Entrevista a Luis Enjuanes (CNB-CSIC)

“Estoy deseando ponerme la vacuna”

Luis Enjuanes es el mayor experto español en coronavirus, y una autoridad a nivel mundial. Codirige, junto a Isabel Sola, el laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), uno de los que persigue la vacuna española contra la Covid. El equipo de Enjuanes ya logró un remedio contra otro coronavirus, el MERS de 2012, y está desarrollando una propuesta que tiene muchos números para ser una de las vacunas más completas y eficaces del mundo.

Realizamos esta entrevista justamente el día en el que he empezado la campaña de vacunación en España. ¿Cómo lo valora?

Pues muy positivamente, porque llevamos con esta pandemia más de 80 millones de personas infectadas, y 1.765.000 muertes en todo el mundo. Es importantísimo que podamos disminuir los efectos de la pandemia, y por tanto es un día histórico. Y aunque las vacunas que tenemos ahora disponibles no son perfectas, son muy positivas. Yo estoy deseando poder ponerme la vacuna. Es sin duda algo a celebrar, a ver si para el verano ya hay un 70% de la población vacunada.

Algunos dicen que las vacunas más modernas, como las de ARNm, son una tecnología que aún no ha demostrado su seguridad. ¿Son seguras, también las más innovadoras?

Han sido aprobadas por las agencias que regulan la administración de los medicamentos, la FDA americana y la EMA europea, así como la Agencia Española del Medicamento, y por tanto esto implica que tienen una relación beneficio-riesgo muy positiva para los pacientes. Pueden generar algunos efectos secundarios de pequeño nivel, pero el beneficio que va a obtener toda la población gracias a estas vacunas es muy positivo.

Ahora preocupa especialmente la variante que ha aparecido en Reino Unido, con 23 mutaciones, y que es más infectiva. ¿Pueden hacer estas mutaciones que el coronavirus llegue a «escapar» de las vacunas?

Esto es algo que está en estudio. Aunque existe esa posibilidad yo la considero muy remota, porque vacunas actuales inducen anticuerpos contra todos los dominios (las zonas de la forma de la proteína) de la espícula de los virus. Algunos de esos anticuerpos son más importantes y otros menos desde el punto de vista de la neutralización del virus, pero aunque alguna de estas mutaciones hayan cambiado alguno de estos epítopos, es muy improbable que los cambie todos. Por eso, lo lógico es pensar que las vacunas actuales también tendrán eficiencia contra la nueva variante aparecida en Reino Unido (y otra en Sudáfrica), que como mucho disminuya una veinteava parte, nada significativo. Pero en cualquier caso se está evaluando y los resultados se sabrán en un par de semanas.

Hablemos ahora de la vacuna que está elaborando su equipo del Centro Nacional de Biotecnología. Ustedes afirman que su vacuna, a diferencia de otras, confiere inmunidad esterilizante. ¿Cómo funciona su estrategia?

Decimos que nuestra vacuna induce inmunidad esterilizante porque cuando la hemos probado en ratones humanizados (genéticamente modificados con el gen humano que produce la puerta de entrada para el virus, para probar tratamientos y vacunas contra el SARS-CoV-2) así se ha demostrado. Una vez que estos ratones han sido vacunados, si se les inocula el virus, este no tiene siquiera capacidad de entrar en las células y de replicarse, porque el sistema inmune responde muy contundentemente.

Esto es debido probablemente a varias razones. Una de ellas es que nuestra vacuna es más potente, ya que aunque también está basada en un RNA, a diferencia de los de las vacunas de Pfizer y Moderna es un RNA autoamplificable. Nosotros administramos una pequeña dosis y esta se amplifica entre 1000 y 5000 veces dentro de las células, lo que la hace más potente. Pero es que además este RNA codifica para varias proteínas, y da lugar a inmunidad tanto humoral como celular.

Y hay una tercera característica, y es que nosotros en ratones la hemos administrado intranasalmente, y esto induce una inmunidad en mucosas respiratorias, que son justamente la vía principal de la entrada del virus. Al actuar sobre estas vías naturales, en ellas se producen muchos más anticuerpos y quedan protegidas. Esto frente a la forma tradicional de administrar vacunas, con el pinchazo intramuscular, que aunque induce una inmunidad potente, ésta se distribuye por la sangre y tarda en llegar de forma indirecta al tracto respiratorio o al entérico que es donde más falta hace.

Nosotros vamos a preparar nuestra vacuna en dos formatos, para ser administrada intranasalmente (la que desearíamos que fuese aprobada) y para serlo intramuscular. La inmunidad en mucosas tiene una naturaleza distinta a la que se induce de forma sistémica. Entre otras cosas induce un tipo de inmunoglobulinas que se denomina IgA (que apenas se inducen en la inyección intramuscular) que son mucho más potentes a la hora de neutralizar partículas víricas porque son tetravalentes.

