Continuamos el ciclo de entrevistas encadenadas en el que un profesional del psicoanálisis entrevista a otro, y este es el encargado de hacer las preguntas en la siguiente entrega.
Una iniciativa que pretende dar pasos en la creación de un espacio plural de reflexión, colaboración y apoyo, sobre el psicoanálisis y la postpandemia, la infancia y la adolescencia. Hasta ahora han parfticipado: Fabián Appel, José Luis Mellado, Luisa Borondo, Roque Hernández, Laura Cevedio y María Elízaga.
Román Pinedo Esteban es Licenciado en Psicología. Psicoterapeuta Familiar acreditado de la ATFCV. Colaborador docente en el Centro Lucentum de Terapia Relacional Sistémico Familiar. Formación en Psicoanálisis y Psicología grupal. Psicólogo del Ayto. de Alicante desde 1982. Ha ejercido cargos en la Administración Pública: Jefe de Servicio de Coordinación de Áreas y Proyectos del Ayto. de Alicante, Jefe de Servicio de Sanidad y Servicios sociales, Jefe de programas de Familia e Infancia, Técnico de la Red nacional de Ayuntamientos, Kaleidosred, dirigiendo y coordinando equipos de trabajo y relaciones entre servicios, instituciones y entidades públicas y privadas relacionadas con bienestar social, sanidad, cooperación al desarrollo, participación ciudadana y desarrollo urbano sostenibles.
En el ámbito privado ha ejercido como psicoterapeuta en diversos Centros de Psicología, coordinado Escuelas de Padres, y grupos de crecimiento y autoayuda en centros escolares de la provincia de Alicante y Valencia y en diferentes Ong’s como Cruz Roja…
En este número de Foros21, Román Pinedo es entrevistado por su colega, la psicoanalista María Elízaga
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Tras tu larga experiencia como responsable de Servicios Sociales en Alicante, ¿podrías hablarnos de aquello de lo que sufre actualmente nuestra sociedad? ¿Cómo se manifiesta en las relaciones familiares el malestar social?
Mi experiencia, tanto como profesional de la psicología y de la terapia familiar, como de responsable/coordinador de diversos programas de “Atención a Personas y Familias” y jefe del Área de Servicios Sociales de un Ayuntamiento, se dio en un momento de construcción y crecimiento de este sistema, en el que se crearon muchos programas de atención e intervención familiar y social que no existían. Fue para mí una etapa afortunada y muy productiva.
Poco a poco el sistema de servicios sociales ha ido creciendo y se ha hecho su espacio como uno de los pilares básicos de la protección social. Pero en la actualidad se enfrenta a retos y dificultades muy complejas que tienen que ser abordadas, corriendo el riesgo de colapso del sistema, o simplemente de no cumplir con su misión principal que es “acompañar a las personas y familias para que sean autónomas, puedan tomar las decisiones por sí mismas y cuenten con los apoyos y cuidados que necesiten en momentos puntuales de su vida o a lo largo de esta”. Para ello, debe mantener y potenciar la “dimensión relacional” como eje central de su función. La profusión de normativas y de discursos sobre la necesaria consolidación, articulación, coordinación de servicios y participación de la comunidad, etc…, no van generalmente seguidas de políticas y medidas reales que reviertan las situaciones de exclusión y sufrimiento que padece una parte importante de la población.
Aunque desde los servicios sociales cada vez más se atienden realidades diferentes y complejas, creo que solo ven una parte de los malestares contemporáneos.
Además de atender las situaciones de precariedad y pobreza estructural, que conducen a las familias a vivir en la marginalidad, generando daños psicológicos y sociales muy importantes, y que el sistema económico tiende a institucionalizar como los “excluidos sociales”, el sistema de servicios sociales atiende problemáticas familiares de: violencia de género, maltrato y abuso, adicciones, de dependencia, trastornos graves de personalidad derivados de los sistemas sanitario y educativo, problemáticas derivadas de la situación de inmigración, y cada vez más problemáticas de convivencia familiar causadas por la atenuación de los vínculos familiares y sociales, y por cuestiones como las dificultades de conciliación familiar, falta de diferenciación de roles, escasez de normas y límites claros en el seno del grupo familiar,….
