Tocar la edad de jubilación (actualmente a los 62) en Francia es un tema de alto voltaje. La reforma de Macron pretendía elevarla a los 64, pero haciendo trampa. Teóricamente se mantenía en los 62, pero quien lo hiciera a esa edad perdería un 10% de su pensión. Quien lo hiciera a los 63, un 5% menos. Y si decidiera «voluntariamente» alargar su vida laboral a los 64, se vería “premiado” con un plus del 5% en la cuantía de su jubilación. Se calcula que de media, y con esta trampa, los futuros jubilados percibirán unas pensiones entre un 15% y un 23% más bajas.
Esta afrenta ha sido uno de los principales motivos por los que millones de franceses han salido a las calles a manifestarse o han secundado jornadas de huelga durante casi seis semanas, navidades incluidas. Unas protestas que cuentan con un respaldo mayoritario -de más del 70% según las encuestas- de la sociedad francesa.
Finalmente el Elíseo se ha visto forzado a retirar la edad de referencia de la jubilación a los 64 años, el punto que le exigían los sindicatos más dialogantes para entablar negociaciones.
Aún quedan por resolver otros puntos espinosos del conflicto. Como la pretensión de Macron de simplificar los 40 regímenes de cotización que existen en Francia. Algo que -tal y como lo quiere hacer- perjudica gravemente los intereses de gran cantidad de colectivos profesionales, entre los cuales están muchos funcionarios y trabajadores públicos.
La batalla de las pensiones en Francia no ha concluido, pero Macron ha sufrido una primera y humillante derrota a manos del movimiento popular.