Las luchas internas en el PP, ahora saldadas a navajazos, han acabado por incendiar a la Fiscalía General, uno de los pocos aparatos del Estado que todavía no se había visto envuelto en ningún escándalo.
Para satisfacer a los sectores más conservadores del PP, aquellos que consideraron “alta traición” la inacción de Rajoy el 9-N, el gobierno ha echado mano de la Fiscalía. Empujándole a presentar una querella contra el president de la Generalitat que Artur Mas ha recibido alborozado, pues le proporciona más munición política para presentarse como “el héroe perseguido”.
«Algo grave está sucediendo en el PP. Y algunos apuestan incluso a que puede costarle la cabeza a Rajoy» Pero no terminan aquí los despropósitos en el seno del PP. El estallido de los casos de corrupción -desde la Gürtel a la Operación Púnica- han convertido las aguas tranquilas en un temporal. María Dolores de Cospedal y Esperanza Aguirre se enzarzan en una pelea pública donde ambas se echan en cara no tomar medidas para atajar la corrupción. Y el presidente extremeño, José Antonio Monago, está convencido de que la filtración de sus famosos “viajes” tiene su origen en el mismo PP.
El PP, que incluso había salvado su primer año de gobierno, en los momentos más agudos de la crisis, con una notable fortaleza, se descompone aceleradamente sin que nadie pueda encontrar una explicación más allá de las peleas de clanes y familias.
La crisis del PP no puede comprenderse al margen del proyecto hegemonista de intervención y saqueo que venimos sufriendo desde hace años.
Un reputado analista nos proporcionaba una de las claves al desvelar que “el movimiento telúrico más profundo es el que se refiere a las conspiraciones en marcha para aparcar al propio Mariano Rajoy, y para buscar una cara nueva (y en principio joven) que encabece las listas populares en las generales de 2015-2016, como hipotético remedio a la postración que sufre el PP, reflejada en las últimas encuestas de intención de voto”.
Remachando que “unos cuantos columnistas están lanzando, cada día con más insistencia, la idea de que con Rajoy el PP nunca podrá ganar las elecciones y por tanto conviene la sustitución. Detrás de esas firmas se ha querido ver, entre otros, a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría”.
Podemos estar asistiendo a una reforma política que busca remodelar el PP, a través de nuevos liderazgos tecnocráticos o de escasa relevancia política. Algo similar a lo que ha sucedido en el PSOE, donde Rubalcaba ha cedido el testigo a un Pedro Sánchez que amenaza con ser todavía más irrelevante que Zapatero.
Nuevos liderazgos más dóciles, menos proclives a oponer resistencias a los mandatos del FMI o el BCE, por muy salvajes que estos sean.