Una ola de votos impide la augurada victoria de Le Pen

Francia cierra el paso a la ultraderecha

Contra todo pronóstico, una gran movilización popular ha frustrado la anunciada victoria de la ultraderecha de Le Pen en las elecciones legislativas en Francia, dando además el triunfo a la izquierda del Nuevo Frente Popular

Supporters of French far-left opposition party La France Insoumise (France Unbowed - LFI) react after partial results in the second round of the early French parliamentary elections at Place Stalingrad in Paris, France, July 7, 2024. REUTERS/Yara Nardi TPX IMAGES OF THE DAY

Una gran movilización popular en Francia ha conjurado el desastre total, atenuando el terremoto político que sacude al país galo y a toda la UE.

El cordón sanitario contra Le Pen ha acabado funcionando, por los pelos, dando contra todo pronóstico la victoria a la izquierda del Nuevo Frente Popular en las elecciones legislativas con el 31% del voto y 182 escaños, pero salvando también inesperadamente a un Macrón (Renaissance) de la total debacle, al quedar segundo con el 29% del voto y 168 diputados.

Los ultraderechistas de Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, a los que todas las encuestas daban -con mayor o menor margen- por seguros ganadores, quedan terceros por detrás de la izquierda y el oficialismo. Con un 24,8% de los votos y un considerable rédito en diputados (143) pero viendo frustrada su ambición de formar gobierno.

Estos resultados son fruto de una notable movilización electoral, que en ambas vueltas ha superado el 66% de participación. Un porcentaje que supera en más de 20 puntos la afluencia a las urnas de las legislativas de 2022 y 2017. Había mucho en juego y los franceses han respondido.

Una sorpresa para todos

En la Plaza Stalingrad de París, miles de seguidores del Nuevo Frente Popular observaban, con la preocupación marcada en sus caras, los monitores de televisión, aguardando los resultados como quien espera un puñetazo.

Pero lo que recibieron por las pantallas fue una sorpresa, un chorro de alegría, un baño de puro alivio. Júbilo, abrazos, lágrimas. “No me lo esperaba, este es un momento de pura emoción”, decía una joven a las cámaras.

Y así es. Los resultados son una sorpresa para todos. Para los votantes y los dirigentes de la izquierda, para los de Macron… y para los ultras, cuyas caras no pueden ocultar su cólera, su desconcierto y su decepción.

Y también para Bruselas y las cancillerías europeas, que han vivido con angustia la posibilidad de que en uno de los pilares de la UE, ni más ni menos que en Francia, una fuerza pro-Putin y pro-Trump, y que apuesta por descoser todo lo posible las costuras de la Unión, llegara al gobierno. “En París, entusiasmo; en Moscú, decepción; en Kiev, alivio», resumía el primer ministro polaco, Donald Tusk.

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El frente republicano

Infografía de El País

Tras la victoria arrolladora de los ultras en las elecciones europeas del 9 de junio, Macron decidió jugarse el todo por el todo, disolviendo a Asamblea y adelantando las elecciones legislativas. Tras una primera vuelta en la que Le Pen aumentó su ventaja en número de votos y porcentaje (10,6 millones, un 33%), varias proyecciones situaban a Reagrupamiento Nacional cerca de la mayoría absoluta.

Pero el cordón sanitario contra los ultras -el «frente republicano», como lo llaman en Francia- se puso en marcha, aunque a duras penas, dados los antagonismos cruzados entre Macron y las fuerzas de izquierda.

La izquierda del Nuevo Frente Popular anunció que retiraría sus candidaturas en aquellas circunscripciones donde el oponente principal de Le Pen fuera Renaissance, y Macron anunció que haría lo mismo en el resto de las prefecturas, aunque alguno de sus ministros se resistió a seguir esa orientación. Entre unos y otros retiraron a 204 candidatos por toda Francia.

La inmensa mayoría de la izquierda, y también del centro macronista o de la derecha gaullista ha hecho de tripas corazón y ha votado para cerrar el paso a Le Pen.

El caso es que ha funcionado. Pese a las reticencias de algunos líderes políticos, la inmensa mayoría de los votantes de la izquierda, y también del centro macronista o de la derecha gaullista ha hecho de tripas corazón y ha votado en sus circunscripciones para cerrar el paso a Le Pen, aunque eso supusiera depositar en la urna un voto contrario a sus convicciones. “Es necesario bloquear a Reagrupamiento Nacional. Lo asumo. El domingo voy a votar y votaré por un candidato comunista”, acabó diciendo Edouard Philippe, exprimer ministro de Macron tras haber dicho lo contrario días antes.

