han encontrado con una respuesta popular que ha obtenido una sonora victoria.

Hoy hay mejores condiciones para hacer avanzar la lucha contra los recortes, también para enfrentarse a la degradación de España que han impulsado con el objetivo de debilitarnos e imponernos condiciones más draconianas.

Ante la intoxicación de una “España franquista” ha irrumpido con toda su fuerza la realidad de una España de progreso. Un analista como Enric Juliana planteaba que “los triunfos electorales de la izquierda no se prodigan últimamente en Europa. España desmintió ayer esta tendencia”. E Ignacio Escolar, director de eldiario.es, uno de los digitales de referencia de la izquierda, encabezara su crónica con el titular “¡Viva España!”. Sintetizando un orgullo por la victoria de la España progresista, que compartía mucha gente de izquierdas. 

Hemos impulsado una campaña basada en dos ejes: la redistribución de la riqueza y que defender la libre unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España es progresista. Y el resultado electoral ha demostrado con creces su justeza.

Sea cual sea la opción de gobierno que finalmente se imponga estará marcado por el avance de la mayoría progresista.

La victoria clara y rotunda del PSOE se ha producido porque ha concentrado una parte importante de la movilización del voto progresista. 

Ha obtenido 38 escaños más, llegando a la cifra de 123, impensable hace unos meses. Ha ganado 2 millones de votos, casi duplicando los del PP, la segunda fuerza. Convirtiéndose en la fuerza más votada en 40 de las 52 circunscripciones.

No solo se ha beneficiado del “voto útil” o del impulso que da ostentar el gobierno. Ha recibido un voto consciente, frente a la amenaza de ver a Casado o Vox en la Moncloa, exportando el “modelo andaluz”. 

Conviene recordar que fue fue el gobierno de Zapatero quien inició el camino de los recortes y quien aceptó una mayor degradación. Pero la victoria del PSOE, y eso es independiente de su carácter, expresa el empuje del viento popular y patriótico. Lo que impone límites y exigencias al nuevo gobierno. Como ocurrió tras la moción de censura hace diez meses, va a marcar el desarrollo del futuro gobierno.

No existe una única opción o dirección para un gobierno de progreso. Cualquiera de las alternativas que están encima de la mesa deberá ir en una dirección progresista, no tanto por su composición sino por la influencia de la mayoría progresista que se ha pronunciado en las urnas.

Quien gana y quien pierde. El peso real de cada uno

Partido Votos 2019 Au/Dis * % voto emitido ** % censo
PSOE 7.480.755 2.036.909 28,68% 21,49%
PP 4.356.023 – 3.585.213 16,70% 12,51
Ciudadans 4.136.600 995.030 15,86% 11,88%
Unidas Podemos 3.732.929 -1.354.609 14,31 10,72
ERC 1.015.355 383.121 3,84% 2,91%
JxCatalunya 497.638 14.150 1,91% 1,43%
PNV 394.627 107.613 1,51% 1,13%
Bildu 258.840 74.127 0,99% 0,74%
Coalición Canaria 137.196 58.943 0,53 0,39
Navarra + 107.124 *** 0,41 0,3
Compromis 172.751 *** 0,66 0,49
PRC 52.197 *** 0,19% 0,14%

Es una extraordinaria noticia que salgan los números para formar una mayoría de gobierno, desde un pacto PSOE-Unidas Podemos, apoyado por otras fuerzas pero sin contar con los partidos independentistas, ni con Junts per Catalunya ni con ERC, ni con Bildu. Es posible formar una mayoría sin fuerzas independentistas que aglutine 175 diputados, suficiente para formar gobierno y darle estabilidad.

Existe otra opción, que han reiterado Pedro Sánchez y la vicepresidenta Carmen Calvo: que se forme un gobierno monocolor del PSOE, basado en un acuerdo de legislatura con Unidas Podemos y otras fuerzas, pero sin su presencia en el gabinete. Es una versión del “modelo portugués”, que se ha ejecutado con notable éxito en el país vecino.

Y está también encima de la mesa la posibilidad de un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos. En este sentido se ha pronunciado Ana Patricia Botín, cabeza de la oligarquía, e importantes centros nacionales e internacionales. 