Usted ha dicho que este virus, en particular, es un buen estratega. Que se sospecha que es capaz de “engañar” al sistema inmune, induciendo una respuesta inmune restringida. ¿Qué sabemos, meses después, del modus operandi del SARS-CoV-2?

Lo que sabemos confirma que efectivamente es un «buen estratega», dicho para que nos entendamos, porque los virus no piensan, pero sí evolucionan y va apareciendo mutantes que tienen ventajas selectivas, y así se seleccionan estrategias que les hacen ser más exitosos. Y este coronavirus lo ha hecho muy eficientemente desde distintos puntos de vista. Uno de ellos es que consigue que las defensas del hospedador sean mucho más bajas, y que la cantidad de anticuerpos que se inducen sea menor y también sea atenuada la respuesta celular de los linfocitos T, que nos protegen matando a las células que han sido infectadas por el virus.

Pero además este SARS-CoV-2 hace cosas muy especiales, como es que inducen al hospedador a producir anticuerpos contra sus propios sistemas de defensa. Por ejemplo, nuestro sistema inmune, a las 3-4 horas de detectarse la infección produce señales llamadas interferones, que median en la activación en las defensas antivirales en las células cercanas. Se ha visto que un porcentaje de pacientes (un 14%) los anticuerpos contra el virus se dirigen equivocadamente contra los interferones.

Otra estrategia muy hábil de este virus es que adquirieren un trocito de la proteína que se añade a las espículas del virus, clave para su entrada en la célula. Para que el virus entre dentro, necesita hacer un corte proteolítico en su espícula, para que la proteína se despliegue. En coronavirus anteriores como en el SARS del 2002, ese corte proteolítico solo ocurría en células del tracto respiratorio o entérico, y por tanto sólo podía infectar estos tejidos. Pero el nuevo coronavirus, al llevar este corte mediante una proteasa, puede infectar muchos más tejidos, no sólo pulmones e intestino, sino cerebro, corazón, hígado, páncreas… Esto le hace ser un virus politrópico, infecta prácticamente a todo el cuerpo. 

Por eso, porque este virus puede no inducir una buena inmunidad, incluso los que han pasado la enfermedad deberían vacunarse, ¿no?

Desde luego, cuando les llegue el turno. Si se infectaron y han pasado la enfermedad, habrán inducido una buena respuesta inmune humoral (de anticuerpos) y celular (de linfocitos T), y eso les protege durante un tiempo. Pero como la duración de la inmunidad que se produce en mucosas es limitada (un año o dos, pero no más de tres) deberían volverse a vacunar.

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Hace años, su equipo ya estaba cerca de desarrollar una vacuna contra un coronavirus anterior, el MERS, «primo» del actual…

Así es, y de hecho lo conseguimos. Logramos una vacuna que al menos en los ratones humanizados daba una protección del 100%, una inmunidad esterilizante. Pero en contraste con el coronavirus actual que ha infectado a 80 millones, este MERS que apareció en Arabia Saudí en 2012, en estos 18 años sólo ha infectado a 2.700 personas, porque sólo se transmite del camello al hombre, y la transmisibilidad entre humanos es poco eficiente. Y por eso las compañías perdieron el interés en producir una vacuna, que cuesta mucho, para tan poca gente. Y por eso, a pesar de que ya habíamos llegado a un punto donde se sabía que nuestra vacuna iba a tener una gran efectividad, se la dejó de lado porque no habían compañías dispuestas esa inversión. Sin embargo, la OMS declaró este virus, el MERS, como entre los 10 más peligrosos. Si en algún momento, por una mutación, mejorase como el coronavirus actual su capacidad de saltar del hombre al hombre, su mortalidad es terrible: del 35,5% (la del SARS-CoV-2 es en torno al 2%).

Buena parte de esa investigación anterior -el “chasis del coche”- ha servido para esta vacuna, pero ¿podría España y el mundo haber tenido disponible una vacuna para ser usada en estos momentos si le hubieran permitido llegar hasta el final con la vacuna del MERS? 

Evidentemente, si en ese momento se hubiera realizado este esfuerzo, implicando a empresas y organismos nacionales e internacionales, hubiéramos estado muchísimo más preparados contra este coronavirus. Ya habríamos demostrado su eficacia en humanos y también su seguridad, su carácter inocuo, que es lo que más tiempo se tarda en evaluar. Habría sido fácil reformularlas para el SARS-CoV-2. No haber culminado esta vacuna contra el MERS ha retrasado todos estos resultados.