El trasvase de votos a la primera fuerza contraria a la extrema derecha era la forma en la que los demócratas franceses -fueran de izquierdas o conservadores- podían impedir un gobierno de Reagrupamiento Nacional. Este “frente republicano”, al que muchos ya daban por caducado o roto, es lo que ha permitido al Nuevo Frente Popular, sacando dos millones de votos menos que en la primera vuelta, quedar como el primer grupo parlamentario con 182 escaños.

Pero el trasvase de votos a Macron para cerrar el paso a Le Pen ha permitido “renacer” a Renaissance, otorgándole el segundo puesto con 168 diputados, salvando la honra del Eliseo después de una desastrosa primera ronda. Finalmente Macrón ha evitado despeñarse en las legislativas, cuando ya se daba por hecho.

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La extrema derecha no llega al gobierno, pero duplica su peso político

Los ultras pinchan en hueso… pero están ahí

En contraste con la alegría de la izquierda y el alivio en el Eliseo y en Bruselas, las caras de los ultras de Le Pen -que además han perdido medio millón de votos en la segunda vuelta- eran un poema en la noche electoral.

Han pasado de 89 a 143 diputados, ganando una notable presencia en la Asamblea nacional y un gran capital político para impulsar sus agendas tóxicas y reaccionarias, pero no era a lo que aspiraban. Han visto esfumarse su mejor oportunidad para llegar al gobierno.

«La situación de Macron es insostenible», decía una visiblemente iracunda Marine Le Pen. «Va a entregar Francia a la extrema izquierda», mascullaba el candidato ultra, Jordan Bardella. «Va a llevar al país a la incertidumbre y la inestabilidad», insistía, como si eso no fuera justamente lo que iba a pasar con una victoria de Reagrupamiento Nacional.

La extrema derecha gala y europea está crecida porque al otro lado del Atlántico, la línea Trump ve semana tras semana incrementadas sus opciones de volver a la Casa Blanca.

Viñeta de Truant (Francia)

Francia ha evitado despeñarse por el precipicio, pero el barranco sigue ahí. La ultraderecha -en Francia y en Europa- ha crecido, se ha fortalecido, está al acecho. Ha llegado al gobierno de grandes naciones como Italia y puede llegar a Rliseo. Cuenta con poderosos apoyos entre la clase dominante francesa, como Vincent Bolloré, propietario del grupo Vivendi y uno de los grandes magnates de los medios de comunicación galos .

Pero sobre todo, la extrema derecha gala y europea está crecida porque al otro lado del Atlántico, la línea Trump ve semana tras semana incrementadas sus opciones de volver a la Casa Blanca. Sin olvidar el aliento político -y financiero- de la Rusia imperialista de Putin a los ultras europeos.

Los círculos más reaccionarios de los centros de poder de Washington y Moscú ven en las opciones más xenófobas, identitarias y anti-Bruselas una útil herramienta de intervención en Europa, buscando descoser al máximo las costuras de la Unión Europea como forma de imponer sus proyectos en el continente y en el mundo.

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Los posibles acuerdos para la gobernabilidad de Francia

¿Y ahora qué?

Enrico Bertolucci (Italia)

Nada más conocerse los resultados, el líder de la Francia Insumisa y cabeza del Nuevo Frente Popular, Jean-Luc Melenchón, declaraba que «el presidente [Macron] tiene el poder y el deber de convocar al Nuevo Frente Popular para que gobierne».

«Retirarse hoy para favorecer a candidatos de izquierda contra Agrupación Nacional no significa gobernar mañana con La Francia Insumisa», aseguraba Macron ante sus ministros pocas horas antes de la segunda vuelta.

¿Qué va a pasar entonces?

Leyendo estrictamente el veredicto de las urnas galas, Macron está obligado a cohabitar con el Nuevo Frente Popular. Pero todo el mundo se pregunta cómo va a ser eso posible, dado el antagonismo explícito de sus programas y políticas.

Cualquiera que lea el programa electoral del NFP -que reúne a la Francia Insumisa, el Partido Comunista Francés, el Partido Socialista, Génération.s, los Ecologistas, la Izquierda Republicana y Socialista, el Nuevo Partido Anticapitalista y más partidos de izquierda franceses- se puede dar cuenta que está tan en contra de la ultraderecha… como de las feroces y antipopulares políticas de Macron.

Los vetos cruzados entre ambas fuerzas son poderosos. El ministro de Exteriores de Macron ha dicho que es “evidente” que el izquierdista Mélenchon “no puede gobernar Francia”. Ambas fuerzas están muy enfrentadas, lo que hace extremadamente difícil la cohabitación.

Entre las diferentes quinielas de gobierno, hay quien ya sugiere un punto de equilibrio… en la socialdemocracia del Partido Socialista. Una especie de gobierno de concentración nacional entre Macron, Los Republicanos y la parte más “moderada” del Nuevo Frente Popular, pero dejando fuera del gobierno a un Jean-Luc Mélenchon indigerible para las élites financieras y monopolistas.