Si se realizara, se haría bajo la hegemonía de los 123 escaños socialistas, que duplican a los de Ciudadanos, en una relación mucho más favorable para el PSOE que en 2016.

Sea cual sea la resolución final, con el nuevo gobierno habrán, gracias a la movilización de la mayoría progresista, mejores condiciones para hacer avanzar reivindicaciones como la de blindar las pensiones en la Constitución. Por la actuación de diputados como Baldoví o el que representa al PRC, comprometidos con la campaña. Y porque incluso Pedro Sánchez ha utilizado en campaña la promesa de “blindar las pensiones en la Constitución” como banderín de enganche.

El hundimiento del PP y la contención de la emergencia de Vox, son un problema para el hegemonismo y la oligarquia. Y vuelven a evidenciar la resistencia que encuentran en España a la ejecución de sus proyectos.

La alternativa de un gobierno que diera una nueva vuelta de tuerca al saqueo o al expolio pilotaba en torno al PP y a la posibilidad de exportar a toda España el “modelo andaluz”. La línea que representa Casado ha “derechizado” al PP, siguiendo la pauta de Aznar, alineándolo con los proyectos más agresivos del hegemonismo norteamericano. Lo que ha cosechado un rotundo rechazo. 

El PP ha perdido 3,5 millones de votos respecto a 2016, un 46% de su apoyo electoral. Y si tomamos como referencia 2011, la ejecución de los recortes le ha costado al PP 6,5 millones de votos, casi dos tercios de los que entonces tenía. 

Los 66 escaños que ahora tiene el PP son un suelo inimaginable hace muy poco. Pero es que el PP ha quedado excluido de territorios estratégicos. No obtiene ningún diputado en Euskadi, y solo uno en Cataluña. Ha sido relegado feudos históricos como Madrid, donde ha sido superado por Ciudadanos y convertido en tercera fuerza. 

La debilidad del PP, pata derecha del bipartidismo pero que sigue siendo un pilar indispensable del nuevo modelo político, es un grave problema para el hegemonismo y la oligarquía.

La irrupción de Vox ha sido una “inoculación” exterior contenida por la movilización de la mayoría progresista. Bannon, que impulsa alternativas que triunfan en muchos países europeos, ha sido derrotado en España.

Desde Washington se han invertido millones de euros, y se ha dado un impulso político y mediático a la irrupción de una ultraderecha directamente yanqui. Para poner en circulación, no principalmente la venta de armas, sino la privatización de las pensiones o la educación y sanidad públicas.

Las encuestas daban a Vox más de 40 diputados, anticipando incluso la posibilidad de que superara a Podemos. La misma dirección de Vox esperaba unos resultados que incluso algunos cifraban en 60 escaños.

Pero se han quedado solo con 24. Y su peso en el voto, el 10%, está muy por debajo del conseguido por la ultraderecha en muchos países europeos.

Quieren ganar en la propaganda lo que han perdido en las urnas. Difundiendo la falsedad de que “los independentistas han ganado las elecciones”. La realidad es la contraria: el apoyo al independentismo es minoritario, y los votos han castigado las opciones más agresivas que defienden la unilateralidad.

Desde ERC o Junts per Catalunya se afirma que “el independentismo ha barrido en las elecciones””, porque “Catalunya ha votado en clave de país”.

Y Pablo Iglesias valora que los resultados en Cataluña y Euskadi, con el avance soberanista “demuestran que España es plurinacional”.

Los hechos nos dicen lo contrario. El independentismo no ha ganado estas elecciones, las ha perdido.

Es cierto que las opciones indepentistas han cosechado 510.000 votos más, pero eso es fruto de un salto en la participación, que en Cataluña ha aumentado casi 15 puntos respecto a 2016. Si lo valoramos en relación al total de votos emitidos, el independentismo supone el 39,38%. Si cogemos como referencia el censo el apoyo a la fragmentación queda reducido al 30,15%.

Es más, en un momento de máxima movilización independentista, ante la amenaza de un nuevo 155 o de opciones que planteaban la supresión del autogobierno, el voto independentista -1,62 millones el 28-A- ha perdido 453.000 votos respecto a los más de 2 millones que obtuvo en las autonómicas del 2017 o votaron por la independencia el 1-O.