Pero hemos aprendido. Es por ello que nuestro instituto, el Centro Nacional de Biotecnología, que depende del CSIC, ahora forma parte de un consorcio en el que participan empresas nacionales e internacionales, y que está abierto a inversores de todo tipo. En el marco de este consorcio es mucho más fácil reunir el capital necesario para hacer el desarrollo de la vacuna, producirla a gran escala o hacer todos los ensayos clínicos que son necesarios para aprobar su uso general. Ahora vemos una voluntad muy fuerte por parte de nuestras instituciones para llevar a término las vacunas españolas, tanto si se soluciona el problema -sea por que las campañas de vacunación lo consiguen antes, sea porque el virus nos hace el favor de atenuarse solo- como si no. Yo espero que hayamos aprendido la lección del pasado.

Intermón Oxfam dice que cerca de 70 países pobres sólo podrán vacunar a una de cada diez personas. Hay una iniciativa, impulsada por India y Sudáfrica que promueve que mientras dure la pandemia se suspendan las patentes de las vacunas, antivirales y en general la tecnología contra la Covid, para que estos países puedan producir a bajo coste estos remedios y hacerlos asequibles a su población. ¿Cómo valora esta iniciativa, tanto desde el punto de vista humanitario, como desde el epidemiológico?

Creo que es una iniciativa muy importante y que es bueno que se ponga encima de la mesa. Creo que las multinacionales que están implicadas en el desarrollo de las vacunas, así como los gobiernos o instituciones como el Banco Mundial, o fundaciones como la de Bill Gates, deben ganar algo de dinero. Pero se debe atender a los países menos afortunados. Se debe clasificar a los países por su renta, por sus capacidades económicas, y que haya un precio para países desarrollados -EEUU o los europeos- y otro muchísimo más inferior para los que están en vías de desarrollo, que simplemente cubra una parte del coste de producción de las vacunas, o que incluso sea gratuita si no pueden hacerse cargo de los costos.

 Todos los países deben de poder vacunar a todas las personas. Esto no solo es generosidad, sino es lo inteligente, porque al final esto es una pandemia, es una epidemia global. Nunca acabará si sólo se puede inmunizar a la población de los países ricos. 

El objetivo es inmunizar a todos los continentes, eliminar el virus de la faz de la Tierra. Y eso pasa por ayudar a los países con menos recursos, y hay diferentes fórmulas para lograrlo. No hay duda, esta es una iniciativa muy importante y hay que apoyarla.

A lo largo de estos meses se han publicado diversos manifiestos -firmados por miles de profesionales, personalidades, profesionales y ciudadanos- que reclamaban que esta pandemia hay que afrontarla con Unidad y Solidaridad. ¿Ante esta pandemia debemos remar todos, ciudadanos y representantes políticos y sociales, en la misma dirección?

Por supuesto que sí, eso es importantísimo. Si uno observa el espectro político, se puede ver fácilmente como muchos partidos atienden sus propios intereses, su propia estrategia de confrontación, para tratar de derribar al gobierno y ponerse ellos. Muchas veces se protesta por todo y se pone inconvenientes a todo, y cada uno trata de imponer su ley. Esto que es tan lamentable ocurre a pesar de todos los llamamientos que hay de las instituciones españolas o europeas, o internacionales como Naciones Unidas o la OMS. 

Sería muy interesante, muy conveniente para todos que remásemos todos en la misma dirección, siempre a favor de lo que sea más efectivo para proteger a la gente y combatir al virus. Y esto no implica necesariamente estar de acuerdo con todo lo que diga el gobierno o tal o cual administración, pero si plantear de forma constructiva alternativas, en una dirección común de acabar con la pandemia.

Ahora que con la llegada de estas primeras vacunas, y también ante el peligro de una tercera ola, se inicia una nueva etapa, ¿no deberían salir todos los representantes políticos, más allá de su adscripción ideológica, del gobierno y autonomías, dando una imagen de unidad y presentando un plan sencillo con las medidas y orientaciones que todos los ciudadanos tendríamos que seguir, independientemente de dónde vivamos?

Eso es lo que debería de suceder. Sería propio de gente civilizada y con visión de Estado. Pero me temo que eso algunos partidos lo dejan en un cajón y ponen por delante sus intereses. Yo lo lamento mucho y ojalá que cambien. Porque vemos como su discurso varía a conveniencia. Cuando al principio de la pandemia el gobierno tenía el mando único y bajó la curva, lo acusaban de que no dejaba libertad a nadie para tomar decisiones, muchas CCAA querían autonomía para adoptar medidas. Y ahora que el gobierno aplica la cogobernanza y tienen esa autonomía para lanzar iniciativas, esos mismos claman contra el gobierno acusánsole de haberlos abandonado a su suerte. Lo que deseamos todos es que tanto el Gobierno como las autonomías se pongan de acuerdo, trabajen unidos, para remar en la misma dirección.