Es posible que esa sea la componenda oligárquica para un puzle de tan difícil ensamblaje, pero aunque fuera así, los resultados de estas elecciones legislativas seguirían siendo una victoria para los intereses populares.

Los resultados de estas elecciones legislativas en Francia crean mejores condiciones para el avance de los intereses de la clases populares y trabajadoras galas

Esté o no en un eventual gobierno cohabitación con Macron, la hegemonía política en el Nuevo Frente Popular la tiene la Francia Insumisa de Mélenchón, que junto a fuerzas como el Partido Comunista o los Anticapitalistas van a pujar fuerte por desmantelar-tal y como está acordado en el programa de la coalición- buena parte de las antipopulares políticas que la clase dominante francesa, a través del neoliberal Macrón, ha impulsado en los últimos años.

Políticas como la reforma que eleva la edad de jubilación a 64 años o la reforma del seguro de desempleo, que han sido contestadas en las calles con multitudinarias huelgas generales; o como los severos recortes en sanidad, educación y otros servicios públicos. El programa de la izquierda exige congelar los precios de los productos de primera necesidad en alimentación, energía y carburantes, al tiempo que se protegen los intereses de los agricultores y ganaderos, gravando los superbeneficios de los gigantes agroindustriales y la gran distribución.

Sea cual sea la eventual fórmula de cohabitación con Macron y el peso que acabe teniendo el Nuevo Frente Popular en el nuevo gobierno, los resultados de estas elecciones crean mejores condiciones para el avance de los intereses de la clases populares y trabajadoras galas, y más dificultades para los ajustes, recortes y el saqueo a la población que busca la resabiada burguesía monopolista francesa.

Y esta, además del ¡No Pasarán! que los franceses han dicho a la ultraderecha, es una excelente noticia para los intereses populares y para la izquierda de todo el continente.

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La movilización de la izquierda

Un ¡Oui, on peut! contra los ultras… y contra Macron

Un joven porta un cartel contra Le Pen y Macron, en una movilización de la izquierda durante la campaña electoral

Cuando tras el resultado de las elecciones europeas el presidente francés decidió lanzar un órdago y convocar elecciones legislativas anticipadas, en su mente sonaba espectacular.

Además de disolver una Asamblea Nacional que no le ofrecía una correlación de fuerzas favorable, y que le ha obligado a gobernar por decreto, lo que buscaba el enarca era plantear las legislativas como un plebiscto entre macronismo y lepenismo, tal y como ha venido sucediendo en la segunda vuelta de las elecciones francesas desde hace décadas.

Confiaba en la fragmentación de la izquierda, y en el «estado de shock» de los votantes progresistas ante el avance de una extrema derecha que había duplicado sus votos y escaños.

Pero las cosas han salido muy distintas a lo planeado por el príncipe del Eliseo.., y por las élites de la burguesía gala. No contaban con la movilización de la izquierda

Pocas horas después del sorpresivo anuncio de Macron, las izquierdas galas anunciaban su confluencia conjunta a las legislativas en el Nuevo Frente Popular. Apartando sus diferencias, y dotándose de un programa común que va más allá del rechazo a los ultras y que propone virar 180º respecto a las actuales políticas del Eliseo.

La izquierda francesa ha sabido unir en torno a ese programa, logrando por ejemplo un gran avance entre la juventud. La mayoría de los votantes de entre 18 y 24 años lo han hecho por el Nuevo Frente Popular.

Las elecciones legislativas han salido muy distintas a lo planeado por el príncipe del Eliseo.., y por las élites de la burguesía gala. No contaban con la movilización de la izquierda

Las centrales sindicales como la CGT y multitud de colectivos de izquierdas se han volcado en una campaña con cierta épica antifascista, convocando multitudinarias manifestaciones en todo el país contra el avance ultra.

La movilización ha llegado incluso a algunos de los barrios populares donde se concentra buena parte de la población de origen migrante -los ‘banlieus’ del extrarradio parisíno- donde la marginación y el desencanto suelen traducirse en altas tasas de abstención.

El miedo y el rechazo a la extrema derecha de unos franceses descendientes de argelinos o subsaharianos, junto a las llamadas a parar a los ultras de algunas de las estrellas de la selección francesa procedentes de esos mismos barrios -Kylian Mbappé, Marcus Thuram, Jules Koundé…) han tenido efecto.

‘La banlieu’ ha votado ¡No Pasarán! contra los que quieren mantenerlos como ciudadanos de segunda o tercera, contra los que los desprecian por su color de piel, por los que quieren mantenerlos como mano de obra barata.

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