La ficción de que el indepenentismo ha ganado en Cataluña es simplemente mentira.

Las fuerzas no independentistas obtienen 4 diputados más y 843.000 votos más que las independentistas. Las candidaturas con un mensaje enfrentado a la fragmentación han acaparado el 28-A el 59,8% del voto emitido en Cataluña, lo que supone el 45,79% del censo.

Pero, además, los resultados han golpeado las opciones de ruptura más agresivas, representadas por Puigdemont. En el campo soberanista ERC sí ha barrido, obteniendo el doble de votos y escaños que Junts per Catalunya. La campaña de ERC se ha basado en dos ejes: ofrecer una alternativa “pragmática”, que relega la unilateralidad, y presentar una cara “de izquierdas”, afirmando que no impedirían un gobierno progresista en Madrid.

El triunfo de Puigdemont el 21D, dentro del campo independentista, dio fuerza a las líneas más agresivas del independentismo. El voto de los catalanes el 28-A las ha debilitado.

Se intenta sumar a Euskadi (utilizando el incremento del voto de PNV y Bildu) al cuadro del avance de las fuerzas disgregadoras. Esta es una subversión.

El PNV ha vuelto a ganar las elecciones con un mensaje de moderación y rechazo a seguir el modelo catalán, demostrado con la negativa a ir en la misma candidatura que Puigdemont en las europeas. Y Bildu ha tenido mucho cuidado de ocultar durante toda la campaña sus aristas más agresivas, en relación al terrorismo o la independencia.

Se ha vuelto a manifestar una mayoría social por la unidad, y a evidenciar que el apoyo al independentismo no supera un tercio del censo. La movilización electoral, en Cataluña y en Euskadi, ha sido parte integrante y consciente del movimiento general de la España de izquierdas y de progreso, fortaleciendo no las diferencias sino la unidad en una lucha común.

La pérdida de apoyo electoral de Unidas Podemos expresa, en primer lugar, el rechazo en importantes sectores de la izquierda a la línea que representa la actual dirección de Podemos.

Respecto a las generales de 2016, Unidas Podemos ha perdido 29 diputados -pasando de 71 a 42- y 1,3 millones de votos -de 5 millones a 3,7-. Supone un 40% de los escaños y un 25% de los votos.

Ha pasado de ser la tercera fuerza a la cuarta, superado por Ciudadanos. Y de disputar la hegemonía en la izquierda al PSOE a sacar la mitad de votos que los socialistas, 3,7 millones menos.

En este descalabro electoral no solo ha intervenido el “voto útil” o la concentración de buena parte del voto progresista en el PSOE. Ha sido también expresión del rechazo al proyecto de la dirección de Podemos de fagocitar y someter a su dominio a todo lo que exista a la izquierda del PSOE. Se manifestó antes de las elecciones con la ruptura de muchas de las confluencias. Y lo han vuelto a expresar muchos votantes en las urnas.

La caída de Podemos es general en toda España. En Madrid, donde fue la segunda fuerza en 2016, pasa a ser la cuarta, con poco más de 80.000 votos por encima de Vox.

Pero donde se ha expresado con mayor virulencia ha sido en Cataluña, y también en Euskadi. Los dos lugares donde Podemos fue el partido más votado en 2016 enarbolando banderas de izquierdas, y donde ha sido relegado a tercera fuerza en 2019 cuando ha adoptado un discurso cercano al independentismo.

Es significativo que las pérdidas de votos de Podemos se concentren allí donde está la clase obrera y el pueblo trabajador. La media nacional dice que Unidas Podemos pierde 6,79 puntos de peso en el voto emitido. Pero en las ciudades catalanas de más de 30.000 habitantes han perdido una medida de 10 puntos, y en las ciudades vascas se dejan entre 13 y 14 puntos.

Señalando con claridad el rechazo desde la izquierda a las posiciones que colaboran con la fragmentación.

Este es el marco, los hechos y las conclusiones, de unas elecciones que van a tener hondas repercusiones políticas. Y donde el pueblo, la mayoría de progreso que algunos quieren silenciar pero que irrumpe una y otra vez con enorme fuerza, ha obtenido un importante éxito del que todos debemos felicitarnos.