“Ya no se puede hablar de “familia tipo”, existe una gran diversidad de formas de familia”
Evidentemente todos los cambios económicos, tecnológicos y sociales están produciendo cambios en las estructuras familiares y en las relaciones comunitarias y eso se refleja en el aumento y en la forma de los diversos tipos de malestares físicos, psicológicos y sociales.
En las últimas décadas han cambiado mucho las estructuras de los grupos familiares, como experto en terapia familiar y de pareja, ¿qué nos quieres contar acerca de estos cambios? ¿Qué sería importante que aprendiéramos para poder entender la sociedad?
Estamos en un mundo en movimiento permanentemente. Determinados paradigmas, como el del “patriarcado”, el “modelo científico/biomédico” y el “modelo económico extractivo tradicional”, hasta hace poco tiempo intocables, están en crisis o mutando e influyendo en todas las estructuras de la sociedad. Esto ha cambiado, pese a las muchas resistencias, la concepción de “grupo familiar”. Ya no se puede hablar de “familia tipo”, o afirmar que la familia tradicional consanguínea es la única válida para ayudarnos a crecer y garantizar nuestro bienestar. Existe una gran diversidad de formas de familia en la actualidad: familia nuclear, familia extensa, familia monoparental, familia LGTBI, familia reconstituida, familia de acogida, familia múltiple, familias transnacionales, pareja de hecho, … En la nueva Ley del Gobierno de España se reconocen hasta 16 nuevos tipos de familia.
La cuestión a abordar es la de cómo afectan los cambios sociales, tecnológicos y de la estructura y funcionamiento de los grupos familiares a los vínculos necesarios para nuestro desarrollo como seres humanos. Las necesidades psicológicas básicas de “amor” y de “respeto” (en el sentido de sentirse útil, capaz), principalmente en los vínculos con las personas y contextos significativos para cada uno de nosotros, son universales, aunque se manifiesten de forma diferente, y el reconocimiento y cuidado de las mismas estén en la base de nuestro bienestar.
“Siempre entendí el psicoanálisis como un saber abierto”
Si algo desveló y puso sobre la mesa la epidemia del Covid19, es que somos entes sociales por naturaleza, y que la cooperación es una condición de nuestra humanidad. También, que vivimos en un mundo desigual y fragmentado. Alrededor de 1.100 millones de personas en el mundo viven en barrios marginales de las ciudades y se espera que lleguen a 2.000 millones en los próximos 30 años. Las situaciones de pobreza y los problemas de salud mental no eran nuevos antes de la pandemia, pero tomaron mayor visibilidad, saliendo a la luz e incrementándose las problemáticas de depresión, autolesiones y suicidios, hipocondría, adicciones diversas, convivencia familiar y afectando a todas las capas sociales, pero mayoritariamente a los colectivos más vulnerables.
Para los y las profesionales que queremos coordinarnos, desde la salud, la educación, los servicios sociales, ¿qué propuestas de trabajo conjunto consideras que podrían implementarse para disminuir los sufrimientos, los malestares de nuestra sociedad actual?
En mi opinión, a la hora de abordar estas cuestiones es imprescindible pensarlas desde el paradigma de la “complejidad”. El pensar en las redes como instrumento de trabajo plantea retos importantes, como aprovechar la cantidad y la potencialidad de las múltiples interconexiones que se producen entre los diferentes profesionales, entre los distintos equipos y servicios, y sobre todo como construir contextos colaborativos, Aceptar la interdependencia profesional y reconocer las cualidades y recursos de los diferentes servicios involucrados, así como de las personas y familias que atendemos son elementos fundamentales en esta construcción.
Es necesario poner en valor y destacar siempre que podamos el potencial productivo de los “grupos” y de los “contextos colaborativos”, es una forma de proteger nuestro rol de cuidado y mejorar la atención a los ciudadanos destinatarios de nuestras actuaciones profesionales. El grupo no solamente es un instrumento potente de trabajo, de apoyo mutuo y de programación y evaluación para los profesionales dentro de las organizaciones, sino que puede ser una herramienta eficaz con las personas destinatarias de nuestros servicios profesionales, que nos permita construir lazos solidarios necesarios para la cohesión social y podamos analizar y afrontar situaciones de la vida cotidiana que generan ansiedad y depresión.
En lo que respecta a nuestras organizaciones, además de establecer la formación y supervisión adecuadas, y no de forma puntual o anecdótica, como suele ocurrir en bastantes Instituciones, es necesario mejorar los canales de comunicación y coordinación entre profesionales, interdepartamentales e interinstitucionales.
Hay otros conceptos, además del de “coordinación”, que a mí me parecen relevantes. Entre ellos, yo destacaría la “confianza”, necesaria para caminar y trabajar juntos en el contexto institucional sin sufrir demasiados riesgos, y la necesidad de “innovar” y descubrir conjuntamente alternativas al sufrimiento en las diferentes relaciones con los profesionales y las personas a las que ayudamos, diferentes a la repetición estereotipada de estrategias e historias de sufrimiento.
“El psicoanálisis fue el primero en destacar la importancia de las relaciones familiares”
A nivel del cuidado del sistema terapéutico o de intervención en contextos no clínicos, hay también dos actitudes que nos abren muchas puertas y que considero valiosas. Una es la “mirada apreciativa” y la otra es la “curiosidad bondadosa” para exponer la necesidad de no dejarse encerrar en clichés y etiquetas diagnósticas y practicar una escucha atenta y abierta para comprender lo que las personas están expresando a través del lenguaje de sus síntomas e intentar devolverles su dignidad como seres humanos.
¿De qué forma te ha influido el saber psicoanalítico para comprender el psiquismo humano y las relaciones sociales?
Bueno. Yo empecé de muy joven, en los años 70, como otras personas que trabajamos en este ámbito, leyendo los libros de Freud, E. Fromm, D. Winnicott, W. Reich, Marcuse,.., y paralelamente a los estudios oficiales universitarios de “Psicología” iba a los seminarios y charlas que podía sobre psicoanálisis. El autoconocimiento y las posibilidades de cambio personal y su aplicación en la acción profesional para disminuir el sufrimiento psíquico y mejorar el bienestar de otras personas que me ha aportado el psicoanálisis han sido palancas importantes en mi vida.
Siempre entendí el psicoanálisis como un saber abierto. Y así entiendo mi actividad profesional y mis aprendizajes posteriores en trabajo grupal, terapia familiar sistémica y en el ámbito de la psicología organizacional. El psicoanálisis fue el primero en destacar la importancia de las relaciones familiares en el desarrollo psicológico de los individuos y ha ayudado a los terapeutas familiares a comprender cómo las dinámicas familiares influyen en el bienestar de cada uno de los miembros de la familia.
Empecé y continúo en la actualidad mi formación en terapia familiar sistémica, siguiendo principalmente a aquellos terapeutas familiares (M.Bowen, M. Andolfi. Cancrini, R. Neuburger,..) cuyo cuerpo teórico principal viene del psicoanálisis, pero que incorporaron sobre todo en la creación y desarrollo de los sistemas terapéuticos y de intervención social los conocimientos y las estrategias de la teoría general de sistemas y de la teoría de la comunicación humana.
“El concepto tan de moda de resiliencia individual es una ficción”
Si hay algo que yo destacaría por encima de todo, en los distintos conocimientos necesarios para nuestro trabajo como psicoterapeutas o como operadores sociales es la profunda necesidad de crear vínculos, de acompañar a las personas a las que atendemos a asumir los suyos, a lograr un equilibrio entre la necesidad de autonomía y la necesidad de dependencia, dicho de otra forma, entre la dignidad íntima personal y la necesidad de pertenencia. El concepto tan de moda de resiliencia individual es una ficción, hay que usarlo para buscarlo en el vínculo relacional y social. En estos momentos, en que las psicologías populares individualistas invaden parte de las redes sociales, incidiendo en localizar solo dentro del individuo las debilidades o fortalezas que le llevarán a la felicidad, es necesario destacar al sujeto social y que la cooperación, la solidaridad y el cuidado mutuo están en la base de nuestra realización como seres humanos. La fragilidad y la vulnerabilidad, conceptos también de moda, son constitutivas de lo vivo y de nuestra condición humana. Las miradas acríticas de las injusticias sociales y maltrato estructural desde este tipo de psicologías no hacen más que reforzar el control de una parte de nuestra sociedad de consumo actual, teniendo en frecuentes ocasiones efectos iatrogénicos, por depositar en los individuos la total responsabilidad de su sufrimiento.
Creo que tenemos que recordar de vez en cuando la frase de “que estamos en el mismo barco y de que nadie se salva solo”.